Por Roberto Álvarez Mur
Casi tres años después de su histórico megaconcierto donde reunió a las llamadas bandas eternas, Luis Alberto Spinetta falleció el 8 de febrero de 2012 en el hospital universitario CEMIC a los 62 años. Y, al igual que su obra, ese día el artista también se volvió eterno.
A cinco años de su partida física y a más de cuatro décadas de su irrupción en la escena musical argentina, la figura del Flaco continúa tan vigente y celebrada, así como enigmática e inclasificable. Contexto repasa el legado de un artista que construyó un universo que trascendió tiempo y, a un lustro de su muerte, representa una pieza inexorable del rompecabezas cultural de la Argentina contemporánea.
“Hizo música de todo tipo y color. Esa voluntad camaleónica por buscar cosas nuevas es justo lo que lo define. Esa voluntad está conectada con una tensión muy fuerte respecto de su propio presente”, explicó a Contexto Julián Delgado, autor de Tu tiempo es hoy: Una historia de Almendra, investigación que se sumerge en la breve pero significativa historia de la primera agrupación conducida por un Spinetta adolescente, en pleno surgimiento en la música argentina y cuya explosión representó el génesis de la historia del rock en castellano en nuestro país.
“Spinetta fue en sus comienzos un músico tremendamente curioso, intuitivo y sensible. Y siempre intentó mantener estos rasgos, aun cuando el paso de los años le brindó otras experiencias. Creo que siempre fue muy consciente de su conexión con su experiencia sensible”, sostiene Delgado en un intento por descifrar la clave “spinettiana” que convirtió al músico en un bicho único en su especie, donde las angustias de una época marcada por la represión y el conservadurismo se condensaron con la necesidad de una generación joven de artistas de patear el tablero de los cánones culturales y traducir al español porteño las «habladurías del mundo» en convulsión.
En esta línea, Delgado distingue para ese proceso una banda de sonido clave en su influencia. “En el libro propongo una receta que tiene un gran ingrediente que, calculo yo, Spinetta estaría de acuerdo: Los Beatles. Son una banda totalmente definitiva para el Flaco y para toda esa generación de músicos».
«Justamente porque, como lo dijo Emilio Del Guercio, a quien entrevisté, Los Beatles les ofrecían un lenguaje. En el sentido más amplio y más abierto de la palabra. Un lugar desde el cual empezar a imaginar y construir su propio discurso”, continúa.
Lejos de limitarse a una fotocopia de un producto importado -como proponía el modelo de país sostenido por Onganía a fuerza de bastonazos-, Spinetta reescribió el rock a la medida de una cultura de poetas malditos y liturgia de arrabal criollo. Una fórmula donde, a la manera del tango más tradicional, lírica y melodía se funden en una cadencia inseparable de palabras y sonidos tomados de la mano.
“Es importante no separar las letras de su música. No estoy en absoluto restando valor poético a sus letras, por el contrario. Pero creo que una de las cosas fundamentales para escucharlo es pensar esas letras cantadas. Era un melodista excepcional y trabajaba con las posibilidades que le daba la melodía”, explica Delgado al desmenuzar el particular estilo del Flaco, donde se entremezclan y dialogan, en una misma canción, evocaciones por momento metafísicas y otras, según el autor, “perturbadoramente realistas”.
En ese mundo personal de Spinetta, “iba y volvía de la realidad con toda libertad”.
Si bien el trayecto de Almendra, estudiado a fondo por Delgado, representó apenas tres años (1967-1970), fue el puntapié inicial de una búsqueda artística que el Flaco no detendría jamás hasta su muerte. No obstante, con dos discos editados y un puñado de canciones hoy consideradas antológicas, Almendra se convirtió en un documento de época para la música y la cultura argentinas y un punto de partida ideal para cualquier seguidor de la laberíntica obra de Spinetta.
“Hay algo particular de la dinámica de los hechos y los procesos en ese contexto específico de la historia argentina; una dinámica de cambios abruptos que se conjuga con la experiencia personal de estos cuatro músicos adolescentes que conformaron Almendra. La fuerza de ese grupo reside en el cambio como posibilidad y premisa de una época. En ese lugar surge Spinetta y creo que siempre intentó volver ahí”, dice Delgado.
Su legado está esparcido por todos los rincones de la música contemporánea y resulta imposible imaginar la actual constelación cultural argentina sin advertir la mano invisible del Flaco en alguna melodía o poema.
“Creo que es un músico importantísimo, no sólo para la historia del rock, sino para la historia argentina. Aun a pesar de ser un inclasificable. El impacto de su música aparece en un montón de artistas de formas muy diversas. Pienso, por ejemplo, en un músico muy vigente hoy que es Lisandro Aristimuño. Creo que lo que él hace sería casi imposible sin la música de Spinetta acompañándolo. Hay muchísimos ejemplos, no sólo en el mundo del rock, sino en muchos otros que el Flaco atravesó, como el folklore o el jazz”, reflexiona.
La voz de Spinetta se apagó hace cinco años para convertirse en leyenda. En una melodía cargada de barroco, guitarra y poesía, fundidas en un viento al que, como alguna vez escribió, todas las hojas le pertenecen, hasta la muerte.