Del centeno al caos, el primer disco de Corteza, funciona como un viaje hacia lo más profundo de la banda nacida en Bahía Blanca. Instalados en su propia sala de ensayo en la ciudad, el cuarteto conformado por Federico Juarez (guitarra y voz), Federico Crespo (batería), Federico De Battista (bajo) y Bruno Pierolivo (guitarra) se sumergió en una jornada de experimentación bajo los efectos del LSD y en tan solo cuatro horas registró trece canciones divididas entre el rock, el blues y la psicodelia. «Desde nuestro EP inicial al disco hay un lenguaje que se mantiene en cuanto a lo compositivo. El cambio sustancial está en la energía que tiene», dice Pierolivo.
«Lo que nos pasó en la sala fue eso, estábamos muy para adentro y con una conexión grupal muy fuerte»
De Albert Hoffman a Platón, de la música de los 70 a la actualidad, el álbum reúne los interrogantes de una búsqueda que se desarrolló por varios frentes. «El disco fue grabado en vivo porque queríamos transmitir la frescura y el espíritu de la banda. Queríamos que exista el error del toque pero que la grabación tenga el sentimiento que le ponemos al vivo», dice Crespo.
¿Cuál fue el punto de inflexión para que hayan modificado su sonido?
Crespo: A finales del 2012 empezamos a ver bandas en La Plata que nos sedujeron en cuanto a su propuesta. Nosotros veníamos haciendo cosas más cercanas al rock and roll pero dimos un giro al ver a grupos como Knei. En ese momento nos desestructuramos y empezamos a dejarnos llevar musicalmente.
Juarez: El EP (Corteza I) tiene una energía totalmente distinta porque tardamos más de un año en grabarlo. El disco nuevo lo hicimos en una sesión en vivo de cuatro horas. Queríamos plasmar el espíritu de la sala de ensayo en su máxima expresión, permitir que esté presente el error.
El disco tiene muchos pasajes instrumentales y la voz aparece solo para aportar matices, ¿cómo alcanzaron esa propuesta?
Juarez: Los pasajes instrumentales del disco son dos grandes improvisaciones que se dieron mientras grabábamos. En la época que entramos a la sala estábamos tocando mucho y cantando poco. No abusamos de las posibilidades que te da la voz, hay cosas que dieron para que metamos letra y otras que no. Nos parecía que el mensaje ya estaba impreso en la música.
El caos al que aluden en el título, ¿dónde lo encuentran en el disco?
Crespo: Quizás se puede encontrar en el método de grabación, en la frescura y la energía del vivo, en permitirnos a nosotros mismos improvisar. A todo esto, además, se le suma que el disco lo grabamos en un viaje de LSD. El Centeno se encuentra en un hongo que, en su momento, al ser sintetizado, lograron hacer este psicotrópico. Albert Hoffman dijo que Platón había escrito que en determinadas zonas del mundo existía este centeno y que en esos lugares se tomaba una bebida sagrada que te abría las puertas de la conciencia. Yo me imagino cómo todos estos componentes nos llevaron a nosotros por un viaje que nos abrió otras puertas. Ahí está el caos.
De Battista: Son experiencias muy introspectivas que te permiten investigar adentro tuyo y en el entorno. Lo que nos pasó en la sala fue eso, estábamos muy para adentro y con una conexión grupal muy fuerte. El título es una especie de homenaje.
¿Hoy en día, para crecer, hacia dónde miran?
Crespo: En nuestra ciudad hay un montón de bandas en las que poner el ojo tanto para aprender como para nutrir lo propio. Hay grupos como Knei, Picaporters, Güacho o Katon que nos enseñaron tanto desde sus formas de trabajo como hasta musicalmente. El cariño a la escena está puesto en todos lados.
Juarez: Acá el rock tiene un lenguaje y códigos que en otro lado no hay. Tenemos cariño por lo contestatario, es político. Responde también a que se da mucho la autogestión.