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«Nos respondían ‘no está detenido’ o ‘no hay constancia de paradero’»

Por Gabriela Calotti

«Mi papá y mi mamá dedicaron todos sus esfuerzos» en la búsqueda de su hijo mayor, José María Della Flora, afirmó el martes su hermana del medio, María Cecilia, y contó que presentaron habeas corpus y numerosos pedidos de solicitud de paradero entre 1978 y 1981. Las respuestas eran «no está detenido, sin registro de antecedentes o no hay constancia de paradero». Incansables escribían a la jefatura de Policía, al Ministerio del Interior, a la jefatura del Estado Mayor Conjunto.

«Mi hermano mayor, José María Della Flora, que había nacido el 15 de abril de 1955, está desaparecido», sostuvo Cecilia de forma virtual al iniciar su declaración en la audiencia número 82 del juicio por los delitos de lesa humanidad perpetrados en las Brigadas de Investigaciones de la Policía Bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús que lleva adelante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata presidido por el juez Ricardo Basílico.

Antes de mostrar algunas fotos de José María, un pelirrojo de 1,70 de estatura a quien la familia decía cariñosamente «Pepi», su hermana indicó que fue visto en el Pozo de Quilmes y también en el centro clandestino conocido como El Vesubio, según relataron sobrevivientes, como Alcídes Chiesa –ya fallecido- Alberto Derman, Felipe Favazza y Ricardo Cabello.

Cecilia Della Flora comenzó su declaración describiendo a su hermano y contando que «ni bien terminó el colegio secundario en 1973 comenzó a estudiar Arquitectura en la UBA hasta marzo de 1976 […] En esa época participó en el centro de estudiantes y fue militante de la JUP», precisó.

Pero en abril de 1976 se incorporó al servicio militar obligatorio en el regimiento VIII con asiento en Magdalena y allí estuvo hasta el mes de agosto.

En una de sus salidas de franco, estando en la casa familiar en Quilmes, alguien por teléfono le dijo que Alfredo Romay, un amigo suyo de Haedo, compañero de militancia que también estaba haciendo el servicio militar, había sido secuestrado.

«Mi hermano se asustó muchísimo» y decidió desertar. «Mi hermano dejó de vivir en casa», relató Cecilia. A partir de allí sus padres, José Della Flora y Elena Campo, su hermana menor Ana María y ella, veían de vez en cuando a su hermano en algún encuentro breve en alguna plaza de Capital.

En los primeros días de abril, ella se encontró con él y lo vio tan desmejorado que se lo llevó a la casita a la que se había mudado en Lanús. «Me lo llevé a mi casa y lo tuve guardado. Lo llevé sin que viera dónde iba para que comiera, se bañara, durmiera. Charlamos muchísimo», relató antes de asegurar que había dejado de militar en la facultad de Arquitectura de la UBA pero que «se sentía muy desprotegido» y pensaba que lo mejor era «volver a la militancia».

Hacía un tiempo que Cecilia había comenzado su militancia barrial en Montoneros, contó este martes al Tribunal. «Mi hermano me pidió que le consiguiera un contacto para volver a la militancia territorial, pensando que quizá dentro de la organización iba a estar mas protegido», recordó.

Inclusive le contó que tenia novia. «Me dijo que su novia, probablemente estaba con un embarazo incipiente. De esa chica solo me dio un nombre, Ana».

El responsable de Cecilia le consiguió una cita a su hermano. Cecilia contó que le tiñó el pelo de castaño para que no lo reconocieran por ser pelirrojo. «Esa fue la ultima vez que lo vi. En la primera semana de abril del 77», detalló.

Hacía el 12 de abril tenían previsto un encuentro el muchacho y su madre. «Mi hermano no se presentó», contó la mujer que por datos que fueron hilando tiempo después, su hermano habría sido secuestrado el 14 de abril.

Cecilia se fue del país. Y regresó con la democracia.

A partir de declaraciones de sobrevivientes en la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), supo que tres de ellos, Alcídes Chiesa, Alberto Derman y Felipe Favazza «vieron a mi hermano en el Pozo de Quilmes».

Durante los encuentros que ella y sus padres tuvieron con Chiesa, éste les contó que José María le había dicho que lo habían agarrado en una cita.

Un sobreviviente que estuvo secuestrado en El Vesubio, Ricardo Cabello, le contó que entre el 15 de agosto y el 3 de octubre de 1977 a su hermano lo vio en ese centro clandestino. «Lo recordaba como estudiante de Arquitectura, colorado y bajito», dijo.

Para concluir su testimonio, María Cecilia Della Flora quiso leer unas palabras: «mi mamá y mi papá dedicaron todos sus esfuerzos […] Yo me terminé escapando de Buenos Aires. Mi hermana menor terminó sola, sosteniendo el dolor de mis padres […] La vida de todos cambio. En Navidad mi mamá ponía un plato en la mesa por si llegaba a venir».

Su papá falleció en 2003 a los 94 años de edad. Su mamá está por cumplir 94 años pero su salud está muy deteriorada.

«Si saben algo más, por favor… Saúl sigue desaparecido»

Saúl Jaime Szajnbaum estudiaba Bioquímica, radio y televisión y trabajaba en una empresa de perfumes como técnico químico. Fue secuestrado el 21 de noviembre de 1977 en el pasaje Corregidor en el barrio porteño de Belgrano cuando estaba llegando a la casa de su novia, Ruth.

Así comenzó su declaración su hermano Sergio Szajnbaum. Por dos amigas de su hermano que también estuvieron secuestradas con él, Graciela Gribo y Claudia Kohn, supo que Saúl fue llevado primero a la Brigada de Investigaciones de la Bonaerense de San Justo y de ahí al Pozo de Banfield. Según Gribo, en un momento lo suben «con los uruguayos» secuestrados un piso más arriba en ese centro clandestino. «El 14 de mayo del 78 hacen el traslado final», sostuvo.

Del secuestro de Saúl supieron por la madre de Ruth. «Aunque pasaron años, y tenían los teléfonos, no preguntó nunca más por Saúl», contó sin ocultar su perplejidad pues «estaban a punto de casarse».

Aunque al momento del secuestro ya no estaba militando, antes Saúl pertenecía a la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO). Una primera detención había sufrido en julio de 1974 tras el asesinato del diputado Rodolfo Ortega Peña.

Por esos meses y a raíz de las crecientes amenazas que la familia recibía de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) fundada por López Rega, sus padres vendieron la casa y el negocio que tenian en Caballito.

El inesperado encuentro con Graciela Gribo en una marcha de Madres de Plaza de Mayo les permitió saber en qué centros clandestinos había estado su hermano Saúl. «Graciela me ayudó muchísimo en sanación porque me contó hechos con detalles. Ella me cuenta que en la Brigada de San Justo había calabozos contiguos el con las chicas que pasaba las manos y las hacia reir haciéndoles una obrita de títeres», precisó.

La Conferencia Episcopal Argentina y la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) fueron dos de los lugares a los que fueron a pedir por su hermano, a quien describió como un muchacho brillante intelectualmente. «Además de ser mi hermano, era muy amigo mío», aseguró.

«Yo hablé del dolor y quiero decir que los represores, torturadores no se regocijen dentro de esta perversidad que tienen porque estas cicatrices nos hacen más fuertes, nos hacen estar presentes acá en este juicio, en las calles, cuando cantamos ‘como a los nazis les va a pasar’ y que yo estoy de cuerpo entero y que las y los 30 mil también están, con su luz», sostuvo antes de pedirle a los miembros del Tribunal que «hagan justicia».

«Si saben algo más, por favor, de alguna manera se comuniquen y podamos avanzar en la investigación. Saúl sigue desaparecido», concluyó.

El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la policía bonaerense de Banfield, de Quilmes y de Lanús, conocida como El Infierno, con asiento en Avellaneda, es resultado de tres causas unificadas en la causa 737/2013 con sólo 15 imputados y con apenas uno de ellos en la cárcel, Jorge Di Pasquale. Inicialmente eran 18 los imputados, pero desde el inicio del juicio, el 27 de octubre de 2020, fallecieron tres: Miguel Angel Ferreyro, Emilio Alberto Herrero Anzorena y Miguel Osvaldo Etchecolatz, símbolo de la brutal represión en La Plata y en la provincia de Buenos Aires.

Este debate oral y público por los delitos cometidos en las tres Brigadas, que se desarrolló básicamente de forma virtual debido a la pandemia ha incorporado en los últimos meses algunas audiencias semipresenciales.

Por esos tres CCD pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas de ellas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes antes del golpe. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio. El Tribunal está integrado por los jueces Ricardo Basílico, que ejerce la presidencia, Esteban Rodríguez Eggers, Walter Venditti y Fernando Canero.

Las audiencias pueden seguirse por las plataformas de La Retaguardia TV o el Facebook de la Comisión Provincial por la Memoria. Más información sobre este juicio puede consultarse en el blog del Programa de Apoyo a Juicios de la UNLP.

La próxima audiencia, semipresencial, está prevista para el martes 4 de octubre a las 8:30 horas.


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