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La cultura no es gasto ni recauda, es inversión necesaria

Eduardo PainceiraPor Lalo Painceira

César López Osornio nos dejó un mes. Sorpresivamente, como es toda partida definitiva. Sin embargo, sigue entre nosotros. Maestro de la pintura quedaron sus obras en las que comprimía y apretaba la geometría desde la pasión, generando una tensión perdurable, porque tenían alas desde el color. Desde ya, esa perdurabilidad que trasciende la vida misma, es común a todo artista y César lo era, más aún, fue un maestro de la pintura. Pero además de su obra, de su expresión individual, César tuvo un gesto enorme hacia La Plata, porque donó un museo. Y no cualquiera, ese que nace de objetos acuñados a lo largo de la vida, no. El Museo que donó a nuestra ciudad está constituido por obras de los principales pintores de arte contemporáneo de nuestra Patria Grande, Latinoamérica. Todos componentes de esa generación que tuvo que emigrar a Europa, la mayor parte por problemas con las dictaduras que imperaban en sus países, como el mismo César. Así nació el Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano (MACLA) que llegó a nuestra ciudad durante la gestión como Intendente de Julio Alak, en 1999, cuando era su secretaria de Cultura Susana López Merino y través de la gestión del arquitecto Daniel Almeida Curth.

César, lo llamó así porque fue mi amigo, no dejó huérfano al Museo y tampoco sin techo. Sería largo contar la historia del MACLA ya instalado en el Pasaje Dardo Rocha, de quienes aportaron sus obras, dónde y a partir de qué nació, cómo llegaron esas obras desde Europa a La Plata. Y digo que no quedó huérfano porque él formó un equipo de fieles colaboradores, desde los jóvenes que atesoran esas obras en el subsuelo del Pasaje a quienes programaron junto a él toda la actividad y una Asociación de Amigos que fue un respaldo invalorable. Lo importante, lo inacabado, es la carencia desde hace años de una política cultural para la ciudad.

Y suena a paradójico porque uno de los perfiles básicos de La Plata desde su fundación, fue la Cultura. Una ciudad diseñada con conceptos vanguardísticos del urbanismo de la época, con un Observatorio Astronómico, con un imponente Museo de Ciencias Naturales y una Universidad, que movilizó desde edades tempranas sus calles y las pobló de jóvenes y de movimientos y revueltas juveniles.

César quería preservar el Pasaje, enclavado en el centro cívico-administrativo-universitario de La Plata, como un núcleo cultural que a su vez irradiara hacia toda la ciudad, las distintas actividades que allí se despliegan y posibilitando, como lo hizo, que los alumnos de escuelas periféricas fueran llevados al Pasaje para que empezaran a tutearse con ese mundo de colores y formas, con la música de la Orquesta Municipal que allí tiene su sede, con el teatro auspiciado por la Comedia Municipal, con la literatura desde su editorial y que pudieran asistir a las clases de danzas populares que allí se dictan, entre otras muchas actividades. Desde ya que para llevar adelante un proyecto así, que debería completarse con el dictado de cursos en los centros barriales, incluyendo el cine, como lo hizo ese santo laico que fue Alejo García en el Conurbano con su Cine Movimiento, se necesita convicción, ideología, luchar por una ciudad inclusiva sobre todo para nuestros jóvenes, para que puedan expresar sus realidades, sus mundos, esa sed abrasadora de justicia que los inflama.

Desde ya. Este proyecto que compartimos con César en noches de charla, cuesta dinero y algo fundamental para los actuales responsables de la cultura en la ciudad de Buenos Aires, en nuestra Provincia y La Plata no es excepción, no da ganancias. No recauda. Sólo la Nación, a través de las políticas inclusivas implementadas por la compañera Presidenta, busca desarrollarlo porque sabe que la cultura no es gasto, es inversión, exactamente igual que en Educación y en Ciencia.

Así de simple. No recauda pero no es gasto. Es inversión. Gasto son los grandes recitales con artistas porteños o extranjeros para festejar las fiestas que son nuestras y las debemos festejar nosotros con nuestra propia gente. Lo que se propone es lo contrario. Es formación, brindar no armas de fuego para la represión de los excluidos sino armas para la expresión para que no haya excluidos.

Se cuenta con el material humano, el más difícil de formar, y con centros culturales y clubes barriales para tener sedes apropiadas y cercanas.

Podría continuar construyendo el sueño. En realidad, es un sueño colectivo, el mismo que debemos continuar sumándolo a este sueño que el modelo de gobierno de la compañera Cristina Fernández de Kirchner, va implementando para llegar a tener nuevamente la patria justa, libre y soberana que soñaron nuestros padres y aquella juventud maravillosa de los 70.