Por Leandro Gianello
Lejos ya de aquella frase anecdótica y referencial que el por entonces ministro Cavallo espetara contra toda la comunidad científica argentina durante la oscuridad del primer gobierno menemista, “a lavar los platos” resume y visibiliza hoy la expresión primigenia y básica de un modelo neoliberal que ha sido revertido y superado, con un crecimiento exponencial desde 2003.
Una serie de políticas públicas y presupuestarias, cuyo hito fue la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en 2007, y la decisión estratégica para que el sistema científico nacional reincorpore capital humano, se descentralice, refuerce y reproduzca a través de la estructura del CONICET, comenzaron a dar sus frutos con la multiplicación de publicaciones especializadas y el aumento de investigadores en todas las áreas de conocimiento, totalmente comprobables a través de información de acceso público.
De los 3.694 especialistas que había en 2003, se pasó a 8.508 investigadores de carrera en 2014 –sin contar los 9.507 becarios que también forman parte y alimentan al sistema científico–, distribuidos por el CONICET según los años de experiencia y trayectoria, en las categorías de superiores, principales, independientes, adjuntos y asistentes.
De los 3.694 especialistas en 2003, se pasó a 8.508 investigadores de carrera en 2014, sin contar los 9.507 becarios.
La base de la pirámide de la carrera de investigación del CONICET, clave para el desarrollo futuro de todas las ciencias, está compuesta por los investigadores asistentes que recién ingresan al sistema, cuyo requisito mínimo para hacerlo es haber realizado una labor personal de investigación científica, desarrollo, o labor tecnológica, demostrando aptitudes para ejecutarlas bajo la guía o supervisión de otros, así como poseer la preparación técnica necesaria para desarrollar un tema por sí mismo.
Este semillero científico nacional se ha ampliado en forma sustancial desde la asunción de Néstor Kirchner como presidente, quien se erigió como el principal impulsor político de reformas para optimizar, expandir y profundizar la investigación como eje de desarrollo del Estado.
El fruto de esta decisión estratégica son los nuevos investigadores asistentes que ingresaron y hoy conforman un 36,8% de la planta contra el 13,7 del no tan lejano 2003. No es un número casual: todas las demás categorías sumaron científicos, pero la clave es interpretar este aumento como recurso potencial para el futuro en ciencia y técnica.
Todo creció: recursos, espacios de investigación, laboratorios y líneas de trabajo. Este incremento tuvo que ser acompañado por una formación constante de especialistas para concentrar esfuerzos no sólo en áreas estratégicas para el desarrollo, sino en todas y cada una de las disciplinas en donde investigar genera capital en conocimiento, sea tecnológico, intelectual o simbólico.
Una de las áreas que más subió proporcionalmente es la de Ciencias Sociales y Humanidades, un sector de conocimiento que se multiplicó por dos veces y medio, pasando de 705 especialistas en el año 2003 a contar, en octubre de 2015, con 1.941 expertos.
Una de las áreas que más subió es la de Ciencias Sociales y Humanidades, que se multiplicó dos veces y medio.
El “Gran Área de Ciencias Sociales y Humanidades” de investigación de CONICET incluye Arqueología, Antropología Biológica, Derecho, Ciencias Políticas, Relaciones Internacionales, Economía, Ciencias de la Gestión y de la Administración Pública, Filosofía, Historia, Geografía, Antropología Social y Cultural, Literatura, Lingüística, Semiótica, Psicología, Ciencias de la Educación, Sociología, Comunicación Social y Demografía.
Esta área ocupa un 21,7% del total de investigadores en la actualidad y un 11% de las Unidades Ejecutoras (unidades de investigación y servicios organizadas en varias líneas de trabajo), una proporción similar a la de 2003, pero que ha incluido más disciplinas, entre las que se destacan en cantidad Historia, Geografía, Antropología Social y Cultural, Sociología, Comunicación Social y Demografía.
Las seis categorías representan un 45,9% de todos los investigadores en áreas sociales y humanísticas, un número difícil de pensar hasta hace algunos años.
Ciencia, juventud y género
Otros de los aspectos destacables dentro de la coyuntura actual en investigación científica, además de la tendencia a incorporar especialistas más jóvenes para que realicen una carrera dedicada y exclusiva, es la presencia de mujeres, cuya proporción es, quizás por primera vez en la historia, mayor a la de hombres.
La proporción de mujeres investigadoras es, quizás por primera vez en la historia, mayor a la de hombres.
Las últimas estadísticas indican que dentro de la estructura del CONICET trabajan 4.410 mujeres y 4.098 hombres, cuya prevalencia se mantiene pareja en el área de Ciencias Agrarias, de la Ingeniería y de Materiales, mientras que es sustancialmente mayor en las disciplinas incluidas dentro de las Ciencias Biológicas y de la Salud y en Ciencias Sociales y Humanidades.
Si bien esta composición es interesante en términos de equidad de género, este aumento se observa en los primeros escalones únicamente –investigadores asistentes y adjuntos–, y aún es evidente la desproporción en la categoría de investigador superior, el escalafón más alto al que puede aspirar un especialista en Argentina y al que han accedido hasta ahora solamente 46 mujeres contra 135 hombres.
El modelo de desarrollo científico en Argentina es patrocinado en forma casi exclusiva por el CONICET, un ente autárquico que por su jerarquía, importancia y producción ocupa el segundo lugar en Latinoamérica, conformado por la Red Institucional propia, las Universidades nacionales y privadas y diversos organismos de ciencia y técnica, entre otros institutos.