Por José Manuel Welschinger Lascano
Hace exactamente cuatro meses, quince colegios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires permanecían tomados, reclamando una solución a los conflictos generados por la implementación súbita y sin planificar de la reforma educativa porteña.
Aunque los estudiantes lograron reunirse con el ministerio municipal, luego de sostener prolongadas medidas de fuerza y contactarse con los medios, ninguna de las promesas que recibieron durante los últimos años ha sido cumplida.
“Nunca tuvimos esa cercanía con el ciudadano de la que se habla en la campaña”, comentó a Contexto Marina Ampuero, presidenta del Centro de Estudiantes del Normal Superior en Lenguas Vivas. “De hecho, Esteban Bullrich estuvo ausente de la mayoría de las reuniones, o se presentó apenas un rato”, detalló.
La joven del Lengüitas, como se conoce a esa institución, relató cómo fue la experiencia de intentar dialogar con la gestión del PRO: “En un principio, cuando pedimos la primera reunión con Bullrich, nos dijo que él no dialogaba con colegios tomados, aunque ese no era nuestro caso todavía: estuvimos todo el año haciendo movilizaciones, mandando cartas y pidiendo que nos escucharan, porque siempre nos dejaban el petitorio, pero nunca nos daban reuniones”.
Hacia fines de 2014, los alumnos ya habían comenzado a realizar medidas de fuerza, tomando el colegio durante los fines de semanas para no perder las clases. “Ya en ese momento –continuó Ampuero–, el Gobierno de la Ciudad nos había prometido reuniones, pero siempre que arreglábamos un horario lo pateaban para la otra semana, y al final nunca nos recibían”.
Lo que la comunidad estudiantil reclamaba ante las autoriades era la solución de la situación de la infraestructura, que hacía imposible el desarrollo de las cursadas. Techos que se caían, paredes con caños expuestos y obras de reparaciones en medio de las clases, eran parte del escenario cotidiano de los chicos y los docentes. Rodríguez Larreta, en su rol de jefe de Gabinete porteño, declaró a los medios que las denuncias de las escuelas sin calefacción eran producto de la “ideología de los denunciantes”.
“Ya en ese momento, el Gobierno de la Ciudad nos había prometido reuniones, pero siempre que arreglábamos un horario lo pateaban para la otra semana.»
Para reforzar esa línea argumental, la gestión del PRO decidió poner en actividad un sistema telefónico de denuncias al que el público podía recurrir en caso de percibir o detectar inculcación ideológica en las escuelas. Seis docentes fueron removidos de sus cargos por denuncias realizadas a esa línea, a mediados de 2015.
“Entendimos que estábamos en la necesidad de seguir a los artísticos, que estaban tomados –relata Ampuero–, y tomar nosotros también el colegio; porque hasta que no tomamos el colegio mediante un juez, el ministro no vino a sentarse para hablar con nosotros”.
Luego de sostener la medida por tres semanas, consiguieron la reunión que no les daban. “No pienso que sea verídica esa cercanía que mencionan en el discurso de campaña”, comentó la estudiante: “Yo, que lo viví, puedo decir que no me sentí escuchada: porque tuvimos que dormir muchas noches en el piso, y pasar frío y hambre antes que consiguiéramos reunirnos”.
Hecha la ley, hecha la trampa
En 2012, el gobierno porteño decidió implementar la Ley de la Nueva Escuela Superior de Calidad. Al aumentar la carga horaria, los colegios comenzaron a necesitar más turnos y más aulas. Sin embargo, las reformas edilicias se prorrogaban, sin explicación mediante, y el costo lo pagaban los alumnos. “En mi colegio, que estaba en emergencia, tenemos jardín, primario, secundario y terciario”, comentó.
“Además –prosiguió–, tenemos un comercial a la noche, y se agregaron cursos en primaria, con lo que aumentó la necesidad de aulas y, como consecuencia del aumento de la carga horaria en secundaria, se desdoblaron los turnos”. Como si eso fuera poco, se agregó un curso bilingüe en doble turno, aumentando la necesidad de más aulas. El resultado fue una absoluta superposición de horarios y turnos. “Teníamos ratas, alacranes y goteras; tuvimos que tener clases en el piso y los pasillos”, recordó.
El otro conflicto que le supuso la implementación súbita de la NESC a la comunidad educativa porteña fue el cierre de las orientaciones específicas. La Ley de 2008, impulsada desde Nación para establecer una base general sobre la que garantizar la opción a distintas orientaciones, fue utilizada con la intención de eliminar 140 orientaciones de la currícula y dejar sólo 10.
“Era una Ley que ayudaba a la educación en las provincias –comentó–, donde muchas veces no existe la posibilidad de elegir orientaciones; pero el gobierno de Macri la usó para devaluar nuestros títulos, bajar el nivel y compensar todo hacia abajo”.
«Era una Ley que ayudaba a la educación en las provincias, pero el gobierno de Macri la usó para devaluar nuestros títulos.»
La militante estudiantil relató que los efectos de la reforma se sintieron al instante: “No tuvimos ningún previo aviso, y la reforma fue monstruosa: quedaron muchísimos docentes sin trabajo, y alumnos sin el título de la especialización que estaban cursando”. Las orientaciones recortadas eran las de Letras, Físico-Matemáticas y las Pedagógicas. Con la reforma curricular, se sustrajeron materias específicas de los colegios orientados, y aumentó la carga horaria en asignaturas menos relacionadas a las orientaciones.
“Se fueron horas de Historia y Geografía en cuarto y quinto año –explicó–, e incluso sacaron esas materias”. La realidad es que, para el año 2017, el Colegio de Lenguas necesitará un edificio nuevo, e incluso un anexo, para ofrecer la capacidad mínima que supone la reforma.
Lo mismo pasa en otros colegios. Los artísticos, que otorgaban a los estudiantes un título de profesor con alcance nacional, ahora deben extenderse hasta el terciario para ofrecer ese nivel de capacitación.
Finalizando 2015, a las puertas de la definición de las elecciones nacionales, la comunidad educativa de la ciudad de Buenos Aires todavía no consigue superar la instancia de acordar reuniones para discutir sobre esta situación. Consultada respecto de las soluciones alcanzadas por la gestión del PRO, Ampuero concluyó: “Incontables veces recibimos promesas, pero hasta ahora ninguna se cumplió: todavía no vimos ningún cambio, seguimos hablando de lo que es urgente; las obras quedaron paradas y nunca supimos por qué”.