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Nuevos testimonios en el Juicio Brigadas: horror genocida y robo de bebés

Por Gabriela Calotti

El 5 de marzo de 1976 Pedro Alberto Nadal tenía menos de un año cuando fue secuestrado junto a su mamá, Hilda Magdalena García frente a la Brigada de Investigaciones de la Policía bonaerense en Quilmes. Recién en 2004, y tras realizarse los análisis correspondientes, la justicia le restituyó su verdadera identidad. Durante 28 años había vivido como el hijo del policía Luis Alberto Ferián, quien prestaba servicios en la Brigada de Investigaciones de Quilmes.

El médico de la Bonaerense, Jorge Antonio Bergés, uno de los imputados en este juicio, había firmado la partida de nacimiento falsa.

Hilda, oriunda del Chaco, militante del PRT-ERP, estuvo secuestrada en el llamado Pozo de Quilmes. Jorge Adalberto Nadal Martinengo, su compañero, logró exilarse en 1979 y reencontrarse con su hijo mayor, Carlos Alberto, para entonces de cinco años de edad. Desde Con el apoyo de Abuelas de Plaza de Mayo, Nadal inició una investigación que desembocó en la recuperación de su hijo menor, Pedro Luis.

Los testimonios de Olga Arredondo y de María del Carmen Suárez, dejaron en evidencia el silencio cómplice que por aquellos años se había apoderado de buena parte de la sociedad, al ser interrogadas durante la audiencia número 110 del juicio por los delitos de lesa humanidad perpetrados en las Brigadas de la Bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús, que lleva adelante el Tribunal Oral Federal Nº1 de La Plata.

«El me había comentado de que estaban en la Brigada con otro compañero en la puerta y vieron pasar un coche y lo pararon, y a esa gente la llevaron a la Brigada y a los dos chiquitos, Luchi y otra nena, les dijeron que la dejen en la puerta de una iglesia y se lo llevaron a su casa […] Mi cuñado estaba parado en la puerta de la Brigada con un compañero de apellido Juárez», respondió Arredondo cuando la abogada de Abuelas, Colleen Torre le preguntó qué sabía sobre el origen de ese niño al que ella nombró como ‘Luchi’.

Olga Arredondo era cuñada de Luis Alberto Ferián, policía de la Brigada de Investigaciones de Quilmes.

¿Quiénes iban arriba de ese auto?, le volvió a preguntar la letrada. «Un matrimonio con dos chicos. Esto me lo relató mi cuñado», respondió la mujer y agregó «a los cuatro los llevaron a la Brigada y no sé quién de ahí le dijo que a los chicos los dejen en la puerta de una iglesia, pero yo no sé, mi cuñado se lo trabajo a Luchi», sostuvo.

La mujer, que en aquel momento estaba haciendo una pasantía como enfermera en el Hospital de Quilmes, ubicado a metros de la Brigada de Quilmes, respondió afirmativamente cuando Torre le preguntó si al niño lo inscribieron como su hijo biológico.

«Sí, sé que mi cuñado era el padrino de un chico de un doctor que trabajaba en Quilmes y por intermedio de él», lo pudo anotar como propio.

«¿Ese médico era Bergés?», preguntó la letrada. «Sí, era ginecólogo del Hospital de Quilmes», respondió Arredondo, que dijo que lo conocía porque era el “»efe de sala» pero que «no tenía contacto con él».

La auxiliar fiscal, Ana Oberlín, intentó saber algo más y le preguntó si Ferián le explicó las razones por las cuales habían parado a ese auto frente a la Brigada. «No, ellos dicen que estaban en la puerta de la Brigada. Sería la madrugada. Vieron sospechoso el auto y lo pararon», respondió.

Otro abogado querellante, Pablo Llonto, intentó avanzar por el lado de otros robos de bebés en ese Hospital. ¿Se enteró de casos similares al que acaba de contar?

«No. En el hospital yo hacía pasantías, pero de estos casos no sabía nada», se limitó a decir la mujer que no recordó en qué año ocurrió aquello.

María del Carmen Suárez, era vecina de los Ferián. Bastante reticente en sus respuestas, terminó dando cuenta de que su esposo era policía y que trabajaba con Ferián en la Brigada «en Avellaneda», dijo ante el Tribunal.

Reconoció que Yolanda Di Franceso y Luis Ferián eran sus vecinos, que tenían un hijo. ¿Sabe si era su hijo biológico?, le preguntó Torre. «Para mí era biológico. Siempre para mi fue biológico», respondió aunque admitió que antes de que aparecieran con un bebé se habían ido «de vacaciones, unos meses» y que «su casa siempre estaba muy cerrada».

Contó que en 2006 o 2009 –no se acordaba claramente– «me enteré que no era su hijo biológico», pero insistió en que «ella nunca demostró nada con su hijo para que te llame la atención. Se ocupaba mucho. Era una mamá», afirmó.

Por esos años, María del Carmen Suárez ya había sido citada a declarar.

«No puedo afirmar eso porque no lo sé», respondió la mujer cuando la abogada le preguntó acerca de si sabía que la madre de ‘Luis’ estaba desaparecida.

Negó que tuvieran un vínculo más allá de la vecindad, pero luego reconoció que su marido trabajaba con Ferián «en Avellaneda. Sé que era en Brigadas. No siempre en los mismos lugares porque era compañero de mi esposo en ese momento, creo. No sé si trabajaban juntos», respondió con cierta ambigüedad.

La represión previa al golpe contra el movimiento obrero

Juan Miguel Bougnet tenía 22 años. Trabajaba en un pequeño taller en Campana.

Militaba en la Juventud Guevarista y vivía con su mujer de entonces con la cual había tenido dos hijos, Juan Eduardo de dos años cuando fue secuestrado y Leonardo Javier, ahora fallecido.

Bougnet fue víctima del terrorismo de Estado antes del golpe como serían tantos trabajadores, activistas, militantes y delegados de fábricas de la zona, muchos de los cuales permanecen desaparecidos. Durante su cautiverio pasó por diferentes centros clandestinos de secuestro, tortura y exterminio y luego por varias cárceles.

«A mí me detienen en 1975, a mediados, el 26 de mayo. Fue en un tiempo donde había mucha represión aquí en la zona, ya habian llevado a algunos delegados de las distintas fábricas de acá de Campana, o activistas gremiales. Se había lanzado un operativo que se llamó ‘Riberas del Paraná’» que involucraba a las localidades de Escobar, Zárate, San Pedro, Baradero, San Nicolás y Villa Constitución. «Todo lo que se llamaba el cordón industrial», precisó.

Meses antes de detenerlo ya habían ido a buscarlo a su casa, una casilla de madera, a la que le prendieron fuego. La noche que lo fueron a buscar él no estaba. Pasó unos meses en Entre Ríos pero volvió, y fue allí cuando cayó en un control a colectivos en una colectora de la Panamericana.

«Entre dos me bajan y me meten en un Ford Falcon verde. Me ponen en el piso del asiento trasero y ya me empiezan a golpear», contó. Al cabo de una hora y según supo después, lo llevaron a la llamada «Brigada Güemes» o Puente 12. «Ahí me tienen 4, 5 o 6 días. Pierdo la noción del tiempo. Me daban picana eléctrica casi todos los días. Me ataban las manos y los pies, tensaban las cuerdas y luego sacaban la mesa y yo quedaba con la cabeza hacia abajo y empezaba la tortura».

De allí lo llevaron a la Brigada de Quilmes. Pero nunca pudo recordar cómo fue ese traslado. «Recién después del segundo o tercer día los familiares se empezaron a enterar de que estábamos ahí», dijo.

En el Pozo de Quilmes, el 3 de junio del 75 cumplió 22 años. Ese mismo mes, junto con otra veintena de detenidos ilegales los trasladan a la cárcel de Sierra Chica. «Ahí me encuentro con algunos delegados de fábrica, gente de Campana que yo conocía», explicó.

En 1979 y a raíz delas denuncias de organismos de derechos humanos «levantan Sierra Chica […] y nos trasladan a todos a la U9» de La Plata. «Éramos unos cien detenidos», precisó. Luego fue a la cárcel de Caseros, La Plata otra vez, Rawson y Devoto, de donde recuperó la libertad en octubre de 1983, días antes de las elecciones generales que marcaron el retorno de la democracia.

Fue estando en el Pozo de Quilmes cuando lo pusieron a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN).

Bougnet aseguró que tras su secuestro, su madre hizo innumerables gestiones. «Hasta que después de una semana se enteró de que estaba en la Brigada y ahí me pudo ir a ver», contó.

De su cautiverio en Quilmes recordó a un hombre de apellido Rivas, a una mujer que identificó como María Godoy, a su esposo de apellido Arias, a otra mujer de apellido Pérez, a Hugo Alfonso. Varios de los hombres mencionados eran delegados de fábrica que conocía de la zona de Campana.

Primer testimonio en el Juicio Brigadas

Hugo García era militante del Partido Comunista. Tenía 23 años cuando fue secuestrado el 13 de diciembre de 1977 en la zona de Claypole.

«Quiero decir que yo estaba en una organización política, en el Partido Comunista. Trabajaba en la ilegalidad. Me detuvieron estando en el colectivo en un operativo de las fuerzas conjuntas en la avenida Monteverde», contó al Tribunal antes de precisar que ese día era el único pasajero arriba del 160 que iba a Burzaco a eso de las nueve y media de la noche .

«Me pasaron a un patrullero y me llevaron a la comisaria 6 de Claypole […] en la parte de atrás de la comisaria me pusieron una capucha y me ataron las manos con el cinturón y me tiraron en el piso de la parte de atrás de un Ford Falcon», dijo sin dudar porque conocía el ruido de los motores.

En su primera declaración testimonial en el marco de este juicio, García explicó que mientras le daban los primeros golpes le gritaban «rojo» y «comunista».

De los días que pasó por el Pozo de Quilmes recordó a una pareja joven que eran de Villa Domínico y a un fotógrafo de Longchamps de nombre Jorge, al que conocía porque sacaba fotos en las escuelas. Gracias al Hábeas Corpus que presentó rápidamente un abogado de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, Alberto Paolucci, recuperó la libertad. «Me liberaron en la zona, cerca de una fábrica de vidrio, Cartoini, que ya no existe», dijo.

Gracias a su madre, a la que describió como «una leona», pudo determinar sus estudios y entrar a trabajar en la entonces empresa de telefonía estatal Entel.

Su hermano César, desaparecido

César Nicolás Maza tenía 23 años y militaba en Montoneros. La familia vivía en San Francisco Solano, y César vivía en el barrio San José de Temperley.

«El militaba, trabajaba y desaparece el 17 de octubre del 76. Era el Día de la Madre. Lo estábamos esperando para almorzar y camino al lugar lo detuvieron», contó Amanda Cuevas, la hermana del medio.

«Mi mamá hizo la denuncia en Temperley. Muchos días después nos enteramos que estaba detenido en la comisaria de San José», contó al Tribunal. Por una vecina supieron que lo habían «levantado y golpeado […] a una cuadra y media de dónde vivía y lo llevaron en un camión de ‘La Serenísima’».

«Con los años cuando supimos un número de causa, supe que estuvo en el Pozo de Quilmes. Estuve con la persona que compartió celda con él que fue la única persona que me confirmó eso, aseguró antes de precisar que el sobrenombre de su hermano era ‘El Colo’ o ‘el Colorado de Solano'».

Cuando lo secuestraron «le faltaba un mes y medio para cumplir 24. El había nacido el 25 de diciembre de 1953», dijo la mujer con la mirada hacia arriba para no quebrarse.

Tras el secuestro de su hermano «como a todos los que les desapareció alguien, la vida fue una destrucción total […] es algo que no se va a curar nunca», alcanzó a decir antes de que la angustia se apoderara de su voz.

La hija de la modista que tenía ideales

Mónica Rúa es una de las hijas de Herna Silva de Rúa y de Juan José Rúa. «Mi papá era empleado en una fábrica de vidrios en Wilde y mi mamá era modista», comenzó diciendo en su declaración ante el TOF Nº1. Desde 1970 vivían en el barrio San José de Temperley, aunque su lugar de origen era Bernal.

«Siento que mamá en ese momento estaba luchando por sus ideales como todos los que no están hoy o algunos sobrevivientes. Nosotros lo intuíamos. Yo tenía 14 años y mi hermana tenía 11», contó Mónica que declaró desde el espacio de Memoria que es hoy el Pozo de Quilmes, sentada delante de varias fotografías de detenidos-desaparecidos que pasaron por ese centro clandestino.

«Yo sí conocí a varias personas. Incluso de estas personas que venían a mi casa llegué a tener un cariño muy especial por algunos de ellos, porque me enseñaron un montón de cosas, porque ellos tenían una cabeza diferente», recordó.

«De aquel grupo recuerdo por sobrenombres a ‘Chabela’ [María Isabel Reynoso], a Ricardo Ruiz Antonio que le decían Pucho, a Norma, a Ana, que le decían ‘La Tana’, que era profesora de Historia; había otro muchacho que le decían ‘El Chileno’, pero no sé su nombre tampoco; estos son los que yo reconocí acá», precisó.

Sus padres fueron secuestrados a eso de las once de la noche del 14 de octubre de 1977. «Yo estaba en el comedor mirando una novela», contó como si fuera hoy.

«Se escucha ladrar a mi perro y ruidos en el jardín. Saltaron la reja y se empezaron a escuchar golpes en la puerta del comedor. Mi papá se levanta, me llama. Abre un postigón y una persona de afuera le apunta. ‘Abrime o te mato’», le dijo un hombre armado. «Yo estaba parada detrás de mi papá», agregó.

A sus padres y a ella y su hermana los hicieron tirar al piso boca abajo en el porche de la casa. «Y nos apuntaron a los cuatro a la cabeza», aseguró.

«‘¿Vos sos Juan José. A vos te dicen Cacho y trabajás en Wilde?’ y ¿vos sos Lela. Y sos modista?’, sí les dicen… ellos tenían todos los datos», recordó.

Revolvieron todo y le pidieron a ella los documentos de sus padres. «Yo les di la libreta de enrolamiento y la libreta cívica y me quedé con las cédulas de la policía federal, no me pregunten por qué».

«A mi papá lo habían esposado y mi mamá dijo ‘no, yo voy con él’». Ambos tenían 40 años. Según ella su mamá actuó así «porque era la persona más comprometida».

Después de avisarle a su tía, se comunicaron con un abogado, Bravo Zamora, para que presentara un Hábeas Corpus, y lo primero que preguntó fue «‘si teníamos alguna documentación'»… por algo ella se había quedado con las cédulas de la Federal.

«Lo presentamos en el Tribunal de Banfield. Fui con el abogado y con mi tía. Y cuando entramos al Tribunal, vimos que había muchísima gente que estaba en la misma situación. Buscaban a sus hijos, a sus hermanos, a sus padres. Para mí se me abrió otro mundo. El mundo de la búsqueda. De decir qué esta pasando acá. Hay que averiguar. Porque esta gente está buscando a sus familiares», refirió.

«A partir de febrero empezamos a recibir llamadas en la casa de mi tía» y después papelitos que les decían que sus padres estaban bien. «Un día encontramos una nota que decía que estaban en la Comisaría 3ra de Valentín Alsina», aseguró.

Allí pudieron verlos y saber que habían estado secuestrados en el Pozo de Quilmes, que su papá compartió cautiverio con Albero Maly, con Alcides Chiesa, y su mamá con Norma Leanza y Silvia Streger. También con ‘Chabela’, quien permanece desaparecida.

«Cuando los vi, los vi muy deteriorados. Mi papá era muy delgado y estaba muchísimo más delgado y por años me persiguió la imagen de mi mama […] había envejecido mil años. Estaba muy delgada, muy desmejorada. Cuando la vimos, mi hermana y yo salimos corriendo, gritando y llorando para abrazarla» y ningún policía se atrevió a impedirlo, recordó Mónica.

Después de unos meses allí, su papá fue trasladado a la U9 y su mamá a Devoto. Los liberaron el mismo día de 1980.

El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la Policía bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús, conocida como El Infierno, con asiento en Avellaneda, es resultado de tres causas unificadas en la causa 737/2013, con solo quince imputados y apenas uno de ellos en la cárcel, Jorge Di Pasquale. Inicialmente eran dieciocho los imputados, pero desde el inicio del juicio, el 27 de octubre de 2020, fallecieron tres: Miguel Ángel Ferreyro, Emilio Alberto Herrero Anzorena y Miguel Osvaldo Etchecolatz, símbolo de la brutal represión en La Plata y en la provincia de Buenos Aires.

Este debate oral y público por los delitos cometidos en las tres Brigadas, que se desarrolló básicamente de forma virtual debido a la pandemia, ha incorporado en los últimos meses algunas audiencias semipresenciales.

Por esos tres CCD pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas de ellas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes antes del golpe. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio. El tribunal está integrado por los jueces Ricardo Basílico, que ejerce la presidencia, Esteban Rodríguez Eggers, Walter Venditti y Fernando Canero.

Las audiencias pueden seguirse por las plataformas de La Retaguardia TV o el Facebook de la Comisión Provincial por la Memoria. Más información sobre este juicio puede consultarse en el blog del Programa de Apoyo a Juicios de la UNLP.

La próxima audiencia semipresencial, se realizará el martes 11 de julio a las 8:30 horas.

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