Por Carlos Ciappina
Retorno de la democracia, ¿continuidad del neoliberalismo?
El plan económico de la dictadura inspirado en los principios de Friedman y Hayek tuvo éxito, si por ello entendemos la destrucción del modelo societal anterior: hubo un proceso acelerado de desindustrialización, con el consecuente aumento de la desocupación y la primacía de la especulación financiera sobre la lógica productivista. La dictadura inició el bimonetarismo (la famosa tablita) con la lógica del dólar como moneda especulativa y de resguardo frente al peso.
A partir de la última dictadura, la estructura económica argentina quedó atrapada en la lógica de funcionamiento neoliberal. Las diferencias entre las diferentes políticas económicas dirigidas desde el Estado han sido de grado más allá de los intentos reales por modificar el patrón neoliberal, por ejemplo, en el período 2003-2015.
Altas tasas de desempleo, altos índices de pobreza, dependencia creciente de las definiciones de los organismos de crédito tradicionales, desindustrialización, privatización de empresas estatales y deterioro paulatino de los servicios de educación pública y de salud pública fueron generando aún en democracia una sociedad cada vez más perfilada según los parámetros neoliberales. Una sociedad crecientemente desigual.
El período de Alfonsín (1983-1989) intentó los tres primeros años de gobierno retomar un modelo estadocéntrico de economía industrializadora y de primacía de las definiciones estatales por sobre las exigencias de los organismos financieros. La respuesta fue demoledora: dos hiperinflaciones, corte del crédito internacional, crisis económica y estallido social que desembocó en el retiro anticipado del primer presidente civil posdictadura.
La elección de Carlos Menem (1989-1999) se hizo aún en los parámetros de una sociedad que añoraba la sociedad estadocéntrica e industrialista: el eslogan de campaña fue “revolución productiva y salariazo”. La práctica de los diez años de menemismo fue la aplicación del neoliberalismo real, amparado en el carácter democrático de la elección popular: fue el mayor proceso de privatización y desestructuración estatal de la historia argentina. Menem profundizó y completó el esquema social y económico de la dictadura. Y con el menemismo se inicia otro proceso que adquiriría relevancia con el paso del tiempo: la paulatina aceptación por sectores crecientes de la población de la discursividad y la lógica de pensamiento neoliberal.
El triunfo de la Alianza (1999-2001) se centró básicamente en la promesa de sostener la virtual dolarización menemista (el famoso “un peso, un dólar”) con el agregado de campaña de la lucha contra la corrupción. Un discurso antipolítico de raíz neoliberal que cobraría toda su significación con el estallido de la economía de 2001 y el consecuente estallido social que se hizo sobre la base del «Que se vayan todos».
El período 2003-2015 ha sido, fuera de toda duda, el mayor intento por reconstruir un modelo económico-social que recuperara aggiornada a los tiempos la lógica de una sociedad con grados crecientes de empleo, de consumo popular y de inclusión social. La recuperación económica fue notable, el incremento del consumo popular también, la mayor independencia con respecto a los organismos internacionales de crédito una realidad. Y, sin embargo, el conjunto de la economía y la sociedad no derribó totalmente las bases de funcionamientos neoliberales: pese a la recuperación innegable del período, se sostuvieron y en algunos casos aumentaron los rasgos privatistas en áreas claves. No es que no se mejoró sustancialmente, sino que el deterioro previo era tal, que se hubiera requerido una inversión estatal sostenida durante décadas para reconstruir totalmente un sistema completamente nacional y popular.
El período de Néstor y Cristina Kirchner recuperó buena parte de la lógica estadocéntrica, pero no pudo modificar la base del comportamiento neoliberal de la economía y de amplios sectores de la población. Además, el período 2003-2015 vio desplegarse un nuevo fenómeno que se atisbaba previamente, pero que adquirió centralidad a partir de la rebelión terrateniente de 2008: la emergencia de una articulación nueva entre medios de comunicación hegemónicos y redes sociales con sectores crecientes del Poder Judicial y la emergencia de una alianza claramente de derechas, por primera vez en nuestra historia con electorales en votaciones universales y sin fraude.