Por Héctor Bernardo
Como un grito de guerra, la voz inconfundible del comandante Hugo Chávez resonó en todo el estadio y la frase quedó grabada para la historia: “¡ALCA, ALCA, al cajaro!”.
El 5 de noviembre de 2005, en el Estadio Mundialista de Mar del Plata, las organizaciones políticas y sociales festejaron el rechazó al acuerdo de libre comercio planteado por Estados Unidos. A pocas cuadras de allí, en el lugar donde se celebró la IV Cumbre de las Américas, cinco líderes latinoamericanos (Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Luiz Inacio Lula Da Silva, Tabaré Vázquez y Nicanor Duarte Frutos) le dieron el revés más inesperado al entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y a sus diecinueve aliados en el resto del continente. Aquel día se parió la integración.
A diez años de ese acontecimiento histórico, los ecos de aquel grito se materializan en proyectos que han conseguido enormes logros para los pueblos de la región. Entre ellos se pueden destacar: la consolidación del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), que dejó de ser solamente un área de vínculos comerciales para pasar a ser un espacio de integración social con avances en educación, derechos humanos, políticas de género y otras áreas; el nacimiento de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que logró frenar los intentos de golpes de Estado contra los presidentes de Bolivia, Evo Morales, en 2008, y de Ecuador, Rafael Correa, en 2010; el surgimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), un espacio en el que están representados todos los países de América a excepción Estados Unidos y Canadá y que puso en cuestión el rol de la Organización de Estados Americanos (OEA); y la creación de otros espacios como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y Petrocaribe.
Al igual que la Doctrina Monroe, que plateaba “América para los americanos”, pero que en realidad quería decir “América para los norteamericanos”, el Alca implicaba que todos los mercados de la región se pusieran al servicio de uno solo, el de Estados Unidos.
Nada de esto hubiera sido posible sin aquel “No al ALCA”. Cabe recordar que el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) era un proyecto de Estados Unidos para toda la región. Al igual que la Doctrina Monroe, que plateaba “América para los americanos”, pero que en realidad quería decir “América para los norteamericanos”, el ALCA implicaba que todos los mercados de la región se pusieran al servicio de uno solo, el de Estados Unidos.
Pero hubo un grupo de presidentes que en ese momento decidieron ponerle un freno a ese proyecto, y una de las voces principales fue la del entonces presidente argentino, Néstor Kirchner.
“El lema que nos convoca nos hace percibir la necesidad y la presencia de nuevos paradigmas en la obtención de esos consensos. Para avanzar en el diseño de esas nuevas políticas que la situación exige no puede estar ausente la discusión respecto de si aquellas habrán de responder a recetas únicas, con pretensión de universales para todo tiempo, todo país, todo lugar. Esa uniformidad, que pretendió lo que dio en llamarse el Consenso de Washington, hoy existe evidencia empírica respecto del fracaso de esas teorías. Nuestro continente en general y nuestro país en particular son prueba trágica del fracaso de la teoría del derrame”, aseguró Kirchner ante la mirada indignada de George Bush.
Entre otros aspectos, el ALCA implicaba un condicionamiento con toda convocatoria a licitación que hiciese el Estado, que tenía que ser abierta a la participación de empresas de Estados Unidos que, por sus mayores recursos, estaban en clara ventaja contra las empresas nacionales. Otro punto importante es que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, uno de los grandes logros de los últimos años, hubiera encontrado enormes trabas para concretarse, dado que si hubiera un capital extranjero que fuese afectado por esa ley, esta no podría aplicarse.
Pero en aquel momento los vientos de la región anunciaban un cambio de época y las palabras de Néstor Kirchner lo resumían con contundencia: “Nuestros pobres, nuestros excluidos, nuestros países, nuestras democracias ya no soportan más que sigamos hablando en voz baja. Es fundamental hablar con mucho respeto y en voz alta, para construir un sistema que nos vuelva a contener a todos, en un marco de igualdad, y nos vuelva a devolver la esperanza y la posibilidad de construir un mundo distinto y una región que esté a la altura de las circunstancias”.
Ya Néstor Kirchner y Hugo Chávez no están de cuerpo presente, pero sí en las banderas y las almas de sus pueblos. Sus voces siguen resonando cada vez que algún proyecto imperialista sobrevuela nuestras tierras: sólo es necesario entrecerrar un poco los ojos y escuchar con atención para oír el grito nuevamente: “¡ALCA, ALCA, al carajo”.