Por Roberto Álvarez Mur
La directora nacional de Industrias Culturales, Natalia Calcagno, visitó ayer el edificio anexo del Senado provincial para participar de un programa de apoyo a emprendimientos, como parte de las innumerables iniciativas de impulso a las producciones artísticas en todo el país. Poco antes de almorzar en un bar del centro platense, conversó con Contexto sobre el lugar para la cultura que se disputa de cara a las elecciones, los avances de la última década y el paradigma macrista de una cultura “for export y para la concentración monopólica”.
– En plena antesala electoral donde se presentan dos propuestas completamente adversas a nivel económico, social y político, ¿cómo creés que se traduce la pugna Scioli/Macri en el plano de lo cultural?
– La cultura tiene una doble condición: por un lado es un derecho, y por otro lado es una actividad económica que genera recursos y empleo. Creo que, de acuerdo al modelo que elijan los argentinos, va a primar la dimensión de derechos o la dimensión de negocio. Creo que, en un contexto de gobierno que continúe con las políticas que desarrolló el Estado nacional en los últimos años, se va dar lugar a la diversidad, a la pluralidad y a la posibilidad de los distintos productores culturales de todo el país de vivir de lo que hacen. Y, por sobre todas las cosas, expresarse, decir lo que piensa y acceder a diversidad de contenido. Por otro lado, en un gobierno como el que sugiere Macri, sobre todo viendo lo que ha hecho en la Ciudad de Buenos Aires en los últimos años, va a primar la idea de la cultura como show, negocio y entretenimiento, con la presencia de aquellos que se llenan de plata a través de la cultura. Creo que esa es la tensión con la que estamos de cara al domingo: la cultura como derecho o la cultura como negocio.
– Hace algún tiempo el mismo Mauricio Macri definió, a modo simbólico, el tango como “la soja porteña”, con todo lo que ello implica en la coyuntura nacional. ¿Esto coincide con el modelo cultural que propone Cambiemos?
– El ejemplo es buenísimo. Porque si hay algo que desde el Estado nacional queremos es que el tango y la cultura no sean la soja. Queremos que sea la industria, que sea el desarrollo, el valor agregado, lo sustentable. La soja es una actividad extractiva y concentrada. Eso no distribuye, ni derrama, ni genera desarrollo. Esa analogía lleva a concebir una cultura for export, pensar sólo en lo que vende para los turistas.
– ¿Qué importancia tiene en estas discusiones el rol efectivo del Estado? ¿Cuál fue su protagonismo en la cultura en todos estos años?
– Yo creo que, desde 2003 para acá, indiscutiblemente el Estado apareció, está presente e iguala. Y todo esto se puede confirmar en la política pública que desplegó material cultural con el financiamiento a la producción diversa. A mí me parece indispensable remarcar el caso de canales emblemáticos, como pueden ser Encuentro o Pakapaka, que fueron interesantes porque demostramos que se puede hacer un producto con contenidos educativos y de buena calidad. Además, es un Estado que no se dedicó a generar sus propios contenidos, sino que con un esquema súper plural contrató a un montón de productoras independientes que viven y existen gracias a este Estado que financió, y lo que se logró es abrir la propuesta. Lo que vimos en esos canales públicos no fue la planta del Estado produciendo contenidos, sino productoras independientes concursando para llegar a los contenidos.
– ¿Existe una relación directa entre el desarrollo económico de las clases populares y el incremento de la cultura o los hábitos culturales?
– Eso pudimos comprobarlo con los datos que hoy tenemos. Parte de lo que hizo el Estado fue realizar la encuesta de consumos culturales. Recorrimos el país para averiguar cuál era el vínculo de los argentinos con el consumo cultural. Es apabullante. Yo te diría que el consumo cultural en Argentina es universal. La televisión la miramos todos, pero la radio la escuchamos casi el noventa por ciento de los argentinos. Las letras están cerca del setenta por ciento de los argentinos, quienes leen en algún formato. Al cine va más de la mitad. Creo que la mejoría económica permitió que cosas que en un momento de crisis quizás no se pueda uno permitir, como llevar a los chicos al cine, ahora sean consumos establecidos.
– En los últimos tiempos se observó un apoyo muy fuerte y sentido hacia el Frente para la Victoria de una parte mayoritaria de los trabajadores de la cultura y el arte, muchos ellos de renombre y gran popularidad. ¿Qué reflexión te dispara esa reacción en un contexto de plena discusión sobre “batalla cultural”?
– Creo que hoy estamos en un momento bisagra, en el que tuvimos un resultado electoral en octubre que no esperábamos. Donde una gran cantidad de argentinos eligió una opción que a nosotros nos parece que perjudica. Creo que eso nos debe empujar a una reflexión sobre la importancia de la batalla cultural. De cómo hasta ahora no hemos logrado concretar muchas batallas por el sentido, por la comunicación, por el relato, y por la interpretación de nuestra propia historia. Y son precisamente los trabajadores de la cultura los que tienen que tomar la bandera de esa batalla. Son los trabajadores de la cultura los que tenemos que reflexionar qué pasa. Y encontrar el apoyo de trabajadores de la cultura es una luz que va a brillar, pase lo que pase.