De camino a su segundo larga duración, el quinteto sub 20 suelta dos canciones con la intención de exhibir aquella identidad sonora más personal que, según adelantaron, los alejaría de Prima Berta, su disco debut de 2014 del que hoy reniegan. Pero solo en los últimos 40 segundos este EP de dos canciones la banda transgrede su corrección pop -fabricada de melodías adolescentes y versos para sumar «me gusta»-, y se arroja al desarrollo de lo musical con una explosión sonora hecha de un breve solo de guitarra, que rememora el rock gótico de los 80, y sintetizadores haciendo de colchón para que la batería lance frases filosas.
En «Chica Astronauta», la percusión y la guitarra acústica le aportan un beat sesentoso a juegos de palabras como «Buscando el astro que la saque a bailar, se siente una estrella», en una canción de indiscutible impronta pop, aunque alejada de las infracciones -sonoras, gestuales y líricas- que dan fuerza al género: ya sea la tradición hormonal fundada por Virus, la vía de permanente sublevación sugerida por Melero, o la nueva comezón que concibió Tan Biónica.
«El mal del mundo» consigue subir la tensión a partir de un oscuro tejido de bajo y synthe, que en sus partes -un crescendo que culmina en un silencio y un cambio de ritmo hacia otro crescendo-, recuerda al Pérez de su primer disco.
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