Por Lautaro Bravo
“¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco?
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver.”
La cita pertenece al cuento de Edgar Allan Poe titulado “El corazón delator”. Es una historia breve narrada en primera persona en la que el protagonista comete el asesinato a un hombre mayor, un viejo con el que aparentemente convive y que, una vez perpetrado, decide enterrarlo bajo las maderas que componen el piso de la habitación donde cometió el crimen.
El asesinato, que no pudo ser descubierto por los oficiales de policía que se acercan a indagar como resultado de un grito escuchado por un vecino, finalmente es confesado por su autor que no puede tolerar el latido imaginario del corazón de la víctima.
Símbolo de pasiones que escapan a la voluntades que intentan subsumirlas bajo imperio del intelecto, tal como establece la matriz de racionalidad moderna en la cual afectos y raciocinio son considerados opuestos, el corazón traiciona a quienes, como el protagonista del cuento de Poe, intentan ocultar las pasiones que lo animan. Un poco como el asesino de El secreto de sus ojos que no puede evitar ir a la cancha a ver a su equipo de fútbol.
En esta línea, debajo del rictus nervioso del presidente Milei durante la entrevista que le otorgó al medio público británico BBC laten los efectos de un ajuste económico devastador sobre los sectores más vulnerables de la población.
La discusión de la Ley de Bases que esta semana comenzó su tratamiento y aprobación definitiva en el Senado de la Nación, se avizora cuanto menos complicada para la pretensión oficialista de conseguir completar su primer triunfo político desde que asumió el gobierno el 10 de diciembre del 2023. Si tenemos en cuenta el objetivo de llegar al promocionado Pacto del 25 Mayo con la norma escrita por los principales estudios de abogados patrocinadores de muchas de las corporaciones más importantes de la Argentina, el asunto es todavía más complicado a los fines de la narrativa gubernamental.
Por otra parte, no hay dudas de que la inflación encontró un sendero descendente pero a costa de una recesión que ya empieza a mostrar en un horizonte muy cercano el viejo fantasma de la desocupación. Los indicadores de la actividad industrial publicados por el INDEC para el mes de marzo de 2024, muestran una caída interanual del 21,2% a nivel general. Todas y cada una de las 16 actividades manufactureras medidas por las instituto estadístico nacional arrojaron números negativos que oscilan entre el 4% para la refinación de petróleo, coque y combustible nuclear, y un 42,8% para equipamiento electrónico, informático, ópticos y demás instrumentos.
Si a esto se le suma el reclamo de devaluación por parte de los sectores exportadores y la postergación de los aumentos en las tarifas de luz y gas que impactarán nuevamente sobre los consumos familiares y sobre todo en las unidades productivas y de servicios de la economía argentina, razones para la inquietud no le faltan al hombre que ocupa el sillón de Rivadavia.
Pese a que ha manifestado que no le interesa una sobrevida pública una vez culminado el experimento anarco capitalista libertario (o anarco colonialista, para preferencia de otros lectores), hay en el gesto nervioso del Presidente un indicio de debilidad. Resta saber si en la conflictividad social, inédita en tan poco tiempo para un gobierno con una legitimidad de origen indiscutible, los vestigios de una hoguera. Deberían tomar nota de la historia que la relación de los trabajadores y trabajadoras argentinos con un imaginario de progreso social resiste pese a todo, que aquel amor / es como un océano de fuego.