El domingo 28 de julio se celebraran las elecciones presidenciales en Venezuela. Según el Consejo Nacional Electoral (CNE), 21 millones de ciudadanos y ciudadanas están habilitados para votar y elegir a quien los gobierne por los próximos seis años (2025-2031).
El oficialismo está encolumnado detrás del actual presidente y candidato, Nicolás Maduro Moros; la oposición lleva varios candidatos, pero quien más apoyo ha recibido es el ultraderechista Edmundo González Urrutia, un hombre de 74 años que –con el apoyo de María Corina Machado– es el candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD).
También se postulan por la oposición Antonio Ecarri, del partido Alianza del Lápiz; Luis Eduardo Martínez, de Acción Democrática; José Brito, de Primero Venezuela; Daniel Ceballos, de Arepa; Enrique Márquez, de Centrados; Claudio Fermín, de Soluciones; Javier Bertucci, de El Cambio; y Benjamín Rausseo, Independiente.
La participación electoral, que en Venezuela no es obligatoria, suele rondar el 50 % del padrón. Por lo que, de los 21 millones habilitados para votar, suelen ejercer ese derecho entre cerca de 10 millones.
El sistema electoral venezolano ha sido avalado por expertos de diversos organismos internacionales, entre ellos, el Centro Carter y la Organización de las Naciones Unidas (ONU). A ello se suma que habrá 600 veedores internaciones de alrededor de un centenar de países.
Pero nada de ello parece ser suficiente para una ultraderecha que aplicar un libreto repetido hasta el hartazgo: o gana Edmundo González o denunciarán fraude.
Por ello, este domingo habrá una elección y dos resultados (que pueden coincidir o no): el real lo dará a conocer el CNE cuando le llegue toda la información de las urnas; el mediático-virtual, en el que, apenas llegue la hora de cierre de los comicios, la derecha, sus dirigentes locales e internacionales y, por su puesto, sus medios de comunicación y estructura de trolls, intentarán instalar la idea de que Edmundo González se quedó con un triunfo contundente. Si ese discurso mediático-virtual, que se replicará como un eco en todo el continente y en Europa, no coincide con la realidad presentada por el CNE, inmediatamente comenzará a instalarse la idea de fraude y el intento de desconocer los resultados electorales.
Los líderes de la Plataforma Unitaria Democrática fueron los únicos que se negaron a firmar un acuerdo para reconocer los resultado oficiales, hace semanas que difunden encuestas de al menos dudosa rigurosidad en las que le dan a su candidato un triunfo escandaloso y han dicho en conferencia de prensa que ellos solo aceptaran el resultado de las actas que lleven sus fiscales. En ese marco, sus medios y sus redes sociales han difundido –sin ninguna prueba que avale sus denuncias– la idea de que puede producirse un fraude electoral en su contra.
Para la derecha las reglas del sistema democrático solo sirven cuando este les garantiza el triunfo. De lo contrario, abandonan el juego y comienzan con sus acciones golpista y desestabilizadoras, como ya lo ha hecho la derecha venezolana al pedir sanciones contra su propio pueblo, sanciones que causaron un enorme deterioro de la economía de su propio país, el saqueo de sus bienes en el extranjero, desabastecimiento, hambre, pobreza y la pérdida de vidas humanas.
Este domingo los venezolanos votarán entre aquellos que pidieron las sanciones contra su pueblo y quienes intentaron defender su soberanía y atenuar el efecto que esas medidas arbitrarias tenían contra los más vulnerables.
Los medios de la derecha construirán un relato acorde a sus intereses. El pueblo venezolano expresará su verdadera voluntad con libertad. Aunque muchos pretendan otra cosa, la realidad aún no está escrita.