Por Carlos Ciappina
Cleón I era el emperador de toda la Galaxia. Su imperio galáctico era el mas extenso de la historia humana. El Imperio Galáctico poseía naves fabulosas, viajaba por el hiperespacio y controlaba cientos de miles de planetas habitados. Y, sin embargo, estaba herido de muerte. Siglo tras siglo los posteriores emperadores eran galácticos sólo de nombre, pues la decadencia del Imperio lo había debilitado y dividido. Así comienza la fantástica saga de ciencia ficción escrita por el gran Isaac Asimov: La trilogía de la Fundación que se inicia con la figura de ese emperador que no comprendía que su imperio era irrecuperable.
El discurso de asunción del segundo mandato de Donald Trump recuerda a los vanos intentos de Cleón I. El Imperio americano con todo su poder militar, tecnológico y financiero está en retroceso y quizás no tenga retorno.
Asistimos al despliegue de un proceso de universalización acelerado, que comenzó a relocalizar la economía capitalista en nuevos territorios, entre ellos China, Rusia, India, Japón, los “tigres” asiáticos y los países árabes del Golfo. La hegemonía económica de los EEUU está seriamente disputada y, en vez de batallar en cada mercado, Trump propone cerrarse y aislarse.
El capital, como todos sabemos, carece de bandera y desde las dos últimas décadas del siglo XX y lo que va del XXI las empresas estadounidenses y europeas han estado trasladándose a oriente – en especial China – desindustrializando a las potencias occidentales y fortaleciendo las economías orientales.
Para que se entienda la dimensión del “problema”, basta decir que China es el mayor acreedor del mundo y el mayor acreedor de Estados Unidos con más de 700.000 millones de dólares de la deuda pública de ese país. A esto debe sumarse los propios desarrollos tecnológicos y económicos del capitalismo chino.
Es en este contexto – multipolar e inestable – en el que Donald Trump es reelecto con su slogan preferido: “América first”. Nótese que el eslogan no es más libertad, más desarrollo o más liderazgo mundial, sino “Primero América”. Un retorno – imposible ya – al capitalismo empresarial norteamericano. Un retorno –discursivo– a las décadas en que Estados Unidos era la única potencia hegemónica. Promover que “América” vuelva a ser “primera” como eslogan de campaña es un reconocimiento implícito del ya no ser.
En su discurso de segunda asunción , el emperador Cleón –perdón, quise decir Trump–, nos anuncia recuperar la “edad dorada” proponiendo –y a la vez reconociendo– terminar con el “declive” norteamericano.
¿Cómo recuperar la grandeza? Receta clásica: primero, persiguiendo extranjeros, en particular mexicanos y centroamericanos. Dos cuestiones: como propuesta no es nueva –EEUU lleva tres décadas deportando latinoamericanos– y en la práctica digamos que buena parte de la economía norteamericana es competitiva por el pago de salarios mínimos precisamente a esa mano de obra que cruza el Río Bravo. ¿Cuál sería la grandeza recuperada de un país que se hizo precisamente grande por la inmigración masiva? Trump no lo responde.
Propone declarar como organizaciones terroristas a los carteles de la droga mexicanos. Antes eran los carteles bolivianos, luego colombianos, hoy mexicanos. No importa el origen sino el esquema, las necesidades de la sociedad norteamericana: ¿Combatir el narcotráfico? Loable propósito si no fuera que el principal demandante de drogas ilícitas es precisamente la sociedad norteamericana. ¿Querrán los bancos y los inversionistas eliminar el flujo de dólares que generan los cárteles y que vuelve a EEUU para ser lavados e ingresados así a la especulación inmobiliaria y financiera? .
Trump propuso declarar la emergencia energética nacional. Ya de por sí, ese es un signo de profunda decadencia. En la práctica quiere decir que EEUU no planifica el uso de su energía y de la que proviene de Medio Oriente. Acostumbrados a la energía barata del petróleo de Medio Oriente, EEUU va muy retrasado con respecto a las energías alternativas. ¿Y qué propone Trump? Depender aún mas del petróleo.
El Presidente enuncia que a partir de hoy la política gubernamental norteamericana sólo reconoce dos géneros: masculino y femenino. También podría anunciar que el sol será apagado por alguna oficina de gobierno y eso nunca ocurrirá. Las diversidades de género están definitivamente conscientes de sus derechos y sus luchas y nadie dejará de autopercibirse como se le antoje y sienta porque a Trump no le guste.
Trump promete además “recuperar el Canal de Panamá”. No dice cómo, pero Panamá no parece dispuesto a entregar su patrimonio nacional, sancionado en su Constitución Nacional. La verdad es que allí , frente a los propios ojos de Trump, China tiene una influencia creciente en Panamá, con proyectos de construcción de puentes y trenes en el área del Canal. Lo mismo pasa con el apoyo chino a la economía cubana y de Rusia y Venezuela.
Trump nos anuncia la llegada a Marte… pero en la práctica el “club” espacial se ha agrandado: Rusia, China, Japón, la Unión Europea y hasta la India llevan a cabo misiones tripuladas y no tripuladas. Estados Unidos avanza en la privatización de su carrera espacial, pero hasta ahora no ha significado logros espectaculares en relación a las otras potencias.
Anuncia Trump que él viene a reclamar el lugar que le corresponde a EEUU por ser “el país más grande”, y el más poderoso, aunque hay que avisarle que el país mas grande, dos veces Estados Unidos, es Rusia. “Inspirando la admiración en todo el mundo”. Se ve que Trump no pregunta mucho “en todo el mundo” qué se opina sobre los EEUU.
Para finalizar este escueto análisis, debemos preocuparnos seriamente por dos frases contradictorias pero muy peligrosas al momento de referirse a América Latina. Trump anunció dos cosas ; primero, que va por capturar, reinvadir y retomar el Canal de Panamá (que obvio es decirlo pertenece a Panamá). Y, a la vez, señala cuando se refiere a América Latina: «No los necesitamos”.
Por si hubiera que aclararlo, la verdad es lo opuesto: obligado cada vez más al repliegue sobre sí mismo, el Imperio de Cleón I (perdón, nuevamente Trump) necesita cada vez más de América Latina. Mas aún, el destino de este Imperio tambaleante va cada vez –para bien o para mal– unido al de América Latina.
Repetirlo hasta el cansancio es imprescindible: la integración y unidad de políticas en América Latina resulta indispensable. Hay un imperio desesperado que viene por todo, y tiene los medios militares para causar mucho daño. El imperio de EEUU actúa como un tigre herido: a tontas y a locas tratando de sobrevivir.
En su locura el Imperio eligió a un megalómano como presidente, pero Cleón I no sabe que su suerte está echada.