Por Luciano Altamirano
La acción llevada a cabo en Plaza San Martín el día lunes 23 de marzo responde a una paradoja absurda. La Multisectorial La Plata, Berisso y Ensenada, que integran organismos como la Presidencia de la Federación Universitaria La Plata (FULP) y organizaciones políticas como el Partido Obrero y el PTS conmemoró el Día de la Memoria prendiendo fuego una representación del Jefe del Ejército, César Milani y de la presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
En estas acciones cohabitan ideas completamente contrapuestas: se conmemora una fecha del horror, pero se prende fuego el pañuelo blanco de las Madres. Ni en la noche más oscura de los años neoliberales ocurrió semejante cosa. Lo sucedido sorprende al sueño más perfecto de los fascistas argentinos, al lado de quien han quedado las organizaciones que participaron de semejante atrocidad.
Ostentando en sus banderas la defensa del pueblo y de los trabajadores, queman un muñeco de Hebe de Bonafini, para conmemorar los terribles años de la dictadura más sangrienta y criminal que se tenga recuerdo. Casi un ejercicio de coherencia, marcharon junto a las patronales por la 125, ¿por qué no habrían de emprenderla contra Hebe?
El fuego tiene una semántica particular: es determinante. Lo usó la inquisición como método para “purificar” el alma del hereje. Lo usaron los milicos para incendiar los libros, para borrar sus crímenes en los Centros de Detención. El fuego es, sin lugar a dudas, la metáfora de lo irreversible. El fuego no te deja volver atrás.
El 23 de marzo de 2015 hubo en la Plaza San Martín de la Ciudad de La Plata un fuego frío. No quemaron a Hebe, nublados de su propia lógica, intentaron hacer arder su concepto. Hoy se contorsionan en explicaciones para deslindar responsabilidades, enredándose en devaneos ideológicos que atrasan cincuenta años. Pero en la memoria del fuego, sus caras y banderas se iluminaron sin inmutarse.
Prendieron fuego un muñeco, paradójicamente los incinerados son ellos.
Es la política de este proyecto la que deja off side a estas organizaciones que se ven ya sin argumentos de confrontación, tal su existencia. Sin argumentos que fundamenten su supuesta lucha en las calles, son los números los que los incineran en su soberbia. Son los 564 represores juzgados, los 270 acusados que esperan su sentencia, son la derogación de las las leyes de obediencia debida y Punto Final. Esa es la verdad que arde como fuego.
La única verdad es la realidad, y desde que Néstor Kirchner bajó los cuadros de los represores en el Colegio Militar de la Nación, los 24 de marzo se han vuelto un lugar incómodo para quienes no hacen el ejercicio de entender a la política como una herramienta de transformación. Cada vez más gente en las plazas eligiendo celebrar el amor y la memoria, como componentes indisolubles de las naciones libres, justas y soberanas.
Seguiremos acompañando a Madres y Abuelas en su lucha, hasta que todos los represores y los cómplices civiles sean juzgados. Seguiremos en las calles, pidiendo más memoria, más verdad y más justicia siempre. Porque los pueblos que olvidan son aquellos que repiten sus errores, con los saldos más dolorosos.
El amor derrota al odio, siempre.