Por Stella Calloni
Ante la instalación de la nueva Asamblea Nacional, el pueblo venezolano debe mirarse en el espejo de Argentina, que desde la asunción del derechista empresario Mauricio Macri, está bajo un “gobierno de facto” el cual, desconociendo la facultad constitucional de convocar al Congreso de la Nación, gobierna por decreto.
Cada Decreto de Necesidad y Urgencia (que en ninguno de los casos merece esta calificación, porque no hay necesidad ni urgencia) es un mazazo contra las mayorías, contra el pueblo. Un pueblo que votó después de doce años de una campaña sucia nunca vista en esa dimensión de mentiras, falsedades y denuncias proferidas a través de los medios masivos de comunicación, parte indivisible del poder económico criminal y pro dictatorial.
El Grupo Clarín (con sus más de 230 canales de cable), La Nación, Infobae, Perfil, Crónica TV, los canales de cable, de aire, radios, medios impresos en todo el país y portales web manejan mayoritariamente la información, mejor dicho, la desinformación contra todos los gobiernos populares de la región. Ahora se quedan con todos los medios estatales y acabarán con las licencias de radios y TV comunitaria. Nos dejan sin voz.
La guerra psicológica (mediática) es una de las armas más importantes de la contrainsurgencia –que son las formas ilegales de lucha que utiliza Estados Unidos contra nuestros gobiernos y pueblos– y no sólo preparan los golpes de Estado, sino también las guerras coloniales que en este siglo XXI han producido un genocidio tras otro y lo siguen haciendo.
La guerra psicológica (mediática) es una de las armas más importantes de la contrainsurgencia, que son las formas ilegales de lucha que utiliza Estados Unidos contra nuestros gobiernos y pueblos.
Esa oposición, que en sus intentos golpistas en Venezuela dejó destrucción y muerte y que en estos tiempos, respondiendo a los proyectos externos imperialistas, actuó en la guerra económica, entregó miles de toneladas de alimentos, productos y medicamentos al enemigo externo, llámese paramilitarismo o empresariado colombiano, actúa para destruir el enorme proyecto que produjo la llamada Revolución Bolivariana.
Nunca se vivió un período igual. Lo saben en los barrios, en las zonas campesinas, lo saben los que aprendieron a leer y escribir, es decir, a defenderse, lo saben el pueblo que recuperó sus derechos como nunca antes había sucedido y en lo cultural, el avance más grande en la historia de ese país. Cuando vemos como uno de los símbolos a la orquestas de niños y juveniles que han hecho conocer a Venezuela en el mundo entero, nos sentimos todos orgullosos del lugar adonde llegó el país hermano.
Cuando se inaugura la vivienda número un millón en ese país, nos preguntamos, queridos hermanos venezolanos: ¿creen ustedes que estos que se prestaron para incendiar Venezuela desde 2002 en adelante, para detener este proceso en favor del pueblo, tienen algún interés en que todo lo mejor que se ha logrado se mantenga o mejore?
La carta escrita recientemente por el golpista Leopoldo López, de la que tomo sólo un párrafo, dice: “Los diputados de la Unidad, pero en especial quienes conformen la Junta Directiva de la nueva Asamblea Nacional, tienen un mandato claro: conducir con urgencia un proceso de cambio profundo, constitucional y democrático. La dictadura (así le llama el golpista Leopoldo López al gobierno de Venezuela) hoy está debilitada, pero aún vivimos en ella, y nuestro pueblo votó para cambiar este sistema que lo oprime, que lo humilla y que imposibilita que pueda encontrar las soluciones a sus problemas más sentidos. Es nuestra obligación seguir debilitando a este régimen usurpador y no darle respiro. Si Maduro y el resto de las cabezas de los poderes secuestrados por una élite corrupta y antidemocrática torpedean el cambio, desconociendo por la vía de los hechos los resultados del pasado 6D, pues habrá que removerlos. Desde 2014 venimos sosteniendo que La Salida (el plan golpista violento que él mismo dirigió) a este desastre debe ser por la vía constitucional lo más rápido posible. Ahí están los mecanismos constitucionales para hacerlo”.
López es clarísimo. Llama a seguir debilitando al gobierno. Admite que ha trabajado para esto y además convierte una elección legislativa, en una especie de “orden” para intentar deponer al gobierno. Cuando los republicanos ganaron las elecciones legislativas y se transformaron en mayoría en el Congreso de Estados Unidos, ¿se suponía que debía renunciar el presidente Barack Obama? Sabemos que no. Cuando en el año 2009 la oposición le ganó en legislativas al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, se habló de lo mismo, que iba a sacar a la mandataria. La Presidenta, dos años después (en 2011), accedió a un nuevo mandato por más del 54% de los votos. Recuerden todo esto.
López habla del “cambio”. Lo hacía Macri, cuya mayor promesa de campaña fue intervenir contra el gobierno y el pueblo venezolano, con un mensaje también para Cuba.
El “cambio” que ofrece López lo estamos viviendo en Argentina. Las medidas tomadas por “el gobierno para el cambio” de Macri impusieron el gabinete de los gerentes y asociados a empresas extranjeras, en todos los casos, el más pronorteamericano en la historia Argentina, comprometido y dependiente de Washington y dejando también una parte para Israel en Derechos Humanos, en Medio Ambiente y en otros cargos secundarios.
Washington instaló en áreas estratégicas (Política Exterior, Seguridad, organismo Anticorrupción) a personajes como Susana Malcorra, Patricia Bullrich y Laura Alonso, pertenecientes a Organizaciones No Gubernamentales (ONG), ligadas a la inteligencia estadounidense que actuaron contra Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y especialmente en la destrucción de la unidad latinoamericana, sin la cual será difícil resistir al proyecto de recolonización continental que se propone Estados Unidos.
Estas Fundaciones de la CIA y, en el caso argentino, los “Fondos Buitres”, a los que tan enérgicamente denunció el gobierno de Fernández de Kirchner, en lo que fue apoyada por Naciones Unidas y los países víctimas de esa mafia criminal que nos amenaza a todos, repartieron –y siguen repartiendo– millones de dólares para desviar los procesos electorales.
No son los gobiernos los que cometen fraude electoral, sobre todo los gobiernos que con toda razón y dignidad defendieron el derecho a la emancipación definitiva y construyeron el sueño de un continente libre con decisiones propias, sino estas ”nuevas derechas”; ni siquiera las oligarquías del pasado. Derechas absolutamente mediocres, derechas mercenarias, pagas, ligadas a lo más fundamentalista de la política estadounidense.
Macri, como figura en cables de wikileaks publicados en Argentina, se presentó a la embajada de Estados Unidos en 2007 para poner a su disposición el “único partido creado para negocios y el Mercado” (el suyo), y en 2008 no tuvo empacho en ir a reclamar que Estados Unidos no estaba haciendo lo suficiente para derrocar a la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el primer intento de golpe contra esta que fue el famoso “paro del campo”. Hay que añadir que Macri y sus equipos de gobierno pertenecen a la Fundación Pensar, dependiente de la ultraderechista Heritage de Estados Unidos. Podemos decir, sin lugar a equivocarnos, que el gran “cambio” en Argentina es un “golpe blando” que no puede continuar sin represión y sin injusticia contra el pueblo.
De hecho, para que lo sepa el pueblo venezolano, la persecución ya está. Estamos viviendo un momento similar al golpe de Estado que derrocó en 1955 al general Juan Domingo Perón cuando encabezaba un segundo mandato y había sido elegido por más del 60% de los votos.
La llamada Revolución Libertadora, que se había iniciado con un bombardeo de la Marina sobre la Casa de Gobierno en junio de ese año, que dejó miles de víctimas, y que nadie quiere recordar, menos Macri, terminó llamándose popularmente la ”fusiladora”, porque fusiló a un grupo de civiles y militares rebelados contra la brutal persecución que se originó.
El peronismo fue prohibido durante años. Se podía ir preso por una fotografía de Perón o Evita, que el pueblo atesoraba en sus humildes casas. Como ahora, cada ministerio recibió la orden de acabar con todo lo que fuera peronismo (kirchnerismo). Miles fueron despedidos y perseguidos. Y preparan lo mismo ahora.
La cantidad de decretos emitidos por el gobierno y cada ministerio cambiaron la historia en días, favoreciendo a los sectores de mayor poder adquisitivo, a los bancos, a la especulación financiera, al “mercado”. La devaluación se llevó más del 40% de los salarios y ya hubo advertencia del ministro de Hacienda de que los gremios no deben negociar salarios “poniendo en peligro los empleos”. Chantaje lo llaman los sindicalistas. Anuncian aumentos de luz, impuestos municipales, de gas y otros, mientras ya en días han endeudado el país en millones y millones de dólares, condicionándonos e hipotecando nuestro futuro. Ya están tomando ex centros clandestinos de detención y apartando a los organismos de derechos humanos que los había transformado en museos para la memoria. Sólo pasaron treinta días y, como en cualquier dictadura militar, todo se hizo y se hace bajo decretos. Esta es la “democracia pro USA” de Macri.
Los ministerios han pedido los expedientes no sólo de tres años a esta parte, y se preparan para despedir a miles, pero solicitan el agregado de la pertenencia política del trabajador o empleado. Si esto no es persecución política descarnada, ¿qué es?
Tienen a su favor los medios hegemónicos, que les aseguran impunidad mediática, y a una Justicia nunca democratizada que salvo dignidades especiales de muchos jueces –ahora también perseguidos o señalados– juega a favor de los grandes poderes fácticos.
¿Ustedes imaginan la destrucción de todo lo que se creó en Venezuela para favorecer a las mayorías en todos estos años? ¿Imaginan la destrucción social, política, económica y cultural? Estados Unidos necesita acabar con el gobierno de la llamada Revolución Bolivariana, porque está seguro de que si Venezuela cae en sus manos caerá América Latina y caerá el sueño ya encaminado de la unidad continental, la única defensa, para no transformarnos en colonias.
Aquí se están cerrando radios, medios, programas culturales, y, como está sucediendo, sólo quedará la calle, donde en diciembre pasado ya se reprimió brutalmente una protesta de trabajadores despedidos. Los organismos de derechos humanos están en peligro de desaparición y la llamada “corporación judicial” trabaja activamente para que nada quede en pie. Hace pocos días se oficializó por otro decreto el cierre de los organismos que debían trabajar por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la más democrática de las leyes, escrita por Universidades, profesionales, organismos sociales de todo el país, sólo para favorecer al Grupo Clarín y los monopolios mediáticos.
También mediante otro decreto Macri disolvió la Comisión de Planificación y Coordinación Estratégica del Plan Nacional de Inversiones Hidrocarburíferas y derogó gran parte del articulado de los Reglamentos. Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), como otras empresas estatales recuperadas, volverán a privatizarse. Van a destruir el Estado con un programa de neoliberalismo tardío, que sólo traerá destrucción y muerte.
El gobierno “manu militari” impide la entrada de los trabajadores del Centro Cultural Néstor Kirchner, como impidió a los directivos y trabajadores de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) entrar a su sede, violentando toda legislación.
Nuestros países, y América Latina en general, han dado pasos gigantes en la integración, odiada por Washington y las derechas, menospreciada por algunas izquierdas (¿serán de izquierda?), después de que los gobiernos del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) dijeran que no a la colonizadora Área para el Libre Comercio de las Américas (ALCA) en aquel memorable mes de noviembre de 2005. Eso fue a pocos días de otro hecho histórico, la elección de Evo Morales en Bolivia, el primer presidente de los pueblos originarios quinientos años después de la colonización brutal del imperio español, a lo que llamaron “conquista”.
Hemos vivido uno de los períodos más extraordinarios en la vida aún dependiente de Nuestra América, con gobiernos y pueblos que desafiaron al imperio que hoy intenta expandirse globalmente, destruyendo todo a su paso. Todo eso lo hemos vivido juntos, cómo los pueblos vivieron en las calles y las carreteras la inmensa rebelión antineoliberal de los añosnoventa y principios de 2000, cuando Estados Unidos comenzaba su proyecto de expansión mundial, que subordinaría a Europa hasta llevarla a la situación actual y convertir a sus países en una especie de Estados “libres” asociados y, por lo tanto, profundamente dependientes.
Después de los genocidios cometidos por las invasiones estadounidenses, los golpes de Estado, los saqueos desde fines del siglo XIX, por primera vez habíamos logrado tener voz propia y decisión en muchísimos temas.
Hugo Chávez Frías se convertiría en el gran líder de la integración y de la solidaridad, con el ejemplo de la heroica Cuba, que acaba de llegar a sus 57 años de existencia y de resistencia de una Revolución en un pequeño y moralmente inmenso país, sitiado desde hace más de medio siglo.
El cambio verdadero fue lo logrado por estos gobiernos. Los pueblos de América, que con tantos obstáculos y dificultades priorizaron estos gobiernos, nacidos al calor de la lucha popular, no pueden olvidar sus derechos ganados. Los errores se modifican en el camino justo, no entregando el país a otro período de dominación y saqueo.
No permitan que estos miserables como Leopoldo López, quien sigue llamando a derrocar al presidente Nicolás Maduro, avancen hacia el “sueño norteamericano”, porque si cae Venezuela cae todo. En todo este tiempo, Estados Unidos estuvo preparando su invasión silenciosa, sembrando de Fundaciones y Organizaciones No Gubernamentales en nuestros territorios (y también de bases militares y de espionaje). Y si Evo Morales pudo sacarlos legalmente de su país, por la violencia de la constante injerencia que ejercían sobre el pueblo boliviano, ¿por qué tardamos tanto en hacerlo todos?
Tenemos una oportunidad histórica. No dejemos que destruyan lo que costó construir sobre tanta muerte, desolación, depredación, durante siglos. Venezuela fue un faro de solidaridad en estos años y ahora todos juntos debemos impedir la gran traición. No al golpismo electoral y legislativo (como en Honduras y Paraguay). No a una derecha cómplice de un proyecto imperial, que avanza sobre el mundo como un elefante en un bazar, destruyendo todo a su paso. El mundo ha recuperado su equilibrio, lo estamos viendo. No estamos solos, ni perdidos. SÍ SE PUEDE.