Por Héctor Bernardo
La IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) dejó mucha tela para cortar. La ausencia del presidente argentino, Mauricio Macri, la propuesta del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, de que esta entidad reemplace definitivamente a la Organización de Estados Americanos (OEA), la intervención del presiente de Colombia, Juan Manuel Santos, quien remarcó los avances en los diálogos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), y la declaración del presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, al destacar que no “sólo se alcanzará la paz en la región a través de la justicia social”, configuran algunos de los puntos altos en el espacio de diálogo más importante que han generado los países de la región en las últimas décadas.
Para comprender cómo se llegó a esta IV Cumbre vale la pena hacer un breve recorrido sobre el surgimiento y las características de la CELAC.
El camino de la unidad
A comienzos del XXI surgieron y se consolidaron en la región una serie de gobiernos populares que representaban los legítimos intereses de sus sociedades. En 1998, Hugo Chávez ganó las elecciones en Venezuela; en 2003, Luiz Inácio “Lula” Da Silva se impuso en Brasil; también en 2003, Néstor Kirchner triunfó en Argentina; Michelle Bachelet logró la victoria en Chile en 2005; ese mismo año, Tabaré Vázquez ganó las elecciones en Uruguay y Evo Morales lo hizo en Bolivia; Rafael Correa, en Ecuador en 2006; y Daniel Ortega logró que en 2007 (luego de 17 años) el Frente Sandinista volviera al Gobierno de Nicaragua.
Todos estos líderes tenían una serie de objetivos en común. Uno de los principales: darle forma al sueño de la Patria Grande.
Mediante un trabajo arduo comenzaron a materializar espacios que representasen los intereses económicos, sociales y políticos de la región. Fue así como se le dio un nuevo direccionamiento al Mercado Común del Sur (MERCOSUR), que había sido creado en la década del noventa, pero con una lógica sólo económica que dejaba de lado lo social y lo político. Luego surgieron la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), establecida en 2004; la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), creada en 2008; y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), fundada en 2010.
La CELAC puede ser considerada hija del Grupo de Río y de la Cumbre de América Latina y del Caribe (CALC). En febrero de 2010 vio la luz en México. En 2011, la Venezuela de Hugo Chávez celebraría la primera de las Cumbres de este nuevo espacio de integración, y la II Cumbre se desarrolló en Cuba, lo que también fue una señal de las características de este nuevo espacio. La III Cumbre, desarrollada en Costa Rica, pasó sin penas ni glorias, pero la IV Cumbre, que tuvo lugar recientemente en Ecuador, volvió a mostrar la importancia de este espacio.
Tal vez, la característica más destacada de la CELAC es que está compuesta por todos los países del continente con las excepciones de Estados Unidos y Canadá. La diferencia con la OEA, que por momentos se convirtió en un espacio que respondía únicamente a los intereses de Estados Unidos, se ha hecho cada vez más notoria.
Argentina fuera del mundo
No es ninguna novedad que el Gobierno de Mauricio Macri ha decidido dar un giro de 180 grados a la política internacional de Argentina, dejar de lado la construcción regional y alinearse totalmente con los intereses de Estados Unidos e Israel.
En cierta forma, Macri ya lo había anunciado durante su campaña electoral. Entre las pocas propuestas que se le escucharon, estuvieron las de atacar al Gobierno de Venezuela al pedir que se le aplique en el MERCOSUR la “Cláusula democrática” (lo cual representa los intereses de Estados Unidos), y dar de baja el Memorándum de Entendimiento con Irán (alineándose con los intereses de Israel).
Otro signo de cuál es la visión de la política internacional del nuevo Gobierno es la designación de Susana Malcorra al frente de la Cancillería argentina. No son pocos los que señalan que esa designación (y la de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich) no fue decisión del presidente Macri, sino una imposición de la Embajada de Estados Unidos. No sería de extrañar que fuera así, dado que el propio Macri ya había hecho declaraciones en ese sentido cuando tuvo el escándalo por la designación como jefe de la Policía Metropolitana de Jorge “El Fino” Palacios (involucrado con el encubrimiento en el atentado a la AMIA y con el escándalo por las escuchas ilegales).
Cuando Macri asistió al programa “Tres Poderes” (emitido por el canal América TV, el 23 de noviembre de 2009), al ser consultado por la designación de Palacios dijo: “Fuimos a la Embajada de Estados Unidos y a la de Israel y le dijimos: ‘Queremos que nos recomienden cuál es el mejor policía’, y los dos, sin hablar entre ellos, dijeron: ‘El señor Palacios’”. Luego, el actual presidente remarcó: “Fue una recomendación de dos servicios de inteligencia extranjeros”, refiriéndose a la CIA y el Mossad. Con estas declaraciones, Macri demostró el nivel de sumisión que tiene a estas dos potencias internacionales y a sus agencias de inteligencia.
Como si esto fuera poco, un reciente artículo del reconocido periodista Walter Goobar, publicado en el periódico Miradas al Sur y titulado “Los secretos de la canciller Malcorra”, señala que la actual titular del Ministerio de Relaciones Exteriores está sospechada de ocultar abusos sexuales perpetrados por las fuerzas de paz en la República Centroafricana. Goobar cita una investigación interna de Naciones Unidas, en la que se revela “el nefasto papel jugado por la actual canciller argentina, Susana Malcorra, cuando se desempeñaba como jefa de Gabinete del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. El veredicto de un panel de tres jueces independientes nombrado por Ban Ki-moon –al que ha tenido acceso Miradas al Sur– responsabiliza a Malcorra –entre otros funcionarios de alto rango– del ocultamiento de un caso de abuso sexual a menores perpetrado por Cascos Azules de la ONU y de la persecución sufrida por el funcionario sueco Anders Kompass, quien filtró la noticia a las autoridades francesas para poner fin a los abusos”.
El actual presidente argentino y su canciller han decidido pelearse con los países de la región, empezando por Venezuela; asistir a la reunión de DAVOS y no a la Cumbre de la CELAC; intentar reflotar el proyecto del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) impulsado por la Casa Blanca y rechazado en 2005 por todos los Gobiernos populares de la región; hablan de luchar contra el narcotráfico y pretenden sumarse a la Alianza del Pacífico, donde están países como México, Colombia y Perú (los mayores exportadores de droga de la región); y pretende alinearse de forma totalmente sumisa con Estados Unidos e Israel, países que en el concierto mundial han quedado cada vez más aislados (un claro ejemplo de ello es la última votación en Naciones Unidas contra el bloqueo a Cuba, en la que 191 países votaron en contra y sólo Estados Unidos e Israel votaron a favor). Todas posturas que representan un discurso retrogrado que fracasó en los noventa y que llevó a Argentina a un aislamiento regional que costó años revertir.
La CELAC, este espacio que Macri parece despreciar (probablemente porque Estados Unidos no participa de él), emitió declaraciones a favor de Argentina en el conflicto con los Fondos Buitres y en el reclamo nacional por Malvinas. Mientras los pueblos de América Latina buscan sus raíces y se enfrentan a las nuevas formas de colonialismo, la Argentina de Macri y Malcorra se aísla de los intereses de la región, deja de lado los sueños de la Patria Grande y sólo espera cumplir con satisfacción los deberes que le indiquen desde la Washington.