Por Carlos Ciappina
Hace setenta años se produjo el primer triunfo del peronismo. Más allá del profundo significado simbólico del triunfo electoral (que habilitaba el gobierno que cambiaría, literalmente, la Argentina), es un ejercicio interesante señalar algunas de las particularidades de aquella elección que inició la trayectoria democrático-popular del peronismo.
El llamado a elecciones
Las elecciones del 24 de febrero fueron el resultado directo de la jornada del 17 de octubre de 1945. Cientos de miles de trabajadores ocuparon durante todo un día no sólo la Plaza de Mayo, sino buena parte de la Capital Federal. La potencia transformadora y el impacto que tuvo la movilización popular opacó, en la reconstrucción histórica y en la memoria colectiva, el posterior triunfo electoral del 24 de febrero de 1946. Se han escrito cientos de libros sobre la jornada del 17 de octubre, pero mucho menos sobre la elección posterior.
todos los partidos “tradicionales” se unificaron en la autodenominada Unión Democrática: radicales, socialistas, el Partido Comunista y el conservadurismo liberal. Capitalistas y socialistas, la Sociedad Rural junto a la Bolsa de Comercio, la Unión Industrial y los sindicatos comunistas. Esta alianza de socios imposibles hizo su primer acto de campaña en el Luna Park.
Dos antagonistas se enfrentaron
Ese 24 de febrero de 1946 la polarización de la elección fue absoluta: todos los partidos “tradicionales” se unificaron en la autodenominada Unión Democrática: radicales, socialistas, el Partido Comunista y el conservadurismo liberal. Capitalistas y socialistas, la Sociedad Rural junto a la Bolsa de Comercio, la Unión Industrial y los sindicatos comunistas. Esta alianza de socios imposibles hizo su primer acto de campaña en el Luna Park: aunque parezca increíble, detrás de los oradores estaban las banderas norteamericana, británica y soviética, con enormes retratos de los primeros ministros británicos, los de Rooselvelt y Truman y el de Josef Stalin. No había retratos de los candidatos argentinos.
Frente a este conglomerado, se unía un amplio (aunque improvisado) frente nacional y popular constituido por los obreros y trabajadores de sindicatos tradicionales o “nuevos” que no querían seguir las directivas de sus dirigentes aliados a la élite. También los ciudadanos que se desprendieron de los partidos tradicionales y comprendieron la profundidad de lo que se avecinaba: los radicales de FORJA, los marxistas de Palabra Obrera, los comunistas que abandonaron el Partido Comunista Argentino, los socialistas que no entendían el contubernio de su partido con los conservadores, los anarquistas que veían en la movilización popular un aire nuevo, los comerciantes y pequeños y medianos industriales que pensaban que una política nacionalista los podría beneficiar.
Los medios de la época jugaron totalmente a favor del frente oligárquico
En un anuncio de los porvenir, resulta muy significativo ver el rol de los medios de la época (tanto extranjeros como nacionales) en la campaña electoral, y muy particularmente en los días de la votación y después. La prensa “independiente” de los Estados Unidos tenía muy claro su candidato: El New York Times del 1º de enero de 1946 afirma: “La más grande, mejor organizada y más agresiva fuerza fascista del mundo se concentra hoy en Buenos Aires”; el 11 de febrero retoma: “Argentina acusada! La negra perfidia de la patota fascista de Perón y toda su traición desenmascarada”. La revista Life (supuestamente de entretenimientos) decía que “Evita ocupaba en el régimen casi la misma posición que la mujer de Göring, también actriz, había ocupado en la Alemania nazi”. La revista Look señalaba en una crónica fotográfica “Perón, el Hitler del mañana”.
Los medios locales no le iban en saga: el sábado 23 de febrero el diario La Nación titula en tapa: “mañana votará el país por la libertad y la democracia”; el propio 24 de febrero (se permitía hacer campaña el mismo día) Clarín tenía en tapa en letras gigantes el nombre del candidato oligárquico: TAMBORINI; el diario Crítica publica esa noche: “Anticípase un aplastante triunfo de la democracia. En todo el territorio nacional se impuso la fórmula de la libertad”. El diario del Partido Comunista Orientación sostenía el 25 de febrero: “No opinamos lo mismo que los que opinan ingenuamente que el peronismo desaparecerá por esta derrota electoral”; y el día 26 (dos días después de la elección) el diario La Razón titula en tapa “Tamborini aún no ha elegido gabinete”.
El Libro Azul del Departamento de Estado norteamericano
Sólo trece días antes de la elección, el 11 de febrero de 1946, todos los representantes diplomáticos de América Latina fueron citados por Spruille Braden en Washington. ¿El motivo? Se les entregó a cada uno, para que lo remitieran a sus presidentes, un Libro Azul en donde se acusaba a Perón de pertenecer a una organización fascista, pro nazi y falangista que buscaba perpetuar el fascismo en América Latina. El texto era una compilación de rumores y verbos potenciales que no resistió ninguna constatación con la realidad; pero lo curioso es que los partidos de la Unión Democrática y los medios nacionales e internacionales lo tomaron como una verdad absoluta. La élite argentina estaba segura de su triunfo luego de esta declaración y denuncia nada menos que de la potencia triunfante en la reciente guerra. Los países latinoamericanos fueron mucho más reticentes: Spruille Braden quería que todos los países de América Latina condenaran a Perón de antemano, pero Brasil, Chile, México y Ecuador rechazaron el Libro Azul y la estrategia de aislamiento quedó en la nada.
El grado de temor, confusión y odio de clase que inspiraba el nuevo movimiento nacional liderado por Perón en la élite llevó, durante la campaña electoral, a situaciones que rozaron la caracterización de traición a la patria. El caso más bizarro fue la solicitud de intervención de la ONU en caso de triunfo electoral de Perón.
El candidato J.D. Perón responde con dos movidas de ajedrez: primero, publicando el Libro Azul y Blanco, que refuta la injerencia norteamericana y resalta la muy concreta práctica imperialista de los Estados Unidos. Y la segunda jugada es un eslogan que lanza un día después del Libro Azul: BRADEN O PERÓN.
Solicitud de intervención de la ONU
El grado de temor, confusión y odio de clase que inspiraba el nuevo movimiento nacional liderado por Perón en la élite llevó, durante la campaña electoral, a situaciones que rozaron la caracterización de traición a la patria. El caso más bizarro fue la solicitud de intervención de la ONU en caso de triunfo electoral de Perón. Decía el principal líder comunista Victorio Codovilla: “Aun en el caso problemático de que los peronistas consiguieran triunfar, las Naciones Unidas y su organismo de Seguridad Mundial contra la agresión no permitirán que se consolide en nuestro país una cabecera de puente del nazi-fascismo que podría convertirse en un foco de guerras de agresión en el continente”. El dirigente radical Roberto Levillier le escribe una carta a Spruille Braden. En ella sostiene: “No se trata de democracia o fascismo, trátase de guerra o paz… no es un asunto interno sino netamente externo. Para los nazis, Argentina sería un trampolín cómodo, bien situado a utilizarse para saltar y retornar un día victoriosamente a Europa”. Esa amenaza volvía deseable la intervención de la ONU en el país. Por suerte, los países miembros de la ONU no lo vieron del mismo modo que la oposición argentina.
El peronismo no tenía partido
Nunca en la historia se organizó tan rápidamente un partido para las elecciones. Cabe recordar que el “peronismo” no existía aún y que el candidato de ese frente nacional en ciernes no tenía partido propio. El 14 de noviembre de 1945 (tres meses antes de la elección) se funda el Partido Laborista como herramienta electoral. Así que Perón-Quijano (este último proveniente del radicalismo alvearista, devenido en radicalismo, Junta Renovadora) será la fórmula del partido Laborista.
Fue la última elección nacional en la que no votaron las mujeres
Todos los proyectos de voto nacional femenino habían fracasado por la férrea oposición de la política masculina. El 27 de febrero de 1946, tres días después de la votación (y cuando el recuento de votos recién comenzaba), una joven Evita de 26 años daba su primer discurso público: lo dirigió a las mujeres y prometió el voto femenino de llegar al gobierno el general Perón.
El recuento de votos duró cuarenta y dos días
Un aspecto poco recordado de esa elección fue el tiempo que se tomó el recuento de los votos. Tiempo que hoy sería inadmisible. Pero que Perón y Evita (en la quinta de San Vicente) lo tomaron con toda calma. Con el país divido en dos, la Justicia Electoral cerró el recuento de votos el 5 de abril de 1946. En ese mes y medio, las especulaciones fueron todas las imaginables, pero el resultado final fue absolutamente claro: Perón-Quijano 1.527.231 votos y Tamborini-Mosca 1.207.155 votos. Juan D. Perón llegaba al gobierno por primera vez.
Se comenzaba a cumplir la profecía de Scalabrini Ortiz del año 1940 al escribir esa obra maestra llamada Política Británica en el Río de La Plata: “Este libro mismo, y los que le seguirán, no son más que una parte, y muy pequeña, del gran movimiento de liberación que poco a poco germina en la conciencia argentina y que debe dar como consecuencia ineludible la fundación de una verdadera nación”.