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Hablemos de Clarín

Por Carlos Barragán

Tenemos que volver a hablar de Clarín. Porque la disyuntiva es: hablamos de Clarín o Clarín nos habla. Ellos mismos quisieron hacernos creer que estábamos obsesionados con un diario como unos loquitos, un diario, o una empresa que no tenía nada que ver con las cosas que ocurrían. Ellos mismos nos hicieron creer que el tema no es Clarín. Porque no sólo es real que este grupo de empresas con una terminal de medios que a su vez cuenta con decenas de repetidoras más o menos disimuladas por todo el país siempre tuvo que ver con lo que pasaba, sino que también tiene que ver con lo que ahora “nos” pasa. Vamos por partes.

Clarín no es solamente, como dice Víctor Hugo Morales, “el lado magnetto de la vida”, o “lo magnetto”, con minúsculas es lo correcto, porque el mismo VHM se encarga de aclarar que acá no se trata de un hombre sino de un aparato de poder. Ese aparato de poder inventa candidatos políticos, inventa líneas políticas, inventa casos judiciales, inventa enemigos de la sociedad, inventa el humor diario de miles de personas, inventa el sentido común de miles de personas, inventa de qué vamos a hablar ese día, inventa “cómo nos ven en el mundo”, inventa héroes y villanos, en definitiva inventa un universo completo donde sus palabras se traducen después en las acciones de un juez, de un político, de un grupo empresario, del dólar, de lo que sea. Porque Clarín, mientras con una mano escribe, con la otra mano maneja el poder real. Y esto, por supuesto, con la relatividad de caso, digo antes de que me acusen de creer que Clarín es la Matrix, o que ignoro que parte de su fuerza son las creencias o predisposiciones previas con que cuentan sus lectores y por otro lado la predisposición y posición histórica de sus socios. Pero hoy quería hablar de lo que Clarín está consiguiendo “en” nosotros, o en algunos de nosotros.

el Estado kirchnerista estuvo diseñado para ponerle límites al capitalismo despiadado, a los mercados que nos saquean, a los grupos concentrados, a los que generan pobreza y desigualdad.

La larguísima campaña contra el Estado que Clarín vino emprendiendo hoy se ve materializada por este gobierno. Fueron años en que machacaron con eso del Estado del despilfarro, los ñoquis, el aguantadero de la política, el clientelismo, los negocios turbios, la corrupción generalizada, la ineficiencia, y hay mucho más. Mientras el kirchnerismo estuvo en el gobierno, defendimos y contradijimos esa caracterización tan compatible y necesaria para los proyectos de derecha. Sin embargo, veo que hoy, cuando nos golpea la derrota y cuando el gobierno –una vez más– hace realidad los postulados de Clarín, muchos de nosotros adoptamos “lo magnetto”, diría VHM. Lo aceptamos y somos capaces de decir entre nosotros que bueno, la verdad era que había ñoquis, que hubo cosas que se hicieron mal, que tal licitación fue rara, que sí se bancaba tal o cual cosa, militancia, y clientelismo, y corrupción. Es una pésima noticia que terminemos creyendo que el gobierno nos castiga con razón. La derecha argentina, los hijos del poder, sus socios extranjeros, los capitales que los auspician, son los primeros ñoquis del mundo. Las únicas personas habilitadas para ganar millones sin producir un centavo. Sin trabajar. O fabricando pobres. Y los únicos que disfrazados de políticos convierten sus partidos en aguantaderos de CEO, empresarios turbios y lobbystas de ocasión. Los que sí pueden despilfarrar miles de millones de dólares entregándoselos a los fondos buitre. O a los sojeros. Porque supongo que habrá habido ñoquis y todo tipo de cosa mal hecha en el Estado kirchnerista, pero de ninguna manera fue una estructura diseñada para “el saqueo”. Debemos tener bien claro que la derecha destruye el Estado kirchnerista justamente porque estuvo al servicio de los trabajadores, de la industria nacional, de incluir a las minorías, de fomentar el consumo interno, de proteger a los más débiles, de nuestra soberanía. En definitiva, el Estado kirchnerista estuvo diseñado para ponerle límites al capitalismo despiadado, a los mercados que nos saquean, a los grupos concentrados, a los que generan pobreza y desigualdad. Debemos saber con total certeza que eso fue lo que ocurrió durante estos doce años: el Estado –con todas sus debilidades– logró aplicarle algunos controles a los capitales que hoy están en el gobierno. Y eso se logró a pesar de las fallas, de si hubo ñoquis, o si hubo casos de corrupción. No es por los defectos que hoy la derecha gobernante destruye el Estado. Lo destruye por sus méritos y no por sus fallas.

Clarín, que hoy está más fortalecido que cuando comenzaron los doce años de kirchnerismo, viene por todo y sobre todo por nuestras conciencias.

Clarín, que hoy está más fortalecido que cuando comenzaron los doce años de kirchnerismo, viene por todo y sobre todo por nuestras conciencias. Quieren –y veo con dolor que en algunos casos lo logran– que nos sintamos culpables de la persecución y el castigo que nos infligen. En algunos casos veo que logran que algunos de nosotros crean en la teoría de la revancha. Como si al dejarnos sin trabajo estuvieran cobrándose cuando el kirchnerismo los dejó sin trabajo “a ellos”. Y lo cierto es que todos conocimos trabajadores estatales antikirchneristas. Y lo digo con un poco de sorna: también en los medios todos los antikirchneristas pudieron trabajar tranquilamente, hasta ganando mejores sueldos que los de los oficialistas.

Estas líneas sencillas las escribo porque da mucha pena ver que algunos de quienes peleamos estos años para evitar el país que hoy se viene estén culposos, psicopateados, y creyendo que este retroceso brutal es culpa de “todo lo que hicimos mal”. Cuando en realidad la derecha nos mordió los talones todo el tiempo por las cosas que se hicieron bien. Ahora, estas horas horribles no son la revancha ni el castigo por nuestros pecados. Estas horas horribles son simplemente la manera brutal que tiene la derecha de recuperar sus privilegios históricos. Esos privilegios que perdieron (en parte) cuando tuvimos un Estado enfocado en el bienestar del pueblo. No pagar impuestos, llevarse el dinero afuera, no cumplir con las leyes, ser insolidarios, manipular el Poder Judicial, utilizar el Estado en su propio provecho, explotar al trabajador… esos eran sus privilegios y mientras los perdían intentaron cien veces echar al gobierno. Pero la democracia, esa democracia que detestan los privilegiados, les devolvió la posibilidad de recuperar lo perdido. Y eso es lo que ocurre, nada tienen que ver nuestros errores o nuestras faltas. Están acá para volver a ser los dueños de todo. Nos persiguen porque fuimos los únicos que conseguimos imponerles la ley y un sistema democrático inclusivo. Nos persiguen porque defendimos los intereses del pueblo que trabaja. No nos olvidemos de eso. Que Clarín no vuelva a confundirnos. Porque hay una certeza de la cual no podemos dudar: Clarín miente.