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La acción discursiva de Prat-Gay

Por Claudia Fino*

Decir que el lenguaje es ideológico es una obviedad, pero hoy parece ser el momento de reproducir, explicar y gritar obviedades. Cualquier tipo de discurso presume exclusiones y obstáculos, delimita identidades y, como proceso de la actividad social por la que se transmiten determinados saberes mediante la palabra y la simbolización, confecciona sentido no sólo por medio de la convención dada por el sistema lingüístico, sino también por un sistema de valores actualizado en lo discursivo.

La implementación de políticas públicas encaminadas hacia la inclusión social de la última década hizo que el campo de acción política se resignificara y, naturalmente, el nuevo discurso estatal-nacional-popular dominó sentidos y demandas tanto de movimientos como de opinión pública, y sobre ellos articuló hegemonía. Sin embargo, esta enunciación basada en la amplitud de derechos siguió conviviendo en un contexto de circulación de discursos discriminatorios que rechazaban, por ejemplo, planes, subsidios o asignaciones sociales, cooperativas y programas de ayuda social.

Esos discursos discriminatorios hoy, a pocos meses del inicio del gobierno macrista, reflotan junto al tsunami de desmantelamiento del Estado, de devaluación, de una política monetaria contractiva con un endeudamiento inquietante, con el fin de las retenciones al sector agropecuario y al minero, con la quita de los cupos a las exportaciones, la desregulación de los precios, la desarticulación de precios cuidados y la quita de los subsidios de los servicios públicos con el consiguiente aumento de las tarifas…

Esos discursos discriminatorios hoy, a pocos meses del inicio del gobierno macrista, reflotan junto al tsunami de desmantelamiento del Estado, de devaluación, de una política monetaria contractiva con un endeudamiento inquietante

En fin, un manual básico de una política económica neoliberal, que muestra una transferencia mayúscula de recursos de los sectores populares a los sectores más acaudalados. Déjà vu. Y, además, con el auxilio de una connivencia mediática cuyo discurso obsecuente, adulador y parcial hasta lo inverosímil pugna por cristalizarse y hacerse vigente en la construcción del sentido común.

Los discursos no se limitan a ser solamente síntomas de la realidad social, sino que también la producen, ya que tienen efectos en ella, tanto reproduciendo el statu quo como contribuyendo a su transformación. De ahí que su simbolización, su opacidad y los efectos que ocasionan en la realidad social fundamentan la necesidad de indagarlos analíticamente.

Basta un botón

El ministro de Hacienda actual, Alfonso Prat-Gay, resulta un epítome discursivo de la acción política y del formato ideológico del gobierno macrista. Si recorremos sus intervenciones verbales, aun antes de ser gobierno, en época de campaña electoral, nos encontramos con un habla en término de valores a la que no estábamos habituados o de la que nos habíamos desacostumbrado. Lengua de discriminación, amenazante, elitista, clasista, cínica, autoritaria.

Dijo: «Somos una Nación de cuarenta millones de habitantes con un nivel superior de educación todavía respecto de otros países de la región, que cada diez años nos dejamos cooptar por un caudillo que viene del norte, del sur, no importa de dónde viene, pero de provincias de muy pocos habitantes, con un curriculum prácticamente desconocido» (noviembre de 2015),

«Bueno, esta también es una pregunta que nos tenemos que hacer de cara al 2020. No vaya a ser que en 2020 estemos hablando del fulano de tal que vino de no sé… de Santiago del Estero… que no lo conocíamos, apareció de la nada y resulta que se quedó con todo el poder» (noviembre de 2015).

http://www.infobae.com/2015/11/06/1767908-el-video-alfonso-prat-gay-que-genero-polemica-las-redes-sociales

Desde el discurso se difunden e inscriben socialmente significados, conceptos, una semántica que se integra en un proceso ideológico, y, naturalmente, cuando proviene de lo institucional, de los representantes de la acción política, fija posiciones acerca de diversas temáticas, legitima esquemas de percepción y también un orden simbólico.

El orden simbólico de estas frases de Prat-Gay impone una forma de evaluar prácticas y creencias en las que, además de la escandalosa discriminación y el posicionamiento en una superioridad etnocéntrica porteña, desconoce lo básico del sistema democrático, en el cual los votantes no son cooptados simplemente, sino que tienen poder de decisión y eligen libremente a sus dirigentes

Uno de los componentes de la hegemonía discursiva, según Angenot, es el ego-etnocentrismo, por el cual genera un enunciador legítimo que determina la alteridad, en relación con un “nosotros”. La isotopía que introduce el enunciador configura su identidad y la de quienes se incluyen en ese “nosotros”. En el discurso de Prat-Gay, el “yo-nosotros” no es ni del norte ni del sur, es de una provincia de muchos habitantes (porteño), se diferencia y distancia de la figura del caudillo, es educado, profesional, tiene un curriculum apreciable, reconocido socialmente, y –naturalmente– es varón. Además, ese nosotros se deja cooptar cada diez años.

La puesta en escena discursiva de este sujeto plural que se atribuye derechos, que juzga y clasifica, es, sin dudas, polifónica, porque el “nosotros” que se deja cooptar es un nosotros de máxima extensión: “nosotros, los argentinos”; mientras que el porteñísimo, que tiene estudios (de Economía, en la Universidad Católica), que está preparado (maestría en la Universidad de Pensilvania), que es reconocido (fundó una empresa financiera de asesoramiento en el manejo de activos con Lacoste, y A. Fortabat fue su cliente) y apto para ser funcionario, es un “yo” con el que se identifica la doxa que rechaza a quienes no cumplen los requisitos de ese yo (la alteridad de provincia, sin título ni reconocimientos económicos y/o profesionales) y validan la discriminación, porque el dispositivo hegemónico es favorable a la clase dominante, cuyo modo de vida es deseable y fácil de sentirlo como provechoso.

La exclusión es explícita en la selección léxica, el otro es desconocido, sin nombre (“el fulano de tal”), de origen también desconocido (“no sé”, “de la nada”), de cualquier provincia (como Santiago del Estero), desconocido, además, para ese “nosotros” calificado para juzgar (“que no lo conocíamos”). El orden simbólico de estas frases de Prat-Gay impone una forma de evaluar prácticas y creencias en las que, además de la escandalosa discriminación y el posicionamiento en una superioridad etnocéntrica porteña, desconoce lo básico del sistema democrático, en el cual los votantes no son cooptados simplemente, sino que tienen poder de decisión y eligen libremente a sus dirigentes. Tampoco los dirigentes “se quedan con todo el poder”, a menos que se trate, obviamente, de un dictador.

Pero, a su vez, no menos grave, lo peyorativo de Prat-Gay hacia los caudillos y hacia las provincias reviste una ignorancia histórica de su propia genealogía. Es larga la lista de políticos –caudillos de provincias–, funcionarios y presidentes, que dirigieron nuestro país y que provenían de una oligarquía liberal, ideológicamente acorde al ministro de Hacienda actual.

Agresión y violencia instrumental

Hoy, ya ministro de Hacienda, Prat-Gay dijo: «No vamos a dejar la grasa militante, vamos a contratar gente idónea y eliminar ñoquis».

«Los ñoquis son parte de la herencia. Encontramos un Estado lleno de militantes. Queremos que al Estado no le sobre la grasa de los militantes».

«La basura no es nuestra, la dejó el kirchnerismo, pero no tenemos problemas en empezar a limpiarla» (enero de 2016).

http://www.infobae.com/2016/01/13/1782903-basura-grasa-militante-y-moria-casan-las-frases-mas-picantes-alfonso-prat-gay

«Hasta ahora estuvimos acomodando la basura, sin hacer lo que hicimos, era imposible arrancar; estamos en el precalentamiento y entrando a las gateras» (marzo de 2016).

http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-295238-2016-03-23.html

Los enunciados, repetimos con Bajtín, son eslabones que constituyen cadenas dialógicas, se reflejan entre sí, evocan y hacen eco de otros enunciados atravesados de conceptualizaciones y objetivaciones del mundo. Es decir que el acceso a una dimensión ideológica de lo que se representa en el discurso no se exhibe sólo en lo que refieren las palabras, sino también en las evocaciones, en esos ecos que configuran ideologemas compartidos por una doxa que sostiene los intereses de un grupo.

Grasa militante, lo que sobra en el Estado, ñoquis parte de la herencia, eliminar ñoquis, militantes, basura que dejó el kichnerismo, lo que hay que limpiar… Las expresiones nunca hablan de personas, las metáforas (ñoqui, basura) o las metonimias (grasa militante, grasa de los militantes) permiten no dar ese estatuto a los actores pertenecientes o no al kichnerismo. Sólo “militantes” puede referir directamente a personas, pero no en ese contexto lingüístico, donde se torna equivalente a basura, grasa, ñoqui.

Además de constituir una red semántica peyorativa como estrategia básica del discurso ideológico, que necesita la detracción del otro, y de ligarse al discurso más agresivo (que antes sólo circulaba en las redes de grupos opositores o en los comentarios de los usuarios en las publicaciones online), desde una dimensión performativa, establece una violencia mayor, porque esa polarización extrema –otro déjà vu– que retoma la visión del otro deshumanizado tan frecuente en la historia y en la literatura argentinas para identificar a la alteridad que estorba está en boca de una autoridad ministerial, cuyo lugar en el mercado lingüístico, es decir, en una situación oficial (en la que se ejercen necesariamente las relaciones de dominación lingüística), es el que “tiene tan claramente de su lado las instituciones, las leyes del mercado y todo el espacio social” que legitima y habilita no sólo la virulencia verbal, sino también los ideologemas asociados a la doxa, atestada de lugares comunes, presupuestos y máximas repetidas, que configura al kichnerismo como enemigo corrupto y ladrón, a la militancia como una actividad peligrosa y al gobierno de Cristina Kichner como un compendio de acciones políticas nefastas.

El ministro recurre a un discurso que sobredetermina lo que enuncia y niega, omite o pone en el lugar de lo inexistente cualquier atributo –ni siquiera positivo– neutral del gobierno de Cristina Kichner.

Esta estrategia de demonización se sostiene en la repetición del discurso de cada uno de los actores políticos del gobierno actual (y, también, de todas las figuras mediáticas y del periodismo obsecuentes) hasta el cansancio.

Las prácticas discursivas del macrismo construyen y establecen un orden del discurso, naturalmente basado en relaciones de poder, que se extiende e intenta cristalizar un régimen de visibilidad y de existencia política en el que, mediante la agresión y la violencia instrumental discursiva, el fin no es otro que la aniquilación del dominio simbólico del kichnerismo. Sin filtro, se persigue el conflicto, la detracción, y se busca homogeneizar retóricas y tópicos que desfiguran y transforman, en la práctica discursiva, lo mejor en lo peor, lo justo en lo injusto.


* Profesora en Letras (UNLP), docente adjunta de la cátedra de Lingüística e investigadora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Jefa de Trabajos Prácticos de la cátedra de Introducción a los estudios del lenguaje y la comunicación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP. Docente de Literatura, Teorías del arte I y Teorías de la Percepción y Comunicación en la Escuela de Teatro de La Plata.