Por Stella Calloni
El momento en que lo dijo es clave, porque estaba en proceso de redefinir la posición de Washington en la región. Parte de esto también fue su visita a Cuba, que está en el mapa de la “readecuación” imperial para el control de toda la región.
El pueblo, mayoritariamente, y el gobierno de Cuba tienen el derecho a la duda sobre las intenciones reales de Obama. Nadie olvida que, al anunciar en diciembre de 2014 el reinicio de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, sostuvo que su país había gastado millones de dólares para cumplir con un objetivo; aunque no lo dijo, se refería al derrocamiento de la Revolución Cubana, que los desafía desde enero de 1959, a solo noventa millas de distancia por mar.
Aunque diplomáticamente no mencionó ese “objetivo” incumplido, era obvio que se estaba refiriendo a un cambio de estrategia. Sin duda, ante el fundamentalismo de los sectores políticos del Tea Party, que no tienen diferencia con el famoso y nunca olvidado modelo de terror denominado Ku Klux Klan, la acción de Obama estaría destinada a cumplir con aquel viejo objetivo, pero “desde adentro”.
Al mismo tiempo, su ofensiva contra los países “insumisos” de América Latina intenta demoler la solidaridad continental de los nuevos tiempos, en que América Latina encontró su propio pensamiento contrahegemónico como el bolivarismo, que le permitía regresar a las fuentes, lo que hizo posible romper el aislamiento en que Estados Unidos mantenía a Cuba.
Por supuesto que no puede soslayarse la larga lucha de resistencia de Cuba, que lentamente iba debilitando el aislamiento, pero fue en tiempo de la integración latinoamericana en este siglo cuando la arremetida emancipatoria de América Latina hizo regresar a Cuba a los organismos regionales, en un plano de igualdad y respeto.
La visita de Obama a Cuba, después de un año de fuertes negociaciones entre ambos países, habiendo logrado instalar las embajadas ausentes en más de medio siglo de ruptura, fue un paso importante. Sin embargo, mientras Estados Unidos no levante el bloqueo ni devuelva el territorio ocupado con una base militar en Guantánamo, no podría concretarse una relación más profunda entre ambos países. Aun así, la visita de Obama a Cuba, el primer presidente estadounidense en 88 años, fue un desafío para unos y otros.
Los fundamentalistas halcones de Washington, enfurecidos por estos pasos de Obama, no entienden de sutilezas como las acciones de James Carter en los años 70, tanto en el tema de derechos humanos durante las dictaduras del Cono Sur como la firma del Tratado del Canal de Panamá con otro ”hereje” como el general Omar Torrijos.
Donald Trump es la cara impresentable de una buena parte de la sociedad estadounidense, la brutalidad del capitalismo en decadencia, la perversidad primitiva, que se expresa con toda impunidad, sin sutileza alguna. Nada de la seducción del sonriente Obama, en cuyo discurso, la ambigüedad, e incluso la perversidad capitalista, se diluye en cierto encantamiento de la palabra académica.
[quote_right]Es Obama el presidente que en Argentina respaldó los cien días de un gobierno que en horas había comenzado la demolición de un país, a decretazos, autoritariamente, ignorando las propias reglas de la “democracia” burguesa.[/quote_right]
Es Obama el presidente que en Argentina respaldó los cien días de un gobierno que en horas había comenzado la demolición de un país, a decretazos, autoritariamente, ignorando las propias reglas de la “democracia” burguesa. Cien días de una destrucción huracanada, donde los despidos masivos, las medidas descarnadas e inhumanas se aplican violando la Constitución y las leyes, en un esquema de “rápido y furioso” que no tiene antecedentes en nuestra historia.
En las últimas semanas, Obama dejó establecido ante el mundo que Washington tenía dos aliados de privilegio: el canadiense Justin Trudeau y el argentino Mauricio Macri. El presidente estadounidense llegó aquí en una fecha muy especial como era el 24 de marzo, cuando los organismos de derechos humanos realizan una cantidad de actos y una gran marcha en todo el país, para rendir homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado que se impuso a partir del golpe militar en 1976.
Fue una de las dictaduras de Seguridad Nacional –no nuestra, sino de Estados Unidos, en el siniestro esplendor de la “guerra fría”– que se sembraron en todo el Cono Sur, impuesta y sostenida por Washington, utilizando el esquema de «guerra contrainsurgente urbana» que Francia heredó al Comando Sur estadounidense.
En sus discursos, Obama intentó dar por finalizada la “guerra fría”, cuyos elementos continúan en las sombras del Pentágono, y se escenifica en nuevas guerras coloniales donde también el enemigo interno es el pueblo.
Macri y su gabinete, todos ellos, no sólo son gerentes de transnacionales o grandes bancos, sino integrantes y militantes de fundaciones y organizaciones no gubernamentales, que dependen de las grandes fundaciones de la CIA, la Oficina Nacional de Seguridad de Estados Unidos y el propio Pentágono.
Estas están financiadas, a su vez, por republicanos y demócratas, por los fondos buitre y lobbys que manejan, junto a las transnacionales más grandes del mundo (Grupo Bilderberg), todas las redes del control mundial.
Precisamente, los acuerdos firmados en cancillería entre los gobiernos de Argentina y Estados Unidos nos pusieron rápidamente en la órbita de la dependencia absoluta nuevamente.
Por eso los ataques, previos a su llegada a la presidencia, de Macri contra Venezuela, uno de los países más castigados por la ofensiva imperial, que alcanza asimismo a Brasil, a Bolivia y Ecuador. Y también con el tema de Irán, que los republicanos e Israel quieren mantener abierto en Argentina.
Más allá de los esfuerzos por ganarse la voluntad de organismos de Derechos Humanos, apareciendo como un defensor de los mismos –lo que es poco creíble después de ver lo sucedido en Guantánamo, Afganistán, Irak, Libia, Siria y el mundo en general– y prometiendo la desclasificación de archivos, Obama tuvo una respuesta impactante del pueblo argentino en la gigantesca marcha del 24 de marzo.
Allí se expresaron los organismos ante los débiles ensayos por tratar de convencernos de que había que dejar “el pasado detrás” (Memoria, Verdad y Justicia) y mirar al futuro.
La imagen de Macri junto al presidente estadounidense, caminando solitarios por los paredones del Parque de la Memoria, contrastó claramente con lo sucedido en las calles de Buenos Aires y de todas las capitales del interior del país. Obama estuvo lejos de convencer a los “vencidos”.
Vino a respaldar políticas destructivas, como antes Washington respaldó a las dictaduras. “Hágalo rápido”, dijo Henry Kissinger a los asesinos de la dictadura militar argentina que debían exterminar toda posible resistencia en los tiempos del mundial de fútbol de 1978.
No tengo muchas dudas de que los equipos de asesores de las fundaciones como Pensar, la National Endowment For Democracy (NED), la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) –que opera desde la embajada–, fueron los que trazaron el plan de “rápido y furioso” actual, para actuar desde el primer minuto con que Macri inauguró su gobierno.
En pocos días, mediante los famosos Decretos de Necesidad y Urgencia, el presidente argentino hizo el “trabajo” primero de demolición del Estado y de los mejores logros de la última década.
El reconocido periodista e investigador norteamericano Greg Palast (BBC y The Guardian, entre otros medios), de alguna manera, atribuyó la visita de Obama también a la necesidad de respaldar y fortalecer la negociación argentina con los fondos buitre, como NML de Paul Singer, entre otros.
Por esta “negociación” calificada como “una rendición” ante los fondos buitre, Palast llamó a Mauricio Macri como “presidente títere”.
Como investigador de la mafia internacional de los fondos buitre, el periodista destacó el especial trato del presidente argentino en favor de Paul Singer, que lidera a los principales acreedores y que había creado, hacía más de un año, una “fuerza de tarea argentina” financiada millonariamente para golpear hasta derrocar a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Basta recordar varios de los políticos argentinos, casi todos ministros hoy, que integraron “esa fuerza de tarea buitre” para entender la trama oculta detrás del “triunfo” de Macri.
Es obvio el compromiso del presidente actual para acabar con la integración regional, siendo Argentina uno de los tres principales países líderes de esta unidad.
También es clave para los nuevos acuerdos de seguridad y cooperación en los planes más intervencionistas que se proponen para el continente.
Vino Obama a respaldar la política económica que se está imponiendo, no sólo similar a los tiempos de “las relaciones carnales” del expresidente Carlos Saúl Menem (1989-1999), sino también al programa de quien fuera ministro de la dictadura militar José Alfredo Martínez de Hoz, uno de cuyos funcionarios y seguidores es el actual titular de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay. ¿Es un gabinete de Washington? Absolutamente sí.
La firma del Acuerdo Marco de Trabajo para Comercio e Inversiones reconoce –como era previsible– a las inversiones privadas, tanto nacionales como extranjeras, “en el desarrollo del crecimiento y empleo”. La demolición de un Estado recuperado con grandes sacrificios es indispensable para cumplir esos acuerdos.
Mientras la cancillería dio aquí una versión totalmente imprecisa sobre los Acuerdos de Seguridad, la Casa Blanca publicó en su página web la verdad. Detrás de los acuerdos firmados está el regreso de los asesores de Estados Unidos y también de Israel para “modernizar” “las Fuerzas Armadas” y rediseñar misiones como las de paz al África y otras similares.
La lucha contra el terrorismo y el narcotráfico –después de una creciente publicidad para asimilar Argentina con México y Colombia, cuando este es un país esencialmente de consumo y de escaso tránsito– establece un profundo cambio en las Fuerzas Armadas en relación con la sociedad.
Las llamadas Fuerzas de Despliegue Rápido responden a los nuevos esquemas del Comando Sur de Estados Unidos. Con este y otros puntos acordados se acaba el proyecto de la defensa conjunta que se programaba en el marco de la integración. Era el camino para no terminar bajo la obediencia debida de las doctrinas de seguridad ajenas.
Estamos regresando casi 50 años atrás. Y con esto regresa el entrenamiento de Estados Unidos para la supuesta lucha contra el narcotráfico, utilizada para militarizar países como Colombia y México, ambos con miles de muertos y desaparecidos en el siglo XXI. Estos acuerdos nos ponen bajo grave peligro de que se realicen atentados de falsa bandera, como está sucediendo en Europa.
Es importante que el Congreso exija aprobar estos acuerdos de seguridad, preguntar en qué consistirá la asistencia de Estados Unidos a las fuerzas locales contra el narcotráfico y el crimen organizado. Es un hecho gravísimo, tanto como la ocupación militar de la Triple Frontera, un viejo proyecto de Estados Unidos. “Funcionarios argentinos se capacitarán en la Academia Internacional de Policía, realizarán viajes de estudios a Estados Unidos y recibirán capacitación de la DEA y el FBI”.
También destaca la ayuda que daría el FBI para “montar una red de Centros de Fusión de Inteligencia (sic) para detectar y golpear al terrorismo y el crimen organizado (en esos Centros de Fusión, creados luego de los ataques de septiembre de 2001 por el Ministerio de Seguridad Nacional, comparten información agencias de inteligencia como la CIA, organismos policiales como el FBI, las Fuerzas Armadas y los gobiernos nacional, estadual y local” (Horacio Verbistky, Página 12). Es necesario que el Congreso estudie punto por punto el Acuerdo de Seguridad, el desplazamiento de tropas extranjeras en el país, la reinstalación de oficinas de inteligencia extranjera, el rearme bajo el control de Estados Unidos; acuerdos que significan un camino potencial hacia la violación de la soberanía y los derechos humanos.
Sin disparar un tiro, estamos firmando el regreso a un estado colonial encubierto. La visita de Obama lo certifica.