Por Sebastián Novomisky
En las últimas semanas se conoció un caso que pone nuevamente de relieve el sentido del aprendizaje en las instituciones educativas, y sobre todo el lugar de la evaluación. Por supuesto que, como se presentó en algunos medios la noticia, aprobar a alguien que no sabe nada puede generar más de un resquemor. Pero ¿qué sentido tuvo esa acción? ¿debemos reivindicarla a toda costa? ¿Qué podemos aprender de ella? La situación nos permite una vez más traer el concepto de Paulo Freire de universo vocabular, y sumarle el reconocimiento como una instancia estratégica de la tarea docente.
Una alumna (y utilizo el término porque parte de la caracterización realizada por los medios es su falta de lumini) aprobó un examen de geografía sin saber nada de lo que requería para esa instancia examinadora.
El caso fue conocido: la profesora lo difundió en su blog, su hermano lo compartió en Facebook y comenzó a viralizarse. El post fue compartido 35.000 veces y la nota publicada en el diario La Nación tuvo medio millón de lectores, siendo la tercera entre las más vistas del año. La mayoría de los millones de comentarios que recibió aplaudían la actitud de la maestra y la sabiduría simple de la estudiante.
Cuenta la docente en su blog:
“Este año tomé horas en una escuela en Sierra de los Padres, una localidad del Partido de General Pueyrredón que cuenta con una población estable de unos 4 mil habitantes. El lugar forma parte del sistema montañoso de Tandilia y está compuesto por sierras de unos 150 metros de altura. La vegetación es muy diversa y se pueden apreciar pastizales, monte y bosque. En el espacio conviven un barrio residencial con calles que respetan la topografía y campos productivos ubicados sobre los márgenes; siendo el más destacado en la actualidad por su rentabilidad, el cultivo de frutillas. Hay varias agro-empresas operando en la zona y todas contratan mano de obra boliviana y han recibido diversas denuncias por parte de organizaciones sociales y ambientales que señalan, no sólo situaciones de semi-esclavitud en relación a la mano de obra, sino que han advertido sobre el uso de agroquímicos como parte del paquete tecnológico de producción.
Esta semana me citaron para evaluar a una estudiante que debía una materia que la habilitaría, en caso de aprobarla, a pasar de año. El director me anticipó que el nivel académico no era bueno pero que era una alumna que se esforzaba mucho para estar en la escuela.
Como no fue estudiante mía decidí preguntarle a ella los temas que habían visto en geografía el año anterior; pero no se acordaba ninguno. Con piel morena y voz muy bajita, me dijo que no había podido estudiar porque no tenía libro ni carpeta. Entonces le dije que yo tenía toda la voluntad de aprobarla pero que era fundamental que escribiera algo que justificara la nota.
A pesar de mi insistencia no supo decir nada en relación a los contenidos de la planificación anual y entonces le pregunté:
¿De las frutillas sabés algo?
Abrió los ojos enormes.
Sí, me dijo.”
El resultado es conocido: dos hojas completas, prolijas y detalladas de la vida de esa niña en un entorno de trabajo infantil, rodeada de cosas que desde la mirada que las presenta recupera lo que puede verse como su realidad.
Pero lo que aquí queremos destacar es la diferencia radical de lo que sucedió dependiendo del lugar en el que se coloque la situación. La alumna se presentó y argumentó no poder estudiar por no tener cuaderno ni materiales para tal fin. Algo entendible luego de leer su propio examen en el que remarca que los adultos no se preocupan por su estudio, situación más que entendible en condiciones de un trabajo que muchos describen como esclavo.
Pero dónde está el sentido de lo hecho por la docente sólo podremos verlo en el futuro, una acción aislada no puede caracterizar una estrategia pedagógica. Si la niña, a partir de que alguien reconoce su mundo cultural y la invita, como diría Bourdieu, a jugar con los asuntos en juego, comienza un proceso en el cual logra comprender su potencialidad y avanzar estudiando y aprendiendo, es una cosa. Un adulto fue capaz de ir a buscarla allí donde ella sabe para, desde ese lugar, caminar en el desarrollo y la ampliación de una formación nueva. Pero el acto de la docente debe ser acompañado por una institución que continúe ese camino que abrió con buen criterio una educadora que no hizo ni más ni menos lo que desde hace más de sesenta años Freire propuso, algo así como: hagamos del allí del otro nuestro aquí, para tomarlo como punto de partida de nuestra práctica educativa.
Pero si la institución da la espalda, si el resto de los docentes continúan estigmatizando, y aún más después de la notoriedad lograda, no habremos presenciado más que una piedra lanzada a un océano que no desea escuchar.
Algunos momentos pueden ser claves en la formación, hay instancias decisivas que pueden marcar un futuro, pero, más allá de arriesgarnos a esos pequeños avatares del destino, necesitamos encontrar en este caso una luz clara para ubicar la necesidad de estos niños trabajadores, hoy, un 1º de mayo en el que sabemos que entre otras cosas se reclama la abolición total del trabajo infantil. Partir del allí de los sujetos, pero para tomarlos fuerte de la mano en el intenso camino del aprendizaje, es una estrategia educativa, pero por sobre todas las cosas es una posición en relación al saber, al conocer y más que nada al sentido de nuestra práctica como educadores.