Por Gregorio Dolce Battistessa
El periodista Martín Granovsky dio una charla titulada “Desafíos populares en medio del golpe esclavócrata en Brasil” en el marco de la semana del periodista y del seminario de “Periodismo y política internacional” (coordinado por los docentes Carlos Ciappina y Carlos Raimundi) que organiza la Secretaría de Posgrado de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP) y la cátedra libre “Por una comunicación para la emancipación de América Latina”.
Granovsky calificó como golpe esclavócrata al impeachment iniciado contra la presidenta Dilma Rousseff (del Partido de los Trabajadores –PT–) en Brasil, el cual la apartó del cargo por 180 días hasta que se sustancie el proceso. En consecuencia, fue ungido en el primer cargo del Ejecutivo el vicepresidente Michel Temer (Partido del Movimiento Democrático Brasileño –PMDB–).
“No soy jurista pero pregunté. Tarso Genro, ex gobernador del Estado de Río Grande del Sur por el PT, ex ministro de Educación, de Relaciones Institucionales y de Justicia de Lula, dice que en Brasil hay síntomas de un estado de excepción dentro del Estado de derecho que va vulnerando ese Estado”, indicó el periodista.
Respecto del juicio político, consideró que “la secuencia lógica es sencilla. Si no hay presunción de que se cometió algún delito, no hay delito posible; si no hay delito posible, ¿qué es lo que se está juzgando?”.
“Una de las políticas del gobierno interino de Temer fue el recorte en planes sociales, justo el tema imputado a Dilma que tiene que ver con pedaladas –en portugués vendrían a ser «bicicleteo»– para llegar a tiempo a pagar planes sociales con un dinero que iba a ser repuesto por el Estado central”, puntualizó.
Por ende, evaluó que “no hay dudas de que fue un golpe. Yo lo llamo golpe esclavócrata. En Brasil, la abolición de la esclavitud se produjo en 1888. Fue el último país de América Latina donde se produjo. Hay condiciones de exclusión y de marginación de la mayoría de las masas populares brasileñas”.
Y continuó describiendo que “esa idea de dominación social está presente en la élite brasileña, en la aristocracia. En Brasil se produce una violación cada once minutos, la mayoría de las violaciones son a afrobrasileñas. Esa ideología en Brasil existe sobre el manto de la famosa cordialidad, la amabilidad, civilización, concordia. Pero cuando las papas queman aflora esa ideología. Esto ocurre con el Estado: consideran que el Estado les pertenece”.
En cuanto a las causas de la crisis en Brasil, Granovsky consideró que “se pueden ordenar las cuentas fiscales de manera dura, con sacrificio, pero otra cosa es hacerlo santificando la ideología (de mercado) y las palabras con un ministro de Economía como el que tuvo el segundo gobierno de Dilma: Joaquim Levy. Hacer lo contrario a lo que venís prometiendo no es sólo un problema ético-moral, son medidas económicas que contribuyeron a la parálisis del PT”.
Diversos son los analistas que acusan al vicepresidente de Brasil y a su partido, el PMDB, de haber conspirado en la promoción del juicio a Dilma. Consultado sobre la alianza entre el PT y el PMDB, Granovsky indicó que “preguntarse si Lula tendría que haber hecho una alianza con el PMDB es como preguntarse si la Argentina se pudo haber gobernado con el kirchnerismo más puro, y la respuesta es no. La pregunta es quién tiene la fuerza para captar la hegemonía. En algún momento, en términos pragmáticos, en términos de articulación política y en términos concretos la tenía el propio poder ejecutivo con el PT y con Lula. El PT es el partido de izquierda más grande del mundo después del PC de China. Ahora hay que preguntarse si ese partido hizo o no todo lo posible por mantener la hegemonía, por no paralizarse”.
En ese sentido, continuó: “Cómo hacer para politizar a los 40 millones que accedieron al mercado, al empleo, a la ciudadanía por primera vez en la historia. Brasil no tuvo nada parecido al yrigoyenismo o al peronismo. Getulio Vargas existió pero todavía no había existido la ola de migrantes en forma masiva a San Pablo. Con el diario del lunes podría decirse que la alianza (con el PMDB) era inevitable, pero podría preguntarse sobre la forma de la alianza y la forma de mantener la hegemonía”.
Finalmente, Granovsky planteó como reflexión a futuro, en relación con el precedente giro a la izquierda en América Latina, que “tal vez estos ciclos (de Gobiernos populares) requieran más de doce años, tal vez precisen cuarenta años. No hablo de ciclos políticos, porque sino la solución sería la perpetuación del kirchnerismo o del PT. Hablo de ciclos político-sociales. Llegar a un nivel de solidez tal que, como pasó con el ciclo rooseveltiano en Estados Unidos, se extienda más allá de la muerte de Franklin Roosevelt. Allí, treinta años después, continuó el Estado de Bienestar, cierto nivel de igualdad”.