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El patriarcado científico

En los últimos años, las mujeres han avanzado en la tarea científica. Hoy, el 52% de los científicos en CONICET son mujeres. Sin embargo, esta proporción no se ve reflejada en los espacios de conducción ni de decisión.

Dora Barranco, especialista en estudios sobre género, doctora en Historia, licenciada en Sociología, docente e investigadora universitaria, es una de las dos mujeres presentes en el directorio del CONICET en la actualidad.

-La estructura científica es muy patriarcal y seguramente usted mejor que nadie puede hacer una rápida mirada respecto de esa definición.

-La estructura de la ciencia tiene una matriz patriarcal. Pensemos en que la ciencia en uso, como dicen muchos epistemólogos, la ciencia estándar, no tiene una data de nacimiento muy antigua. Me refiero a que siempre ha habido conocimiento, pero lo que llamamos conocimiento científico en realidad se afirma en el XVII, XVIII y XIX en adelante. Pero su raigambre patriarcal, su forma de ver y seleccionar los objetos de conocimiento, tiene una estructura simbiótica patriarcal.

Para completar aun más esta idea, debemos recordar que las mujeres fueron apartadas de las Universidades y que sólo pudieron conquistar su ingreso en la segunda mitad del XIX. Entonces, primero que ha habido participación de las mujeres en la ciencia, en el conocimiento ha habido siempre. Reconocimiento muy poco, escaso.

Pero lo que quiero subrayar es que, debido a esa situación de omisión de las mujeres en el siglo XIX, la escasísima presencia en los lugares donde emerge el nuevo conocimiento científico tiene mucho que ver con la estructura patriarcal de la ciencia, que se ha conmovido sólo en la segunda mitad del XX para acá, con muchas dificultades todavía.

Las biólogas feministas han marcado que para los estudios de inteligencia que se hacen con animales generalmente se eligen machos de las especies, así que hasta esas circunstancias pintan el criterio fundante, patriarcal, de la estructura científica.

-De todos modos, en estos últimos tiempos, las mujeres han avanzado mucho en cuanto a su participación en los estudios universitarios y, por ejemplo en nuestro país, al integrar el sistema científico.

-La verdad es que Argentina en estos años está ocupando un lugar bastante excepcional. Seguramente Bulgaria y Argentina son los países con mejor participación de las mujeres en la ciencia. Hay un fenómeno muy significativo en el cual me parece que tenemos que indagar más porque se ha dado: en las ciencias biológicas hay una participación muy irreprimible.

Podríamos decir que en las humanidades su presencia ha sido más abigarrada, aunque no en todos los campos: la filosofía ha sido muy uraña con las mujeres. Si ustedes observan la historia de la filosofía, es un verdadero patriarcado, pero por eso no hay que pensar que sólo las humanidades han sido muy amenas. Las historiadoras mujeres han tenido muchísimas dificultades en ser vistas, y hay historiadoras mujeres extraordinarias haciendo historia aun antes del siglo XIX.

Hoy día, la Argentina tiene una proporción muy notable de mujeres y ha mejorado bastante la condición de posibilidad del ascenso al sistema científico hegemonizado por el CONICET. De todos modos, la base de la pirámide es suculenta en mujeres, más del 52%, mientras que la cresta de la pirámide sólo tiene 25% de mujeres.

-¿Y por qué se da este fenómeno de que las mujeres no acceden a los lugares de decisión, a los lugares de conducción?

-Por razones generizadas, que las decimos de esta manera pero que es muy complejo decirlo. Las mujeres científicas tienen las mismas obligaciones del sistema patriarcal nuestro respecto de las gerencias de su casa, el cuidado de los chicos… Esto significa que las mujeres en esa perspectiva tienen que cumplir con todas esas obligaciones, de modo que mengua no su capacidad, pero la respuesta por lo menos cuantitativa para producir la misma cantidad de papers que un varón.

En segundo lugar, hay otra condición: muchas científicas se casan con varones científicos, y los cabildeos para las oportunidades, por ejemplo, de pasar algún tiempo en el exterior, de estar en laboratorios muy interesantes, ustedes se deben imaginar que generalmente quien toma la delantera es el varón en el matrimonio. Las mujeres muchísimas veces ven condicionadas sus oportunidades, justamente por razones de quién va a tener la prioridad en los dos.

La tercera cuestión que me gustaría señalar es que las mujeres, por razones de género –nada que no esté en este mundo–, están con bastantes más dificultades para creer en sus oportunidades. A menudo hay una especie de autoimpugnación (“esto no es para mí”, “esta no es mi oportunidad”), una situación de mayor perplejidad.

-Llama la atención que siempre que entrevistamos a mujeres científicas les hacemos la pregunta sobre si el hecho de ser mujeres les hizo más difícil llegar al reconocimiento, a ese premio. La mayoría dice que no.

-Bueno… Esa es una vieja condición defensiva que tiene la subjetividad. Hay que darse cuenta, algunas se dan más tardíamente. Entre las jóvenes el fenómeno es diferente. Yo creo que todo eso que decís ocurre porque mostrar que se ha tenido alguna dificultad en el camino de realizar una biografía científica por parte de las mujeres, si se reconoce que ha habido alguna obstrucción, eso podría mostrar un acto subjetivo, podría ser una traición a la objetividad de la ciencia.

La gente prefiere disimular absolutamente, ignorar y hasta sepultar los momentos difíciles. Cuando se pregunta a boca de jarro a alguna científica si alguna vez ha sido observada, no le han dado la oportunidad, etcétera, va a decir que no. Creo que, puesto en una situación de diván, las mujeres podrían llegar a decir otra cosa.

-Algunas veces tal vez hasta se dice “esos trabajos que involucran cierto esfuerzo físico”. Pero también hay otras barreras que son invisibles y a lo mejor tiene que ver con esa especie de negación automática que tiene que ver con el subconsciente y demás. Pero, en ese sentido, ¿no cree que esas barreras invisibles de alguna manera están hablando de alguna discriminación encubierta, casi como una especie de “política” respecto de los hacedores de la ciencia, respecto a la participación de la mujer en toda la estructura científica?

-Completamente de acuerdo. Hay algo muy silencioso, como si se tratara de una situación que observarla sería ya un problema. Hay una oclusión de estas manifestaciones, se prefiere pensar que no existen. Siempre decimos que hay una contradicción entre el uso racional que hacemos. Cuando hacemos ciencia estamos con un mayor índice de uso racional de todos los procedimientos y sin embargo esto queda oculto.

Hay una larga complicidad, es como la complicidad de ceguera cognitiva; pero es una ceguera que en el fondo podría observarse.

-Marcaba que a pesar de este diagnóstico y esta mirada tan interesante, nuestro país es uno de los pocos que favorece (y hasta estoy expresando mal en ese sentido) a la mujer en el campo científico. Otro es Bulgaria. Si miramos a las mujeres de otros países cercanos al nuestro: ¿cómo es la situación? Seguramente usted allí tiene contactos con los grupos que investigan en países limítrofes.

-Hay muchas dificultades. Es verdad que por suerte de estas cuestiones hoy sí se habla. Además, ustedes ya saben que, por el nuevo significado que tienen los derechos de las mujeres hoy, impactan también sobre los varones científicos.

Por ejemplo, en Chile hay muchas más dificultades que acá, hay más quejas de mujeres en laboratorios; en Brasil es notable porque hay también como una suerte de dificultad y en algunos lugares es más poroso; en Colombia hay bastantes dificultades; las hay en México. Depende también del objeto, de la disciplina. Hay áreas que podríamos decir que son muy misóginas todavía, me refiero al área de matemática, física, la física experimental. Cuando digo misógina me refiero no a un estado exclusivamente de conciencia misógina: hay una suerte de resorte automático para no considerar a las mujeres el lugar protagónico en un paper, por ejemplo.

Fuera de América Latina, hay muchas dificultades. Las mujeres se quejan mucho en los laboratorios en Francia, en Alemania. Yo creo que aquí, de todos modos, hay una mayor convicción acerca de estos problemas por parte de las mujeres más jóvenes.

-Hay que diferenciar una estructura que posibilita y hace una especie de vista gorda respecto a la participación de la mujer, pero eso también se repite hacia los lugares propios donde conviven con hombres trabajando. ¿La estructura lo posibilita o también en la práctica ocurre esa especie de marginación?

-Están las dos cuestiones. Hay algo estructural que conforma todos los valores patriarcales que son tan expulsores “naturalmente” porque no es el verdadero lugar de la mujer. Ya sabemos, el verdadero lugar de la mujer es el cuidado, la procreación, etcétera. Ni hablar de las condiciones de posibilidad menguada que las muchachas tienen para las ingenierías duras. Hay como dos territorios de ingeniería: unas más duras y otras un poco más porosas.

La matrícula universitaria se ha feminizado notablemente, pero en algunas disciplinas no. En profesiones como ingeniería, no. No creo que con el ingreso de este año llegue al 23, 24%.

Entonces hay algo estructural como marcabas y hay algo también que obviamente es consonante con la personalidad de los varones que dirigen laboratorios. El problema del patriarcado es su triunfo en la subjetividad de las mujeres, muchas jefaturas de laboratorios que son mujeres encarnan los mismos procedimientos valorativos que los varones. Y esto es un problema. Porque allí radica el triunfo del patriarcado.

Además, hasta ha hecho creer a las mujeres, que usan muchos más procedimientos racionales, que las cosas son de este modo. Y esto se ve en las conductas, las manifestaciones de adversidad y, sobre todo, en la poca sororidad (en el feminismo llamamos sororidad a la solidaridad con mujeres). A veces también se extraña y mucho en la vida de los laboratorios y en las evaluaciones mejor no hablar. Las mujeres suelen ser durísimas tratando a congéneres.

-Se reproducen algunos estereotipos de los cuales son víctimas.

-Eso se llama identificación con el amo y es una vieja tragedia de la humanidad.

-¿Cuál es el camino hacia el cual tenemos que apuntar para ir mejorando esta situación? ¿Dónde tendríamos que poner el eje?

-Podríamos poner el eje primero en aquellos lugares que ocupamos. Tenemos algún tipo de predicamento, nosotros en el CONICET hemos hecho bastante para mejorar las condiciones, la equidad. Ustedes saben que, en materia de informes, de edades, etcétera, todavía no hemos hecho lo suficiente para convencer de los evaluadores, de las evaluadoras, sobre todo en materia de promoción.

Hay que seguir mostrando con mucha fuerza que estas son cuestiones que plantea la Constitución Nacional. Guste o no guste, nuestra Constitución prerroga absolutamente sobre la equidad. Este es un aspecto. El otro es obviamente todo el tratado educativo. Nosotros tenemos que convencer a estar sociedad de conmover las bases patriarcales y eso obviamente no se hace desde la estructura científica solamente, hay que hacerlo en toda la vida de la socialización que tienen los niños, las niñas en escuelas, colegios y las propias Universidades. Estamos viendo cómo se extiende los protocolos para atender la violencia. Eso es comenzar a darse cuenta en el propio territorio de las Universidades. Porque en realidad la segregación de las mujeres de la ciencia, no darle las mismas posibilidades de desarrollarse en laboratorios, menguar su presencia en un paper, etcétera, es violencia.


* La entrevista fue realizada en el programa “Argentina Investiga” que se emite todos los lunes a las 20hs por Radio Universidad Nacional de La Plata.