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¡Cien años ya…!

Por César Tato Díaz*

Sí, efectivamente, han transcurrido ya cien años del 12 de octubre de 1916, jornada que como cualquier otra posee sus más y sus menos. Decimos esta verdad de perogrullo, pues en ese día confluyeron dos hechos vinculados al mundo del periodismo. Uno protagonizado por un hombre de la comunicación con mayúsculas, y el otro representado por un medio que –ayer como hoy– pretendía “marcar la cancha“ al primer presidente elegido por el voto popular. Se trataba de la primera elección transparente llevada adelante por el voto universal, secreto, obligatorio y masculino, por no estar permitido el voto femenino, que llegaría recién en la década del cuarenta.

Ese día se dio una suerte de paradoja: el triunfo radical y la muerte de Gabino Ezeiza, hombre estrechamente relacionado a la “comunicación popular”. En la década de 1870, muy joven aún, se había iniciado como periodista en La Juventud, semanario afroargentino. Luego asumiría la responsabilidad de “cantar opinando”, convirtiéndose en uno de los más importantes payadores argentinos, cuya extraordinaria capacidad de “decidor repentista” fue célebre en toda la región rioplatense. Este afroargentino estuvo invariablemente cercano al derrotero del partido radical, y en más de una ocasión templó su guitarra para defender “la causa”, como le gustaba decir a don Hipólito Yrigoyen. El caudillo radical conocía la desinteresada y activa militancia de Gabino, quien a causa de su muerte no llegó a presenciar la asunción de su líder político a la Presidencia de la Nación.

El otro hecho emparentado con el periodismo fue la impertinente advertencia efectuada por La Prensa, uno de los diarios más importantes de Argentina y Latinoamérica de aquel momento. En 1916, más precisamente en el mes de abril, se habían desarrollado las elecciones nacionales bajo el imperio de la Ley Sáenz Peña, que tuvo como legítimo vencedor al representante del partido radical Hipólito Yrigoyen. Este hombre poco afecto a brindar discursos públicos poseía una enorme influencia en sus seguidores políticos, sólo comparable al desprecio de sus adversarios. Esta coyuntura política constituía toda una rareza en la tradición fraudulenta que políticos y medios de comunicación habían sabido consolidar. Entonces, el diario orientado por Ezequiel Paz, a sabiendas de la impunidad que gozaba por su gravitante posición, no dudó un instante en querer poner las cosas en su lugar, intuyendo que ya no las manejaría. Este matutino, invariablemente, se había autodefinido como «un órgano independien­te» y defensor a ultranza de la democracia. Sin embargo, no pudo –o no quiso– sustraerse al resquemor que provocaba un Gobierno de inequívoca impronta popular. En consecuencia, creyó conveniente efectuar una severa advertencia a la futura gestión de Gobierno, en su espacio de opinión: «somos, queremos ser, una sociedad orgánica, tradicional y definitivamente conservadora de sus conquistas institucionales, económicas y sociales. He ahí la sociedad enton­ces que gobernará el partido radical desde el 12 de octubre. He ahí el gran programa conserva­dor que le impone la República bajo el apercibi­miento solemne de que de no observarlo, fracasa­rá y será batido y desalojado del poder». En realidad, esta repudiable amenaza proferida por un diario de gran tirada demuestra una doble particularidad. Por un lado, la necesidad de conocer mejor nuestro pasado periodístico y, por el otro, la irresponsabilidad con la que las empresas periodísticas suelen proceder cuando asume un líder popular. Además, tenemos que tener presente que los conceptos vertidos no sólo contenían una coacción, sino una premonición acerca de los luctuosos acontecimientos que ocurrirían catorce años después. Claro está que La Prensa no dejó de criticar al radicalismo, y sobre todo durante el segundo mandato de Yrigoyen, valiéndose de los 12 de octubre –día en que había asumido el presidente– para lanzar sus diatribas más punzantes.

De este modo deseo rendir un sentido homenaje al periodista afroargentino Gabino Ezeiza que reemplazó la pluma por la guitarra con la finalidad de acercarse en forma más directa a su pueblo y al presidente Hipólito Yrigoyen, genuino representante del mismo. Como así también rendir el justo reconocimiento al presidente que supo desoír, a la vez que combatir, a los medios que sólo buscan enriquecerse a costa de erosionar las instituciones republicanas que dicen defender.


*CEHICOPEME, Facultad de Periodismo, UNLP.