Al mismo tiempo que anuncian su separación, The Falcons publica un EP de cuatro canciones con una dirección ligeramente distinta a ese fenómeno bailable que fue su disco debut (Otra Víctima Moderna, de 2012). El truco en este caso es abandonar el formato disco-Jagger pero seguir conversando con la historia Stone, enfocados en un tema que también les queda bien: las guitarras. Sin cruzar las fronteras del pop, El Nuevo Estilo trabaja texturas que arraigan en Some Girls, aquel disco de 1978 en el que Ron Wood debutó como guitarra rítmica de los Rolling Stones. La mezcla de estos cuatro temas soslaya los lujos a los que la banda nos tenía acostumbrados para coquetear con el sonido directo, diríase de garage.
A pesar de la templanza guitarrera, la sensualidad sigue presente como rasgo que The Falcons ha sabido elaborar con elegancia y que los distingue en una escena donde ciertas temperaturas aparecen poco o son desarrolladas con cierto automatismo. Esta banda es un buen termómetro para medir la pacatería del indie y de la canción rioplatense o la excesiva genitalidad del rock stone y pappista. Ese es uno de los vacíos conceptuales que deja la disolución de los Falcons.
Hoy, clausuran su obra con un rumbo sonoro coherente con el espíritu de la banda, y con una canción que parece una promesa, «Coca Cola y Cigarrillos», que va al encuentro de una vieja utopía del rock: el hallazgo de la balada perfecta. La canción que cierra este EP es eso, y como tiro del final es irreprochable.