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¿El macrismo apuesta a ganar con el 40 por ciento de los votos?

Por Miguel Croceri

En la elección legislativa de 2017 no será necesario obtener una mayoría absoluta de votos –la mitad más uno, por lo menos– como ocurrió en 2015 para el balotaje presidencial. Muy por el contrario, con un porcentaje mucho menor de sufragios, algunos de los espacios políticos y su/s referente/s podrán considerarse “ganadores”.

En el terreno de las suposiciones: si en provincia de Buenos Aires –donde se elegirán tres senadores/as nacionales– una de las listas de candidatos obtuviera el 33% de los votos, otra el 31% y una tercera el 28 (son cifras arbitrarias, al solo efecto de dar ejemplos), esta última no obtendría ninguna banca en el Senado, a pesar de una desventaja tan estrecha.

En cambio (siempre dentro de esta ejemplificación arbitraria), para la primera de ellas, con una diferencia de apenas dos puntos porcentuales sobre la lista inmediatamente seguidora, y sólo cinco puntos respecto de la tercera, lograría dos bancas y sería “ganadora”. La lista que salga segunda obtendría una banca, es decir que “metería” un/una senador/a en la Cámara. La opción que ocupe el tercer lugar se quedará “sin nada”.

Pero aun sin imaginar diferencias tan estrechas entre las tres principales opciones electorales, supongamos que una lista de candidatos/as ganara con el 40% de los votos. A partir de esto es posible plantear un interrogante fundamental para avizorar lo que puede ocurrir en la elección bonaerense de senadores nacionales: ¿puede ganar la alianza Cambiemos, por ejemplo, con el 40%?

Esta pregunta cobra sentido si se observa que sus desastres económicos en el primer año de Gobierno le han hecho perder una parte del apoyo que obtuvo su jefe, Mauricio Macri, en el balotaje presidencial. Sin embargo, ello no augura una derrota segura en la elección de mitad de mandato y, por el contrario, le otorga chances de un primero o segundo lugar en la provincia de Buenos Aires, distrito que concentra el 38% del padrón nacional de votantes.

Con alta probabilidad, el macrismo obtendrá el respaldo de una base social cuantitativamente importante que se sustenta en predisposiciones ideológicas de derecha a las cuales el Gobierno corresponde de manera perfecta. Otra/s parte/s de una base social electoralmente expresada quizás sea/n conquistada/s mediante mecanismos de manipulación de la opinión pública y estrategias de marketing político que el Gobierno también maneja a la perfección, con la ventaja de tener de su lado, como integrantes de un mismo bloque de poder, a la maquinaria mediática dominante.

Esta es sólo una conjetura, pero puede ser útil intentar un análisis.

El “núcleo duro” de derecha

Distintas situaciones generadas por el Gobierno o por sus voceros y aliados clarifican cuáles son las decisiones políticas y los discursos cuyo contenido ideológico es de una derecha brutal, fanática, beligerante. Furiosamente clasista, racista y antikirchnerista.

Uno de los hechos más emblemáticos en los cuales el macrismo obtiene apoyo y legitimidad en sectores sociales imbuidos de tal perfil ideológico es el que tiene por víctimas a Milagro Sala y a otras militantes de la organización Tupac Amaru.

Desde amplios sectores de la sociedad, expresados en muy diversas fuerzas políticas y sociales democráticas y populares, tales privaciones ilegales de la libertad provocan indignación, repudio y una extendida y creciente movilización en favor de la libertad de las prisioneras, y, gracias a ello, el extraordinario logro de que organismos internacionales se hayan pronunciado por la “inmediata liberación”.

Pero, por el contrario, para otros sectores de la sociedad cuyas manifestaciones pueden observarse en discursos que circulan por las redes sociales y los medios de comunicación, la prisión de Milagro es “ganancia” para el Gobierno. Hay sectores de la población que desean venganza contra las/los pobres y las/los indígenas, más aun cuando estas/os, lideradas/os por una mujer mestiza, han desafiado a los poderes fácticos tradicionales para democratizar el acceso a los bienes materiales y simbólicos.

Odio de clase, de etnia y de género, traducido en violencia institucional y jurídica con las cuales se mantiene como presas políticas a la líder y a sus compañeras.

En el discurso público, los representantes políticos de las clases sociales revanchistas no pueden sincerar sus sentimientos y su ideología, y en cambio aplican la violencia retórica. Un ejemplo son las calumnias e injurias proferidas por la diputada nacional del radicalismo jujeño María Gabriela Burgos, quien difamó a la referente de la Tupac con agravios como “corrupta” y “mafiosa” en la sesión de la Cámara el pasado martes.

(Una noticia y el video respectivo, publicados por el portal Perfil el pasado día 6, pueden recuperarse a través de este link: http://www.perfil.com/politica/gritos-en-el-congreso-fuerte-cruce-entre-el-fpv-y-diputada-de-la-ucr-por-milagro-sala.phtml)

Otro caso de violencia retórica cargada de valores ideológicos de la derecha más clasista fue perpetrado por otro diputado nacional, Alfredo Olmedo, del bloque Salta somos todos. Aliado de la coalición Cambiemos, aunque tiene su propio monobloque (o sea, de un solo integrante) y emite algunas críticas al Gobierno nacional, el grotesco legislador es también conocido por sus posiciones extremistas contra la diversidad sexual y a favor de la homobofia, y por una férrea oposición a cualquier reconocimiento o ampliación de derechos.

El pasado miércoles, durante el debate en la Cámara de Diputados de la ley de Emergencia Social que el Movimiento Evita y otras organizaciones sociales acordaron con el Gobierno nacional, Olmedo vomitó con brutal elocuencia expresiones como las siguientes:

“(La Ley de Emergencia Social) le está dando más plata para que no trabajen. Acá lo que tienen que hacer es trabajar, no descansar […] Pero usted no puede tener un grupo de gente que cobra por no hacer nada. Y ahora además les van a aumentar. Y seguramente le van a armar un sindicato. ¡Paren la mano! ¡Prueben laburando! ¿Qué país quieren ustedes?” (Recibe aplausos, aunque en las imágenes no se logra identificar quiénes son los que aplauden).

Olmedo continuó: “¡Ningún país se levanta fomentando la vagancia! […] ¡Acá hay que darle obligaciones, basta de derechos! Derecho a pedir, derecho a esto, derecho a lo otro. ¿Para cuándo las obligaciones? ¿Para cuándo va a tener obligaciones el pueblo? […] Yo los pondría a trabajar a todos. Usted si quiere disolver piquetes vaya y tírele una pala al medio, va a ver que se disuelven todos […] ¡Si quieren pasar la Navidad en paz, apunten a la familia y al trabajo, no a darle plata para que tomen droga y se la tomen (se la beban) […] ¡Hay que volver a las obligaciones! ¡Hay que traspirar la camiseta!”.

(Una nota que incluye el video, se publicó en el portal Periodismo 365: http://www.periodismo365.com/2016/12/video-ningun-pais-se-levanta-fomentando.html)

Ideología más marketing

Tanto la prisión de Milagro Sala como las manifestaciones aquí ejemplificadas de legisladores oficialistas de una derecha agresiva, clasista, violenta y sin escrúpulos, no son sólo hechos producidos por el poder político y sus cómplices judiciales, y/o por sus representantes parlamentarios. Son, además, reflejo de ideologías que circulan en la sociedad y que representan a algunas de sus partes. Partes difíciles de cuantificar, o al menos de tener datos fehacientes para saber qué proporción representan.

A ese sector le «habla» el macrismo con los hechos y con ciertos discursos, porque expresa su misma matriz ideológica y una similar concepción de país y de sociedad. Allí trata de sostenerse y afianzarse, a pesar de que pierde el respaldo de grupos sociales diversos que se decepcionaron por sus políticas económicas. Esos segmentos radicalizados hacia la derecha, mayoritariamente concentrados en las clases medias y altas, son los que consituyen un pilar sólido para el oficialismo en las elecciones de mitad de mandato.

Presumiblemente, el estado de la conciencia política en la Argentina de hoy no permitiría que tal fanatismo sea capaz de conquistar la voluntad electoral de la mayoría absoluta –más de la mitad– de la ciudadanía. Sin embargo, puede constituir un «piso» numérico importante. Una base desde la cual crecer. Un mínimo de votos que fuera un punto de partida para avanzar hacia una mayoría no absoluta pero sí suficiente para obtener un resultado favorable: primero o segundo lugar en la elección de senadores de la provincia de Buenos Aires, donde el tercero –recordemos– se quedará «sin nada».

El resto, para llegar al número arbitario que propone esta nota para explicar una hipótesis, es decir, al 40% del electorado, puede lograrlo el marketing político que el macrismo ha usado hasta ahora con impecable eficacia. El marketing político no reemplaza la política, sino que es un conjunto de herramientas técnicas susceptibles de ser aprovechadas, y que dentro de condiciones específicas de cada situación electoral pueden eventualmente lograr resultados favorables para quien las utilice.

Además de los antecedentes respecto de cómo se construyó la imagen política de Mauricio Macri en los últimos veinte años, desde que asumió en 1996 como presidente del club Boca Juniors, y en particular cómo trabajó minuciosamente su perfil y su discurso en la campaña electoral que lo llevaría a la Presidencia de la Nación, es importante comprender cómo el macrismo construye hoy la imagen de la gobernadora María Eugenia Vidal.

Lo hace, entre otros modos, a través de publicidad televisiva y radial a toda hora de cualquier día, con mensajes cargados de contenidos donde prevalecen valores emocionales, sentimentales, afectivos y estéticos, sumados a rasgos de carácter tales como la presunta bondad, el «coraje para enfrentar a las mafias», la laboriosidad, y la infaltable apelación a la unidad y a «trabajar todos juntos».

Vidal es y será una figura principal de la campaña macrista para la elección legislativa de mitad de mandato en la provincia de Buenos Aires. No será candidata, porque para asumir como senadora debería renunciar a la gobernación, que es un espacio de poder mucho más estratégico. Pero el marketing político-electoral de la derecha la tendrá como protagonista dominante.

Junto a ella hará campaña Elisa Carrió, o quien fuera el primer candidato o primera candidata en la lista de senadores nacionales por Cambiemos en el distrito bonaerense. A Carrió casi nadie la quiere dentro de la coalición gobernante, pero deben soportarla por conveniencia debido a que ningún/a otro/a dirigente de ese sector tiene su arrastre electoral, particularmente en sectores ultra-antikirchneristas.

(Acerca de la evaluación que hacen distintos expertos en comunicación política y campañas electorales sobre las perspectivas para los comicios de 2017, y dentro de ello sus consideraciones sobre las figuras de Vidal y Carrió, es útil una nota del periodista Raúl Kollmann publicada el pasado domingo 4 por Página/12: https://www.pagina12.com.ar/6859-un-panorama-para-las-legislativas-de-2017)

La estrategia de acumular por un lado el voto de un «núcleo duro» de derecha que tiene empatía ideológica con el macrismo, y por otro ejecutar una afinada acción psicológica sobre otros segmentos del electorado mediante minuciosas técnicas de marketing político y manipulación de la opinión pública, son dos líneas directrices del oficialismo nacional y bonaerense con vistas a la elección legislativa de mitad de mandato.

¿Conseguirá así un porcentaje de votos que, por vía de suposición, podría situarse en torno del 40% en la provincia de Buenos Aires?

La respuesta a esta pregunta empezará a conocerse en la noche del domingo 13 de agosto próximo, día de las elecciones primarias (también llamadas PASO: Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), y se develará fehacientemente en la noche del domingo 22 de octubre, día de la elección general.


 

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