Por Roberto Álvarez Mur
La avenida España es el límite de la gran ciudad. Hasta ahí, Puerto Madero es el territorio de los imponentes rascacielos de cristal que bordean los complejos gastronómicos y hoteleros más lujosos de Buenos Aires. Hasta el Museo Ernesto de la Cárcova y la reserva ecológica de la Costanera Sur se pueden ver las familias paseando y los turistas tomando decenas de fotos. Allí, todo lo visible termina en la avenida España. Todo termina justo donde empieza el barrio Rodrigo Bueno.
Al barrio se puede entrar de dos maneras: bordeando la entrada de autos de la reserva ecológica donde prefectura vigila a diario, o por un pasillo zigzagueante y estrecho que ladea las casillas que componen las cuatro manzanas del asentamiento. Ahí, 1.100 familias conviven a diario sin sistemas de luz, agua potable ni redes cloacales. Ahí, hace más de un mes, murió ahogado en un pozo ciego Gastón Arispe Huaman.
La muerte del chico de 13 años volvió a reunir, ayer, a vecinos, agrupaciones políticas y organizaciones barriales frente a la Legislatura porteña, para reclamar una solución inmediata a la falta de urbanización que padece tanto el barrio, como muchos de los sectores marginales de la Capital Federal.
“El barrio Rodrigo Bueno no figura dentro de la Ley de Villas, por lo tanto, es considerado un asentamiento urbano o toma de tierras. En otras palabras, no poseemos ningún tipo de amparo frente a estas situaciones, aún después de treinta años de existencia”, dijo a Contexto Yefrey Mosquera, un joven peruano de 22 años que vivió durante mucho tiempo en el barrio y hoy forma parte de una organización que realiza escolarización popular entre las casillas amontonadas entre juncos y arroyos.
Por ley, en el barrio Rodrigo Bueno está prohibido ingresar materiales de construcción, por lo que se complica aún más la posibilidad de mejorar la infraestructura aun por mano propia de los vecinos. En el año 2014, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires construyó un muro al costado del barrio que impide el ingreso de ambulancias a la Manzana 2, donde falleció Gastón.
“Estamos abandonados junto al barrio más lujoso de la Ciudad de Buenos Aires. Tener un proyecto de urbanización y que no sea tratado es una desidia por parte del gobierno de Macri. Como Gastón hay muchos niños, y por eso voy a gritar hasta que se me acaben las fuerzas”, dijo con firmeza Flora Huaman, madre del chico que perdió la vida al caer a un pozo mientras buscaba a su gato.
La urbanización del barrio Rodrigo Bueno es una cuenta pendiente que la gestión porteña mantiene desde hace varios años. En 2011, se dictó una sentencia judicial que obligaba a poner en marcha la urbanización del asentamiento. El gobierno de Macri, sin embargo, apeló en reiteradas ocasiones el fallo, y dejó estancada la situación del lugar. En 2012, la resistencia vecinal logró frenar un proyecto inmobiliario impulsado desde el gobierno de la Ciudad que hubiera perjudicado aun más la vulnerabilidad estructural del barrio. En la actualidad, las cuatro manzanas del Rodrigo Bueno poseen energía a través de un pequeño motor que otorga electricidad mediante precarias distribuciones de cables a las casillas de dos pisos.
“Cuando Gastón cayó en el pozo, los propios vecinos debieron sacarlo y trasladarlo a la canchita de fútbol ubicada en la entrada al barrio; de lo contrario, la unidad del SAME no ingresaría. Lo mismo sucedió durante un incendio en el barrio a causa de un cortocircuito, donde una nena perdió la vida”, explicó Yefrey Mosquera. La situación que atraviesa el asentamiento Rodrigo Bueno se repite en diversas zonas de la periferia porteña, como Villa Soldati o Retiro.
“En principio, estamos exigiendo la contemplación de la Rodrigo Bueno dentro de la Ley de Villas, al menos para empezar a discutir cuestiones básicas como la provisión de luz o agua. Es algo más que esencial para cualquier ser humano, y ningún vecino lo tiene. No se puede vivir más así”.
El barrio se tambalea sobre los cimientos precarios que emergen de arroyos y canales; los cables se cruzan entre las casillas, unos sobre otros, y se confunden entre las paredes y chapas. La policía pasa y observa de cerca el pasillo principal de la Rodrigo Bueno, desde el asfalto de la avenida España. Ese punto gris donde Buenos Aires se hunde y se ahoga en un pozo.