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El miedo a perder el trabajo como política de shock

Por Alejandro Palladino

Una investigación realizada de manera conjunta por investigadores del CONICET, Universidades nacionales y FLACSO explica las consecuencias que los despidos masivos, tanto en el sector público como en el privado, han generado en la salud mental y psíquica de los trabajadores.

El informe al que accedió este medio arroja que, producto de la eliminación o degradación de más de 232.000 puestos de trabajo –entre suspensiones y despidos– desde diciembre de 2015 al mismo mes de 2016, se triplicaron los problemas de salud mental entre los trabajadores y trabajadoras y hubo un desgaste del 20,5% en los indicadores de percepción de la salud física.

El trabajo agrega que esta situación laboral de destrucción de puestos de trabajo es la mayor y más intensa desde la crisis de la convertibilidad, y la primera de esta naturaleza que se verifica en el país sin que haya una crisis o un golpe de Estado.

El estudio utilizó fuentes provenientes de cámaras empresariales, medios nacionales, provinciales y locales, registros oficiales y organizaciones sindicales. Las encuestas sobre salud mental tomaron las escalas elaboradas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“Este acelerado proceso de destrucción masiva de puestos de trabajo ha derivado en un significativo deterioro de los indicadores de salud física y mental.”

“Este acelerado proceso de destrucción masiva de puestos de trabajo no sólo ha incrementado sensiblemente el desempleo, la pobreza y la desigualdad, sino que también ha derivado en un significativo deterioro de los indicadores de salud física y mental”, afirma el estudio.

El informe contabiliza 232.286 trabajadores despedidos o suspendidos, el 70% correspondiente al sector privado, con 122.802 desafectados, mientras que en el sector público contabilizaron 70.115. Los sectores de la construcción (60.626) y de la industria (la manufactura registró 83.905) fueron los más castigados.

Los investigadores consideran que el actual Gobierno, como toda gestión neoliberal, aplica el desempleo como mecanismo de disciplinamiento salarial, para lo que se vuelven necesarios los despidos masivos y así profundizar la redistribución regresiva del ingreso.

“En el actual caso argentino, los despidos forman parte de una estrategia de shock, cuyo objetivo es reducir el costo laboral de la mano de obra local y disciplinar a la clase trabajadora”, sostienen, y prosiguen: “Se trata de una operación que, para tener éxito, necesita fragilizar individuos y colectivos, poniendo en duda su valor e identidad, desmovilizando mediante el miedo y la deslegitimación”.

Los beneficiarios de estas medidas económicas cuyas consecuencias pagan los trabajadores y trabajadoras, dice el informe, «son el agro, la cúpula industrial orientada al mercado externo, el sector financiero, las empresas de servicios públicos y las fracciones acreedoras del exterior beneficiadas por el retorno al financiamiento internacional”.

El informe también menciona los modos bruscos de despidos aplicados por la alianza Cambiemos, incluso en muchos casos con represiones policiales en las puertas de edificios gubernamentales o fábricas, reforzados por “una cuidadosa y detallada construcción de una narrativa oficial en la que los trabajadores/as despedidos/as fueron acusados de ‘inútiles’, ‘vagos’ y ‘ñoquis’, haciéndolos responsables de la pérdida de su puesto de trabajo y deslegitimando su protesta ante la sociedad”.

Las muestras de resultados de problemas de salud mental asociados a despidos masivos se triplicó (un incremento del 181%), siguiendo mediciones aprobadas por la OMS. Como datos llamativos de acuerdo con otros estudios similares, remarca que para ciertos subgrupos poblacionales el impacto ha sido de mayor intensidad: mujeres mayores de 45 años, con nivel educativo elevado y salarios intermedios, jefas de familias numerosas monoparentales, despedidas de organismos públicos con gran cantidad de empleados.

Mientras que para los hombres, jóvenes, sin hijos a cargo, de salarios y nivel educativo bajos, despedidos de pequeñas empresas privadas, con experiencia previa de desocupación, mala valoración del puesto perdido y si mayores responsabilidades en el sustento familiar, el deterioro de la salud mental ha sido menor.

“los despidos forman parte de una estrategia de shock cuyo objetivo es reducir el costo laboral de la mano de obra local y disciplinar a la clase trabajadora.”

Las encuestas de salud mental desglosaron sus resultados a partir distintos ítems. Algunas de esas preguntas utilizadas para mostrar la percepción negativa de salud mental fueron: ¿tiene falta de apetito?, que mostró un aumento del 225,5%; sentimientos de infelicidad marcaron un aumento del 301,7%; los de dificultad para disfrutar de actividades diarias, 278,7%.

Otros indicadores fueron: ¿ha estado llorando más de lo normal?, con aumentos del 380%; ¿se siente incapaz de tener un papel útil en la vida? (468,2%); ¿tiene dolores de cabeza frecuente? (128,4%); ¿le cuesta pensar claramente? (325%); ¿ha perdido interés en las cosas? (236,1%); ¿duerme mal? (171,1%); y ¿le ha pasado por la mente terminar con su vida (261,9%).

Los indicadores de salud mental empeoraron más en mujeres que en hombres (189%), en las personas de más de 46 años (463%) y entre los trabajadores con cuatro hijos o más (463%).

Por otra parte, los despidos generaron un deterioro del 20,5% en la percepción de la salud física de los encuestados. Aquí también el mayor deterioro se da entre las mujeres a cargo de familias numerosas que están desocupadas y son responsables del hogar: en mujeres, del 21,2%, y en hombres, del 19,4%.

A su vez, los sectores medios (quintiles de ingresos 3, 4 y 5) tuvieron los niveles de mayor desgaste, por encima de los valores de los quintiles 1 y 2 de menores ingresos. Con respecto a los grupos etarios, los que más sufrieron fueron personas de 30 a 45 años (21,1%) y mayores de 46 años (24,4%). Por último, aquellos que tienen más de cuatro hijos mostraron desgastes más marcados, con un empeoramiento de su salud física del 45,5%.


 

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