Por Héctor Bernardo
Los tres mil despidos producidos recientemente en el Ministerio de Educación de Argentina, que ocasionaron la protesta de los trabajadores, quienes recibieron como respuesta una dura represión policial, son el sello distintivo de la política aplicada por Mauricio Macri.
Lamentablemente, para la región esta política no es exclusiva del Gobierno argentino. Se replica en cada rincón del continente donde la derecha neoliberal aplica su fórmulas económicas y sociales, cuyos ejes fundamentales son los mismos y no pueden funcionar uno sin el otro: ajuste y represión.
Desde la llegada al poder de Mauricio Macri, sus políticas neoliberales implicaron un ajuste brutal. Miles de despidos en todas las reparticiones estatales, devaluación, transferencia de recursos de los trabajadores a los sectores más concentrados de la economía, depreciación de los salarios, inflación superior al 40%, endeudamiento externo, recortes en la inversión pública, quita de subsidios a los servicios de luz, gas y transporte, etcétera, etcétera, etcétera.
Según datos de la Universidad Católica Argentina (UCA), las medidas de ajuste impuestas por Macri generaron más de 1.4 millones de nuevos pobres.
Desde el primer día, las protestas sociales recibieron como respuesta la represión estatal, policial y judicial. El caso más evidente es el de la líder de la Tupac Amaru, Milagro Sala, presa política del Gobierno de Cambiemos.
A pesar de las resoluciones del Comité de Detenciones Arbitrarias de las Naciones Unidas (ONU) y de la Organización de Estados Americanos (OEA) que indican que Milagro Sala está detenida arbitrariamente y que debe ser liberada de inmediato, el Gobierno de Macri la mantiene encarcelada como un claro ejemplo aleccionador de lo que les pasa a quienes deciden enfrentarse a su política neoliberal.
De Sur a Norte
Casi en el otro extremo del continente, México se ha acostumbrado, tristemente, a un clima de violencia institucional cuyo máximo ejemplo en los últimos años ha sido la desaparición de los 43 normalistas en Ayotzinapa, ocurrida en septiembre de 2014.
El Gobierno de Enrique Peña Nieto ha implementado la lógica neoliberal a rajatabla y en julio de 2016 otra protesta de docentes fue duramente reprimida, dejando como consecuencia un gran número de muertos, heridos y detenidos.
En pleno amanecer de 2017, el Gobierno de Peña Nieto implementó un brutal aumento al combustible, que se ha definido como el “gasolinazo”.
Las explicaciones oficiales para intentar justificar este tipo de medidas suele repetirse de manera casi calcada de norte a sur de la región. El presidente mexicano aseguró que el aumento del combustible era una medida “dolorosa pero necesaria”.
El aumento de la gasolina ronda el 20% y varios especialistas han señalado que inevitablemente repercutirá en el poder adquisitivo de los trabajadores mexicanos. El incremento comenzó a implementarse el 1° de enero de 2017 y generó numerosas protestas en todo el país que recibieron como respuesta una dura represión estatal que hasta el momento lleva, al menos, 250 detenidos.
Neoliberales a los golpes
Sin dudas, el más ilegitimo y brutal de todos estos procesos neoliberales es el del golpista Michel Temer, en Brasil. Temer fue elegido como vicepresidente de Dilma Rousseff y luego de concretar el golpe parlamentario y quedarse con la Presidencia comenzó a implementar una serie de medidas neoliberales tan ilegítimas como su Gobierno.
Rápidamente, el presidente de facto brasileño dio un giro de 180 grados a las políticas sociales y económicas y anunció la privatización de 34 empresas estatales. “Estamos abriendo 34 oportunidades de concesiones en el área de puertos, aeropuertos, carreteras, ferrovías, energía, petróleo y gas”, anunció.
Temer también envió una ley al Parlamento para congelar el gasto público en Salud y Educación por los próximos veinte años.
En poco tiempo, el desempleo alcanzó cifras históricas. Según datos revelados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), en corto plazo, y debido a las medidas de ajuste implementadas por Temer, Brasil alcanzó la impresionante cifra de 12 millones de desocupados.
Ante esta situación, las organizaciones sociales y los trabajadores brasileños realizaron varias manifestaciones y protestas. La respuesta fue la misma que en el resto de los países neoliberales de la región: una brutal represión.
Ajuste y represión, dos componentes inseparables que son la piedra fundamental de las políticas neoliberales de los Gobiernos de derecha de la región.