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Pobreza e indigencia: “Están destruyendo el tejido social, son genocidas”

Por Fernando M. López

La pobreza y la indigencia no paran de crecer como consecuencia de un modelo neoliberal que desde hace dieciséis meses ajusta y saquea de manera indiscriminada a los que menos tienen en beneficio de un puñado de ricos y grupos económicos concentrados. Claro que esto no lo expresa el Instituto de Estadística y Censos (INDEC), que a cargo Jorge Todesca emite datos sin historia, precisamente para que no se sepa a ciencia cierta qué cantidad de excluidos generaron las políticas regresivas de Mauricio Macri.

Para el INDEC, de acuerdo con su medición del segundo semestre de 2016, hay un 30,2% de pobres (8.277.085) y un 6,1% de indigentes (1.657.221). A la cabeza de la lista se encuentra el Conurbano bonaerense, con 4.090.129 pobres y 950.881 indigentes; seguido por el Gran Córdoba (617.924 y 164.762), el Gran La Plata (207.593 y 41.266) y el Gran Neuquén (100.874 y 10.455).

En cuanto a La Plata, se indica que el 24,2% del total de la población está por debajo de la línea de pobreza, mientras que el 4,8% en la indigencia, pero quienes viven estas situaciones todos los días coinciden en que “los números oficiales no expresan la realidad”, ya que “hay muchos más pobres e indigentes”.

“El crecimiento de la pobreza ha sido exponencial en este año y pico de Cambiemos por la falta de trabajo”, dijo a Contexto Antonio Fenoy, educador y dirigente del Frente Político y Social Carlos Cajade, quien detalló que los más golpeados son aquellos que hacían “changas en la construcción o trabajaban de empleadas domésticas”, así como “los pequeños productores del cordón frutihortícola que perdieron todo”.

“Se vuelve a ver el rally de los comedores en busca de alimento y también el trueque de ropa por un paquete de harina, arroz o fideos, como ocurría en los noventa. Cada vez hay más pibes en los comedores barriales y no dan abasto. Algunos ya empezaron a abrir los fines de semana porque muchas familias no tienen qué comer durante esos días”, comentó al referirse a distintos puntos de la ciudad, como Tolosa, Villa Elvira, Las Malvinas, El Retiro y Melchor Romero.

En las casas de la Obra del Padre Cajade también hubo un incremento considerable de niños y jóvenes que asisten todos los días porque sus padres se quedaron sin trabajo o tienen ingresos insuficientes. La Casa de los Bebés, por ejemplo, recibe a más de sesenta chicos de 0 a 5 años en el barrio Aeropuerto, y la comida tampoco alcanza.

“Están destruyendo el tejido social, son genocidas”, sostuvo Fenoy al apuntar contra el Gobierno de Cambiemos, y luego advirtió que, si no se frena el ajuste, cuando Macri termine su mandato “el país va a estar peor que en 2001”.

Sin techo

Desde la ONG Sumando Voluntades, que lleva ocho años en La Plata asistiendo a personas en situación de calle, alertaron que los “sin techo” crecieron en un 30% entre 2016 y 2017.

Su titular, Nancy Maldonado, explicó a Contexto que la mayoría de estas personas “fueron despedidas del trabajo y hoy no tienen para alquilar ni para comer”.

“Encontramos deambulando por la calle a mucha gente mayor, que es la que tiene menos posibilidades. Si hoy no hay trabajo para un joven, para alguien mayor mucho menos”, dijo, y agregó que “la semana pasada también encontramos a un señor que cobra la jubilación mínima durmiendo en la guardia de un hospital. Entre pagar la pensión y comer, optó por comer. Eso está pasando cada vez más”.

Asimismo, en los últimos meses comenzaron a acercarse a la entidad hombres y mujeres que tienen techo pero carecen de empleo: “Nos tocan el timbre y nos dicen que no tienen para comer. Entonces, decidimos implementar las viandas de comida”.

Los tres refugios de la ONG se encuentran completos. Uno de ellos está ubicado en 37 entre 6 y 7, justo a la vuelta del parador municipal inaugurado en diciembre por el intendente Julio Garro, con capacidad de sesenta camas.

“Según nos cuentan las personas que han estado ahí, no hay más de cuatro camas cubiertas por noche. Tienen medios y recursos, pero les faltan funcionarios con sensibilidad y vocación de servicio. Usted no puede poner a un arquitecto a manejar un parador municipal, tiene que poner a una persona con un fuerte grado de sensibilidad que sepa sobre esta problemática difícil y dolorosa”, cuestionó Maldonado.

Berisso

A diez kilómetros de La Plata, la situación socioeconómica no está mejor. El desempleo, la precarización laboral, el aumento desmedido de los precios de la canasta básica y un Gobierno municipal que “se burla” de las organizaciones sociales hacen estragos entre los sectores más vulnerables.

El Frente Popular Darío Santillán-Corriente Nacional (FPDS-CN) marchó la semana pasada hasta el Municipio para denunciar que el intendente de Cambiemos, Jorge Nedela, les retira “la mínima asistencia a los comedores que ganamos con años de lucha y trabajo, diciendo que no tiene dinero”, y no garantiza “las mínimas condiciones de trabajo, herramientas e insumos” a quienes limpian y mantienen los barrios más olvidados de Berisso.

“La estamos pasando muy mal”, remarcó a este diario Luz Asalde, una de las tantas cooperativistas que se encuentra por debajo de la línea de la indigencia con los 4.000 pesos mensuales que paga el Gobierno de Nedela.

El FPDS-CN tiene en Berisso seis centros comunitarios con copas de leches, comedores, huertas y emprendimientos productivos.

Asalde, que milita en el espacio conocido como “Juanito Laguna”, dijo que en un año se incrementó en un 50% la cantidad de personas que asisten a los comedores de la organización, en particular “madres con nenes chiquitos y jóvenes embarazadas”.

Tras la protesta de la semana pasada, el Municipio prometió reponerles alimentos frescos (pollo y carne picada), así como algunos productos secos que ya no llegan de Nación ni de la provincia de Buenos Aires.

“El miércoles fuimos a buscar los alimentos al depósito municipal que está en Montevideo y calle 8. Para los seis barrios nos dieron dos paquetes de arroz de diez kilos cada uno, dos de polenta también de diez kilos y doce botellas de aceite de 900 mililitros cada una. Eso nos tiene que durar una semana. La verdad que es para llorar”, subrayó la mujer.


 

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