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El Grupo Clarín es mucho más que las tapas del diario

Por Miguel Croceri

Desde los discursos críticos al Grupo Clarín, prácticamente la totalidad de las veces se alude, para señalar su poderío sobre la política, la sociedad, etcétera, a “las tapas del diario (Clarín)”.

Expresarse de esa forma puede ser un modo de representar a todo el conglomerado mediático, nombrando al medio gráfico que le dio origen y que además es el que marca la dirección político-ideológica de los contenidos en todos los demás productos de la cadena (quizás desde la lingüística se podría decir que se trata de una sinécdoque, recurso por el cual se aplica a un todo el nombre de alguna de sus partes).

Sin embargo, el acostumbramiento a una denominación simplificada puede obturar la observación sobre la complejidad, extensión y multiplicidad de todos los soportes tecnológicos, formatos comunicacionales y construcción de referencias personalizadas –figuras mediáticas– a través de las cuales el Grupo Clarín actúa y se manifiesta.

Su posición dominante en el sistema de medios audiovisuales y digitales multiplica al infinito la influencia que tenían “las tapas del diario” en un estadio ya lejano de las tecnologías de la información y la comunicación, en el cual los medios gráficos eran los más determinantes para la formación de la opinión pública.

Hoy, el poder de Clarín se asemeja a un leviatán. Está en todas partes. Sin exageración ninguna, es una cadena de medios que trasmite las veinticuatro horas de todos los días de la vida. Maneja los sistemas de distribución de televisión paga en las principales ciudades del país, en muchas de ellas de manera monopólica y excluyente. Lo cual significa que decide cuáles canales de televisión pueden ver y cuáles no sus audiencias cautivas.

Sus radios AM y FM con llegada a todo el territorio nacional, igual que su canal TN de veinticuatro horas supuestamente de “noticias”, más la edición digital del diario y de cualquiera de sus medios, actualizadas en todo momento y fuente de información para usuarios/visitantes digitales pero además para otros medios que adoptan y multiplican su mensaje, tienen una potencia arrasadora para constituir estado de ánimo y creencias de la población.

El discurso político del cártel Clarín (y los demás contenidos también, pero estas observaciones apuntan únicamente a esa temática) conecta no solo –y no tanto– con las percepciones racionales de los públicos, sino fundamentalmente con los gustos, la emotividad, los sentimientos, los deseos y todas las zonas más inconscientes de la subjetividad de las personas.

Tanto el periodismo como cualquiera de las discursividades y formatos comunicacionales, son el disfraz, la máscara, la apariencia, el pretexto, el envase, los canales de propagación, de una corporación que tiene dos propósitos permanentes, uno imbricado con el otro: su expansión económica sin límites como conglomerado empresarial capitalista –sus negocios y negociados–, y su predominio como actor de facto en las disputas de poder, incluso a escala internacional (de allí, por ejemplo, su riguroso hostigamiento contra Gobiernos populares latinoamericanos, en particular el de Venezuela, o sus alianzas con el bipartidismo socialdemócrata-conservador de España, por citar apenas un par de referencias).

Figuras y personajes

En ese dispositivo intervienen figuras diversas, muchas de ellas verdaderas ídolos mediáticos de masas. Ellas dirigen a distintos segmentos de las audiencias, pero uniformadas por una misma textura ideológica y política en su discurso público.

Seguramente algunos/as lo harán con convicción y expresando libremente sus ideas y sentimientos, y otros/as sólo por conveniencia, oportunismo, acuerdos comerciales o, en el caso de los niveles medios o inferiores de las jerarquías profesionales, sólo por la elemental y respetable necesidad de conservar un trabajo. Pero las motivaciones particulares poco importan a los efectos de valorar el impacto social de sus desempeños en la cadena mediática.

Lo cierto es que allí actúan profesionales del periodismo y/o del entretenimiento que tienen una influencia relevante en la opinión pública y en las disputas de poder.

La veterana diva Mirtha Legrand, tan glamorosa –al menos, para una parte muy grande de las audiencias– y con una perdurabilidad biológica y televisiva que vence al tiempo, y de invariable perfil reaccionario en cada una de sus preguntas, invectivas, comentarios, opiniones, chistes, guiños, gestos graciosos y demás recursos de su habilísimo personaje.

El showman y periodista Jorge Lanata, un experto en manipulación de las masas y principal ariete de Clarín contra el kirchnerismo desde que el Grupo lo contrató para rearmar la estrategia de combate contra Cristina Kirchner luego de que ella ganara ampliamente su reelección en 2011. Meses después, en abril de 2012, Clarín y Lanata lanzaron el show Periodismo para todos y al poco tiempo iniciaron la nueva etapa de la guerra de desgaste inventando el perfil de “corrupto” para el entonces vicepresidente de la nación, Amado Boudou. Tarea que después sería continuada en el ámbito judicial por funcionarios de la corporación antikirchnerista (Lanata es, además, un empresario de negocios turbios que en las últimas dos décadas fundó y luego fundió varios medios y otras empresas de la industria cultural, como el proveedor de Internet Data 54, la revista Veintiuno, luego llamada Veintidós y Veintitrés, o el diario Crítica de la Argentina, el cual cerró con sus secuelas de trabajadores despedidos y deudas impagas, y donde Lanata estuvo asociado con el capitalista español Antonio Mata, quien fuera condenado en su país por estafas y fraude impositivo).

Otras figuras y personajes mediáticos: veteranos operadores ideológicos de la derecha corporativa y pro-norteamericana, como Joaquín Morales Solá. El alambicado y sobrio periodista demócrata-conservador Nelson Castro. El conductor que hizo del boato y la circunspección los rasgos centrales de su personaje radial y televisivo, Santo Biasatti.

El inefable Marcelo Bonelli, ejemplo de mediocridad intelectual y servilismo a la empresa, caso único de un periodista del Grupo Clarín que está empleado desde hace muchos años, con autorización para opinar y editorializar, tanto en el diario líder del cártel como en su radio de cabecera (Mitre) y en sus principales canales televisivos (TN y Canal 13).

La carismátíca periodista aristócrata liberal Magdalena Ruiz Guiñazú, que tantos años de vigencia tuvo como figura central y aún conserva cierto predicamento. La también carismática y hábil comunicadora televisiva María Laura Santillán.

La dupla canchera, sobradora, que de política “se las saben todas”, integrada por Eduardo Ven Der Kooy y Julio Blanck, quienes además son importantes jerarcas en la redacción del diario. Ambos muy conocedores de las trastiendas del poder –aunque sólo critican a “los políticos” y jamás hablan de todo lo que conocen de los submundos del poder en ámbitos mafiosos del entramado empresarial, judicial, religioso, del espionaje, sindical, etcétera– y que han sido entrenados para aparentar un estilo televisivo descontracturado.

Jóvenes serviles, como Nicolás Wiñasky, premiados como conductores de horarios centrales en TN por su consecuente prédica y laboriosidad ultra-antikirchnerista.

La jovial animadora Mariana Fabiani, dotada de condiciones para aparentar inocencia e ingenuidad mientras descarga sobre la audiencia la contundencia de mensajes político-propagandísticos.

El escritor y periodista Jorge Fernández Díaz, quien desde una formación que puede considerarse muy superior si se la compara con la pobreza intelectual de otros –típicamente, de Marcelo Bonelli– le otorga una pátina de solvencia, seriedad y argumentación a los contenidos políticos que la multiempresa quiere inficionar en la población.

El recién llegado al Grupo (comparado con la larga trayectoria de otros), Alfredo Leuco, quien por convicción o conveniencia –poco importa– dejó en el pasado una decorosa trayectoria de periodista serio, y actualmente se destaca por haber creado con la patronal y su vástago un producto televisivo entretenido desde el cual se propagandiza el discurso político de la empresa.

Ultra-antikirchnerismo

Los ejemplos podrían ser más, obviamente. La descripción precedente se concentra en un grupo de casos notorios y relevantes.

Pero todos y cada uno de los personajes públicos más visibles se mueven en la misma dirección para defender a sus representantes políticos en los Gobiernos nacional y bonaerense, a través de discursos de legitimación en favor de ellos y de desgaste y ataque contra sus desafiantes políticos. Se expande así la propaganda ultra-antikirchnerista.

Por ejemplo, la corrupción es mala cuando es “K”. Si es de otro sector, se la oculta (es más: la “ruta del dinero K” es una denominación inventada por el Grupo Clarín, que no forma parte con ese nombre de ningún expediente judicial, y sin embargo es repetida hasta por medios de comunicación ajenos a ese aparato de poder, o incluso contrarios a él).

Los escraches son “violentos” cuando los practican –real o supuestamente– los kirchneristas. Por el contrario, cuando algún dirigente kirchnerista es increpado en un lugar público o incluso agredido, es una genuina expresión de “la bronca de la gente” contra los que “se robaron todo”.

A Roberto Baradel lo atacan por kirchnerista. A la organización “Justicia Legítima” la agravian porque la consideran kirchnerista. Señalar que alguien milita en “La Cámpora” equivale a un insulto.

Dada esta realidad del poderío del cártel mediático, sus personajes o ídolos de masas, y las estrategias de propaganda político-ideológica que desde allí y ellos/ellas despliegan, son apropiadas algunas preguntas que se relacionan con el futuro del país.

¿Qué capacidad de influencia tendrá semejante aparato de acción psicológica sobre la sociedad en el momento de la decisión electoral de los ciudadanos y las ciudadanas?

¿Cuánta eficacia conseguirá la maquinaria comunicacional de la derecha, conducida por el Grupo Clarín, para sostener en el Gobierno a la alianza Cambiemos, de la que son socios y aliados, e impedir un pronunciamiento masivo de resistencia contra la devastación del país y de reconstrucción de una alternativa política popular?

La verdadera capacidad de dominación del Grupo Clarín sobre la sociedad argentina y el nivel de penetración del discurso hegemónico en la conformación de la opinión pública también saldrán vencedores, derrotados o empatados –quién sabe– en las elecciones primarias del 13 de agosto y en las generales del 22 de octubre de este año.


 

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