El lanzamiento del frente Unidad Ciudadana tuvo lugar en uno de los lugares más emblemáticos del peronismo. Después de Berisso, quizá sea Avellaneda uno los distritos que más condensa épica del movimiento nacional y popular y de la historia de los trabajadores.
A eso hay agregarle que el acto en la cancha de Arsenal tuvo como marco de fondo al imponente Viaducto de la localidad de Sarandí, inaugurado en 1953 por Juan Domingo Perón, en una las mayores obras de ingeniería de la historia del Conurbano, que en su momento buscaba integrar el sur con Capital Federal.
La identidad fabril de Avellaneda se remonta a sus orígenes. Cuando todavía era “Barracas al Sud”, en 1881, era la zona con más establecimientos obreros de los alrededores de la ciudad de Buenos Aires, según consignan Marcelo Rougier y Graciela Pampin en su artículo “Orígenes y esplendor de la industria del Gran Buenos Aires”.
Se destacaban allí las curtiembres, las herrerías y los astilleros, todas actividades relacionadas con la cercanía del Riachuelo, el Río de La Plata y las vías del por entonces Ferrocarril Sud, lo que facilitaba la llegada y la salida de productos; además de generar demandas propias. Por ese entonces, de allí salía el 60% de la carne salada de exportación.
A principios del siglo XX, la región tomó un nuevo envión con la llegada de importantes frigoríficos y de metalurgias, en su mayoría de capitales estadounidenses e ingleses. Pero sin dudas que el despegue definitivo vino a partir de 1930, cuando comenzó un proceso de crecimiento interno frente un mundo capitalista que se derrumbaba.
Para 1935, Avellaneda –era partido desde 1895 y tenía ese nombre desde 1904– era considerada la “primera ciudad industrial de la provincia”, con más de la mitad de fábricas y obreros del cinturón metropolitano. Junto a Berisso y toda la zona sur –Berazategui, Lanús y Lomas de Zamora–, se convirtió en la base de sustentación para la rebelión trabajadora del 17 de octubre de 1945, fecha fundacional del justicialismo.
Según el relato de Antonio Caruso, autor de varios libros sobre el peronismo en Avellaneda, la avenida Mitre y su cruce con Pavón fue el lugar de confluencia de aquellos que llegaban desde La Plata, principalmente desde los frigoríficos berissenses Swift y Armour, con los que salían de los frigoríficos locales La Negra, La Blanca, El Argentino y El Anglo, entre otros. No sirvió de nada que el viejo puente Pueyrredón haya estado levantado: los obreros cruzaban a nado o por las vías del tren.
Para 1954 –gobierno peronista mediante–, allí estaba casi el 70% del PBI industrial bonaerense y Avellaneda era el distrito con más obreros, con 63 mil (siempre siguiendo a los autores ya citados). A partir de allí, todo fue en picada, a pesar de la Resistencia, del Cordobazo y del regreso de Perón.
Cuando se repasan varias encuestas y en todas Cristina Kirchner “mide” mucho en el Conurbano, algunos analistas dicen que es “porque la eligió Clarín” o porque “la eligió Durán Barba” como enemiga de Mauricio Macri, porque “ya le ganó una vez y le va a ganar otra”. Sin reparar en que MM le ganó a Scioli y no a CFK, habría que tener en cuenta en todo caso los datos repasados anteriormente y los siguientes:
Las décadas del sesenta, setenta y noventa fueron trágicas para la industria nacional. En 1995 la desocupación del Conurbano era del 22%, y en 2003 la pobreza era del 54%. Fue Néstor Kirchner quien inicio y CFK quien continuó un cambio abrupto de esa tendencia: al cierre del primer semestre de 2008, la pobreza era casi del 20% y la participación en la producción industrial provincial había subido del 27 al 33% (datos del artículo “Panorámica de la producción en el Conurbano bonaerense”, de Marcela Vio y María Claudia Cabrera).
Avellaneda y sus vecinos encabezaron ese resurgir. Para 2015, el desempleo no llegaba, por poco, al 8%. En el último estudio del INDEC, justamente, la zona más castigada por la falta de ocupación es el Gran Buenos Aire, con casi 12%. En paralelo, diversos sectores reclamaban una emergencia del sector pyme en Legislatura. Memoria colectiva pasada y reciente.
El Viaducto
En épocas donde se celebra el anuncio de la realización de un metrobús y donde el tren a la capital bonaerense todavía está suspendido, es difícil dimensionar lo que significó hace seis décadas la concreción del Viaducto Presidente Perón de Sarandí, otro de los emblemas de Avellaneda.
Imaginado en 1943, fue impulsado y concretado por Perón. Con el objetivo concreto de generar un alivio para circulación de autos en la Avenida Mitre y sus calles aledañas, la estructura, de varias cuadras, fue una manera de dar seguridad a los habitantes de la zona en general y de evitar el efecto de muro que siempre tienen las vías y los terraplenes. Las barreras se bajaban trescientas veces por día.
La estructura, de dos kilómetros de extensión, se inició en 1947, estuvo a cargo de la Dirección de Vialidad de la Provincia de Buenos Aires y demandó una inversión de 30 millones de pesos. Tras seis años de trabajo se produjo la inauguración, que se llevó a cabo el 4 de junio, en el marco del segundo plan quinquenal.
Ese día, como ayer, la inmediaciones del Viaducto amanecieron atestadas de gente en clave de celebración. Perón llegó en “un tren especial”, diría entonces el locutor del Noticiario Panamericano. En aquel entonces, la alegría era por las mejoras palpables en la vida de la gente de a pie. Ahora la esperanza pasa por retomar el camino perdido, volver a tener un proyecto.
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