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Cuba: la historia de una resistencia

Por Juliana Marino (exembajadora de Argentina en Cuba, 2008-2015)

En un viaje reciente a Cuba durante el mes de mayo, indagué insistentemente a ciudadanos cubanos, a dirigentes políticos y sociales, si esperaban algún exabrupto por parte del presidente de Estados Unidos y su política exterior de vecindad. Estaban a la espera –me decían– de que diera vuelta su mirada desde Venezuela a la Isla, pero no había certezas acerca de cómo lo haría. Tampoco, claro, se ilusionaban con que actuara con inteligencia y/o mantuviera continuidad con las políticas concertadas por Obama, las que, por otra parte, a pesar de su importante significado e impacto, a pesar de constituir un hito promisorio en orden a una etapa de distensión y normalización tan ansiadas, había mantenido al bloqueo en su nivel histórico, con desmesuradas sanciones económicas a bancos y empresas.

Pues bien, finalmente, el viernes 16 de junio el presidente Trump develó sus propósitos e intenciones con un discurso escrito por derechistas cubano-americanos y para derechistas cubano-americanos, con gran afinidad ideológica, pero sobre todo, como casi siempre, por razones de política interna. Votos muy valiosos en un Senado que le es esquivo y amenazante.

Al respecto del discurso y el decreto en sí mismo, analizaremos ambos tomando como base la Declaración del Gobierno de Cuba y la Conferencia de Prensa de su Ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, desde una Europa que por el contrario, ha dado vuelta la página de la inútil y anquilosada Posición Común, resolución impuesta en 1996, inspirada por José María Aznar y atizada por Gran Bretaña, Suecia y países del viejo campo socialista y que, condenando a Cuba al aislamiento con la excusa de los derechos humanos, pretendía lograr un cambio en la liberalización de su economía, el comercio y su mercado interno.

En relación con la actuación de Trump el viernes 16 de este mes, las medidas parecen tener más ruido que nueces. Pero el canciller cubano no quiso dejar pasar el acontecimiento sin un fuerte reproche al Gobierno norteamericano por el ámbito y los acompañantes que rodearon al presidente, y “frente a ese espectáculo salido de la Guerra Fría” denunciar que “Cuba protesta ante el Gobierno de Estados Unidos por este escarnio” y lo emplaza a confirmar si tales personas (a las que describió con nombre y apellido y calificó como terroristas, mercenarios, politiqueros y vividores) lo rodeaban. A veces no es suficientemente conocido o se olvida que Cuba padeció, hasta bien entrada la primera década del siglo XXI, ataques terroristas con afectaciones graves y víctimas, y que aun hoy es insistentemente hostigada a través de la invasión de medios de comunicación, interferencias, campañas de seducción y promoción de la emigración ilegal, y sostenimiento económico de la disidencia interna y la conspiración externa.

Bruno Rodríguez sostuvo que este show constituyó una ofensa que no se podrá olvidar y que el presidente Trump se halla muy mal asesorado por cuanto desconoce que cerca del 70% de los norteamericanos, el 63% de los cubanos residentes en Estados Unidos y el 62% de los propios republicanos rechazan el bloqueo, y que el 75% de los norteamericanos, el 69% de los cubanos residentes y el 62% de los republicanos favorecen la normalización. Sin olvidar la amplia adhesión de los cubanos más jóvenes de ambos países a ambas cuestiones.

Respecto de los eventuales cambios en sí mismos, el canciller admitió que es un retroceso en las relaciones bilaterales, reconocido por voces de adentro y de afuera. Anticipó que afectarán las relaciones del Gobierno de los Estados Unidos con América Latina y el Caribe y dañarán la credibilidad de la política exterior norteamericana, por cuanto medidas tan impopulares ignoran el apoyo mayoritario al levantamiento del bloqueo en el Congreso de los Estados Unidos, entre los empresarios y organizaciones de la sociedad civil norteamericanas, su prensa, las redes sociales y la opinión pública. Que tales medidas costarán más dinero a los contribuyentes, restringirán libertades individuales de su propia población y provocarán daños humanos y privaciones al pueblo cubano, que abrumadoramente apoya la etapa iniciada aquel 17 de diciembre de 2014 con el diálogo Obama-Castro y la liberación de los Cinco.

El “Memorando Presidencial de Seguridad Nacional” de Trump dispuso la eliminación de los intercambios educacionales “pueblo a pueblo a título individual” (ya no era obligatorio hacerlo en grupo) y una mayor fiscalización de los viajeros estadounidenses en sus viajes a Cuba; también dispuso la prohibición de las transacciones económicas, comerciales y financieras de compañías norteamericanas con empresas cubanas vinculadas con las Fuerzas Armadas Revolucionarias y los servicios de inteligencia y seguridad.

Es importante señalar que el propósito de estas medidas es privar de ingresos y perjudicar la economía cubana. A pesar de que aun los convenios de Obama mantenían la prohibición para los ciudadanos norteamericanos de los viajes a Cuba exclusivamente de turismo, la mencionada ampliación de la categoría “pueblo a pueblo individual” produjo un gran aumento en las cifras de visitas de los estadounidenses que, por otra parte, habían comenzado a alojarse en las casas que ofrece el turismo y se percibía un diálogo fructífero entre ambas poblaciones. Es probable que la buena impresión que Cuba empezó a causar al viajero “gringo” fuera considerada muy inconveniente y peligrosa por la extremista oposición de Miami, que usufructúa del hostigamiento a Cuba y de su diáspora. Al respecto, cabe señalar que la afluencia de estadounidenses es un objetivo de la política turística cubana, independientemente de los alertas que hace tiempo se encienden en la Isla vinculados a la penetración cultural, desafíos que, sin embargo, Cuba ha decidido afrontar y gestionar con la misma firmeza y autodeterminación con la que Bruno Rodríguez responde a Trump “no pediremos a nadie opinión ni permiso”. Y se pregunta: “¿Con qué más pueden amenazarnos?”.

Cuando se analiza el Memorando, uno tiene la confirmación de que, a pesar de la retórica sobre los derechos humanos conculcados y la diatriba, los intereses económicos norteamericanos “no comen vidrio”, de allí que no se hayan afectado licencias otorgadas a aerolíneas comerciales, cruceros y algunos otros negocios. Las personas bajo la jurisdicción de Estados Unidos podrán seguir viajando en cruceros o embarcaciones de pasajeros en viajes autorizados. La prohibición de relaciones comerciales con el GAE (Grupo de Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas) y la derogación del documento de Obama “Directiva presidencial hacia Cuba. Normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba” tendrán efectos dañosos importantes, pero son fundamentalmente efectistas.

Como ya hemos dicho, la resolución de Obama del 14 octubre de 2016 no había aliviado el bloqueo, pero sí resultaba interesante para los cubanos porque reconocía su ineficacia, y aunque el espíritu de su texto seguía siendo injerencista y sus objetivos el cambio de orden económico, político y social, en su redacción se había reconocido la independencia y la autodeterminación de Cuba y se había considerado a su Gobierno como un interlocutor legítimo y soberano, así como estimaba importantes para ambos países los beneficios de una relación y convivencia respetuosas a pesar de las diferencias. El documento también admitía que el bloqueo era una política obsoleta y que debía ser eliminado, posición que se correspondió en la última votación sobre el tema en las Naciones Unidas con la abstención de Estados Unidos.

Por el momento, la mayoría de los veintidós acuerdos firmados con Obama siguen en pie. Se mantienen la autorización y las reglas para el envío de remesas y la mayoría de las categorías de viajes; se mantiene la derogación de “pies secos-pies mojados” y los diálogos y acuerdos migratorios tomados, los temas ambientales concertados y las licencias para comerciar con el sector no estatal cubano, al que sí probablemente algunas de las nuevas medidas afecten de manera significativa. Este sector es el verdadero objetivo que a los Estados Unidos interesa manipular y ligar, sin embargo, es posible que las medidas recientes impongan trabas adicionales a las ya muy restringidas oportunidades que el sector empresarial estadounidense tenía para comerciar e invertir en Cuba.

Al respecto, es interesante repasar las respuestas que ha dado la propia Oficina para el Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos (OFAC), que posterga las definiciones y anuncia que las medidas se harán operativas en los próximos meses a través de enmiendas a sus Normas de Control de Activos, cuando se emitan los nuevos reglamentos. Da también algunos ejemplos elocuentes de sus verdaderos propósitos: los viajes pueblo a pueblo en grupo continuarán, pero los viajeros estadounidenses que utilicen esta autorización de viaje deben mantener un programa completo de actividades educativas de intercambio, dirigidas a “fortalecer el contacto con el pueblo cubano, apoyar la sociedad civil en Cuba o promover la independencia del pueblo cubano de las autoridades”, y redundará en una interacción significativa entre el viajero y las personas en Cuba, dice la OFAC. Agrega: un empleado, consultor o agente del grupo debe acompañarlo para asegurarse que cada viajero mantiene el itinerario de las actividades de intercambio educativo.

La intención salta a la vista. Toda acción debe constituir una oportunidad de convencer al pueblo cubano que se rebele frente a las autoridades y procure el cambio de su modelo socialista de partido único.

Lo verdaderamente trascendente es el endurecimiento del bloqueo, que según las autoridades cubanas sigue siendo una medida destinada a fracasar por la resistencia del pueblo. Del mismo modo que fracasará –sostienen– la manipulación con fines políticos y el doble rasero en el tratamiento de los derechos humanos, acerca de los cuales considera que Cuba puede exhibir el goce de su sociedad de la más amplia gama de derechos y la política internacionalista de un pequeño país bloqueado al cumplimiento de los derechos humanos y sociales en innumerables otras naciones. El mensaje de Cuba aprovecha a desplegar su concepción sobre el tema de derechos humanos y a enumerar las graves violaciones por parte de los Estados Unidos, tanto sobre su propia población como sobre la de otros países, las detenciones arbitrarias y las torturas en Guantánamo y el reciente abandono de los compromisos para preservar el medio ambiente y una política internacional que amenaza la paz. Cuba es parte, culmina diciendo, de 44 instrumentos internacionales sobre los derechos humanos, mientras que los Estados Unidos lo es sólo de 18.

No es esta una simple etapa de guerra de consignas o de reproches cruzados justificantes, es un paso atrás en un proceso en el que se había confiado, que había sido muy bien recibido por la sociedad cubana, proceso que la había tranquilizado, esperanzado en que el hostigamiento de Estados Unidos cesara para, de este modo, permitir que el pueblo continuara con el proceso de actualización de su modelo, el despegue de su economía, el ordenamiento reparador de la emigración y la reunificación de la diáspora familiar. Hoy me cuentan que este pueblo está triste, fundamentalmente irritado y reaccionando del modo que sabe, con más sentimiento nacional y más empeño en que las transformaciones en la Isla adquieran otro ritmo, sean las apropiadas y autónomamente decididas. De allí que en estos días están aprobándose nuevas conceptualizaciones al modelo, se organizan las elecciones, se ponen en tensión las energías de todas las organizaciones de la sociedad civil y se conversa sobre el cambio de autoridades del año que viene, la reforma constitucional y el necesario progreso de la economía.

Ojalá que este episodio vergonzoso de la nación más poderosa del mundo constituya sólo eso, un episodio. Que la referencia a Venezuela no agrave la injerencia y la complique. Seguramente Latinoamérica y el Caribe no secundarán el descrédito, seguirán denunciando en Naciones Unidas el abuso del bloqueo y el irrespeto de su «extraterritorialidad». Esperamos que Argentina exhiba una política exterior de Estado, congruente al respecto con su voto positivo de casi dos décadas. Que asimismo respete los instrumentos a los que adhirió, como la proclama de la CELAC de enero de 2014 y sus principios: «el derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político, económico, social y cultural, sin injerencia de ninguna forma y la igualdad soberana y la reciprocidad, que constituyen principios irrenunciables del Derecho Internacional». Que Argentina comprenda la relevancia que tiene para nuestro país haber suscrito esa proclama confiriéndole a América Latina y el Caribe la condición de Zona de Paz.

A pesar de la insultante aparición de Trump y sus medidas, Cuba volvió a reiterar su voluntad de continuar el diálogo respetuoso mutuo, así como la negociación de los asuntos bilaterales pendientes por cuanto «las relaciones de los dos últimos años han demostrado que ambos países pueden cooperar y convivir civilizadamente». También volvió a reiterar que no cederán para ello un ápice de su soberanía, ni de su propósito de continuar con la construcción de una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible.

Para los que miramos este nuevo capítulo desde el Cono Sur será importante seguir los impactos, poner atención al Caribe, estar atentos y firmes apoyando a Venezuela a pesar de las deserciones regionales o precisamente por ello, y exigir al Gobierno argentino una posición digna en los escenarios regionales e internacionales.


 

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