Por Gustavo Cirelli
A Jaime Durán Barba, personaje omnipresente en la política argentina, mentor de la factoría PRO-Cambiemos, se le atribuyó en los últimos días un consejo de campaña para los candidatos macristas que andan de timbreo en timbreo. Dicen que les dijo “no hay que hablar de economía” porque en los focus groups queda claro “que la economía no suma”. El exministro de Justicia porteño y actual precandidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires Guillermo Montenegro -de poca empatía con el gurú ecuatoriano- se desmarcó al afirmar que «nadie» le sugirió que no diga nada de economía. Lo cierto es que a Cambiemos le sobran los motivos para esconder los datos de sus veinte meses de gestión de cara a las PASO. Las estadísticas públicas y privadas se han vuelto un estigma para el oficialismo. Los números no cierran.
A modo de ejemplo, según el INDEC, las ventas de supermercados cayeron un 2,5% en mayo; el consumo popular sigue en picada. Otro ejemplo: para el Observatorio de Conflictividad Socio-Laboral de CEPA, entre enero y mayo de este año hubo 1.784 protestas, discriminadas en 680 por conflictos sociales y 1.104 por crisis laborales; a lo que debe añadirse un sondeo preliminar realizado en junio que suma otras 442 protestas, lo que se traduce en 2.226 conflictos en los primeros seis meses del año. Un promedio de más de doce conflictos por día.
Con los números a mano se entiende por qué Durán Barba ordenó recalcular la estrategia electoral.
Mauricio Macri amagó con desoír a su consejero, pero de inmediato encaminó el relato. El domingo 23 publicó una columna de opinión en el diario El Independiente de La Rioja en la que deslizó: “Sabemos que el crecimiento económico todavía no llegó a todos los argentinos”. Frase indubitable. En el modelo macrista ya ganaron los mismos de siempre. El resto, la inmensa mayoría, ve cómo se le deshilacha el porvenir cotidianamente. El presidente, luego de su obviedad, continuó con el manual oficial. Apeló a la esperanza: “Mi equipo y yo estamos comprometidos a que [el crecimiento] llegue a todos, estén donde estén”.
El recurso de la “pesada herencia” se agotó en la percepción social a la espera de una lluvia de inversiones que nunca llegó, un segundo semestre de 2016 desolador y los “brotes verdes” que se marchitaron antes de germinar.
De un estudio de opinión pública de la Consultora Analogías de mediados de julio, sobre 2.700 casos en la provincia de Buenos Aires, donde se consultó la evolución de gestión, imagen de dirigentes, expectativas y escenario electoral, se desprende que la principal preocupación para los bonaerenses es el “desempleo”, en un 32,3%. Le sigue la “inseguridad”, con el 29,5%. Más lejos, la “corrupción”, con 11,5%, y la “inflación”, con el 10,2%.
Al ser consultado por la “percepción de la situación actual”, el 64,8% de los bonaerenses se agrupó entre los que afirman que es “igual de mala, peor, o mucho peor”. Y cuando se les preguntó por “las expectativas a mediano plazo”, el porcentaje negativo se ubicó en el 53,2%.
Los encargados de trazar las estrategias electorales, tanto en Cambiemos como en Unidad Ciudadana, tienen muy presente que en los últimos meses el miedo al perder el trabajo se instaló en el tope de la preocupación social. Desde Unidad Ciudadana, con Cristina Fernández de Kirchner encabezando todas las encuestas de intención de voto, le pusieron rostro a los “agredidos” por el macrismo en poco más de un año y medio, como testimonios inapelables de campaña.
Cuando en el sondeo de Analogías se analiza el desagregado por votantes de Unidad Ciudadana y de Cambiemos con respecto al desempleo como principal preocupación, entre los votantes de Cristina trepa al 57% y cae al 9,2% entre los de Esteban Bullrich, delfín de Macri para el Senado nacional. Entonces, de eso no se habla. Pero hay otro dato a considerar: de los potenciales votantes por el oficialismo, el 49% señala la “inseguridad” como el principal problema.
En el laboratorio de Durán Barba el número no pasa desapercibido. La sociedad será testigo -ya lo está siendo- de cómo la agenda mediática corporativa intoxicará al electorado con hechos de inseguridad y sus derivaciones más espeluznantes, como ese show televisivo que Jorge Lanata montó en torno al robo de un jardín de infantes en Villa Caraza para dar sostén a la miserable entrevista a un menor de once años, cuya historia, imagen y apodo instalaron en prime time barriendo con toda normativa nacional e internacional de protección de niños, niñas y adolescentes. Un abuso del que deberá dar cuenta ante la Justicia el secretario de Seguridad de Lanús, el macrista Diego Kravetz, entre otros.
Pero aquello que consterna y escandaliza a gran parte de la sociedad no es interpretado de la misma manera por un sector del voto duro del macrismo que ve en ese menor la representación del mal y no la consecuencia oprobiosa de un país desigual. Ve en el chico a un victimario. No a una víctima. Un sector que se deja seducir por los versos de la demagogia punitiva. En ese sentido avanzará la construcción de la narrativa dominante macri-duranbarbista y los medios oficialistas.
El guion ya está escrito: conjugan marginalidad y delito con informalidad laboral, combo al que le añaden kirchnerismo. Otra obviedad, pero que amparada en una cobertura mediática inaudita tendrá en cierto electorado los resultados buscados por Cambiemos: a la oscuridad del pasado se le contrapone el cambio, la esperanza. Tremendo esfuerzo narrativo por resignificar como futuro esperanzador al neoliberalismo por (casi) todos padecido.
En esa clave hay que leer el texto provocador que Durán Barba publicó en Perfil el 23 de julio: “Si alguien vota por Cristina y está vinculado a la economía informal, produce o vende mercaderías con marcas falsificadas, vive de subsidios, o es parte del millón de personas vinculadas al narcomenudeo en la Ciudad y en la Provincia, es probablemente un votante duro. No decimos que todos los partidarios de Cristina vivan en esas circunstancias, sino que quienes las viven pueden respaldarla con más firmeza”.
En su artículo sostiene que “si el encuestado es un firme defensor de los derechos humanos y además respalda a la dictadura militar venezolana sólo puede votar por Cristina o por alguna versión arcaica de la izquierda”. Voto que califica de irracional. Así presentado lo es, claro. Sólo que el ideólogo PRO miente sobre un detalle no menor: Venezuela es una democracia. Luego, el guionista pasa a mostrar las cartas: “En el otro extremo hay un voto duro de Cambiemos que tiene como factor común la esperanza”.
El conductismo macrista no deja de asombrar por su rusticidad. Su linealidad. Durán Barba menciona a Venezuela. María Eugenia Vidal repite de recorrida proselitista por Mar del Plata. “Estamos evitando una guerra civil y ser Venezuela”. El consultor habla de esperanza. Macri convoca a construir “futuro desde la esperanza”. Y así.
Ya definió (¿quién sino?) Durán Barba: el marketing político “suele ser sólo un fraude inocente”.
¿Y la economía?
Esa te la debo…