Por Silvia Montes de Oca
En el marco de iniciativas globales que ya se vienen desarrollando, Argentina lleva adelante –a través de distintos grupos y organizaciones– propuestas que instalan en la agenda pública el concepto de ciencia ciudadana, una forma de hacer ciencia abierta. En la Facultad de Informática de la UNLP, dentro del LIFIA –Laboratorio de Investigación y Formación en Informática Avanzada–, un grupo de investigadores viene trabajando en esa línea y se aprestan a realizar el primer encuentro para debatir y articular proyectos, alcances, intereses y legislación entre los distintos actores, en noviembre próximo.
El Dr. Diego Torres, integrante del LIFIA, pone en perspectiva un movimiento que se consolida en esa Facultad desde 2014 y cómo a partir de un proyecto de investigación desde Informática se crea Cientópolis: una plataforma para la ciencia ciudadana.
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“La ciencia ciudadana no aplica a todos los ámbitos. La ciencia abierta, sí. Nuestro primer desafío fue encontrar qué actividades científicas podían ser delegadas en voluntarios. Nuestra primera vinculación fue con los astrónomos de la UNLP. Después siguieron los profesionales de la Facultad de Humanidades, de Ciencias Naturales, con pequeños proyectos que fuimos llevando adelante.”
-Definamos primero qué es ciencia ciudadana.
–La ciudadanía quiere saber qué hacen los científicos que son parte del Estado y de una comunidad compartida. Esto entra en tensión con la visión hegemónica de la Academia como generadora de conocimiento y que no es consultada por el ciudadano. En esa vinculación es donde la Ciencia Ciudadana (CC) hace una invitación a que las partes se mezclen en la construcción de conocimiento científico. Esto no puede suceder si la ciencia no está abierta. Lo que se busca es romper con esa división hegemónica de los científicos dentro de los laboratorios y los ciudadanos afuera. Después podemos discutir sobre la profundidad del hecho científico, si lo puede hacer cualquiera. Pero todos podemos pensar y actuar científicamente y la CC propone acciones que contribuyen a concretar proyectos científicos.
-¿Por ejemplo?
-Gestionar datos primarios o colectarlos es una buena forma de comenzar a participar. También analizar datos primarios dentro de un contexto científico. Son muchas las tareas que los científicos tradicionales realizamos como parte de nuestro trabajo habitual y que cualquier otra persona podría hacer. Así, el ciudadano –además de entender el método científico– lo aplica en algo palpable, y una de las cosas más importantes que se juegan en la CC –además de una ciudadanía empoderada– es que el trato sea justo. En un régimen mercantil, donde es frecuente la idea de «haga dinero desde su casa», «responda encuestas», se instala una relación donde lo que se espera es conseguir mano de obra barata. La CC va en una dirección opuesta y procura que los ciudadanos estén dentro del proyecto científico, no periférico.
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Torres menciona como ejemplo el caso del proyecto Galaxy Zoo (www.galaxyzoo.org) en el que la participación de una aficionada realizó un aporte tan importante como inesperado para los propios investigadores con los que estaba trabajando. “Se produce un intercambio muy rico, porque a veces los voluntarios tienen un alto grado de estudios en temas muy específicos.”
-La CC diferencia lo que son los científicos tradicionales o académicos y los ciudadanos científicos. Y son roles que van rotando. En CC podré estar en un proyecto académico como científico tradicional, y en otro podría hacerlo como ciudadano interesado. La vinculación entre unos y otros requiere de aprendizajes: en las relaciones, en volver amigables los aspectos más duros que tiene cualquier proyecto. Se producen tensiones e incluso es necesario limar las diferencias. Desde los lenguajes hasta los objetivos que busca cada uno. Y para los científicos, entender que la ciencia abierta no implica que alguien vendrá a robarte tu trabajo. Es cierto que eso te saca de una zona de confort, pero también se sabe que la colaboración aporta sinergia.
-¿Qué es primero, la ciencia abierta o la ciencia ciudadana? ¿Quién necesita de quién?
-Para que exista CC tienen que haber un momento de ciencia abierta. Los ciudadanos tienen que saber en qué y para qué están colaborando, para dónde es el proyecto, quiénes intervienen, cómo se financia. Ahí es donde aparece el requisito del trato justo que deriva de esa apertura. Es importante que los científicos incorporemos ser entrenados en contar las cosas específicas que hacemos en un lenguaje coloquial.
La CC ofrece ventajas. Para los científicos profesionales inmersos en el sistema representa la posibilidad de potenciar su trabajo sin que se vea alterado. Y a los científicos que se están formando, viene a aportarles lo que –hace años– para nosotros era un desafío: poder demostrarle a los chicos de las escuelas (y a la ciudadanía en general) que cualquier persona puede hacer ciencia e investigación, formándose para ello. Que no es algo inalcanzable.
-¿Cómo se combina este manifiesto del carácter constructivista y contextual de la ciencia con los estándares rígidos de los sistemas científico-tecnológicos de los países?
-Es algo que queda por hacer. Nuestro sistema requiere de inversión para poder hacer ciencia. Y esto se relaciona con las publicaciones científicas y el mercado editorial internacional que las regula. El sistema valora la producción científica de acuerdo con la cantidad de artículos que producimos. Y la publicación tiene que ser en lugares bien vistos por la comunidad científica. El sistema de publicación internacional genera que el científico haga su trabajo y deba pagar para publicarlo. Para leer ese artículo, otro científico también deberá pagar. Además, para que ese artículo pueda ser publicado, primero deberá ser aprobado por una comisión de pares, trabajo por el cual no cobrarán. Es una relación de poder extraña que no posibilita la construcción del conocimiento de una forma fluida. No la democratiza. Por eso es necesario que el Estado intervenga, tenga presencia y articule para que haya ciencia abierta.
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Durante el mes de mayo se realizó el lanzamiento del Portal de Información de Ciencia y Tecnología argentino (http://datos.mincyt.gob.ar) en el marco de una iniciativa del Ministerio de Modernización, que ya tiene nueve “datasets” o conjuntos de datos, donde será volcada la información de los diferentes poderes y organizaciones del Estado (http://datos.gob.ar/).
Hasta el momento se encuentran disponibles 100.089 publicaciones de acceso abierto, 93.494 curriculums (número en permanente ascenso) y 16.198 proyectos. De acuerdo con la definición de www.cientópolis.org, “hacer ciencia abierta implica poner a libre disposición los datos, resultados y protocolos obtenidos en las diferentes etapas del proceso de investigación y permitir que otros contribuyan y colaboren con el esfuerzo de investigación”.
-¿Alcanza con la existencia de datos abiertos para hacer ciencia ciudadana? Algo que desde el Gobierno se asocia más a la transparencia de exhibir un dato pero no a la construcción de lo que la ciudadanía puede hacer con él…
-La existencia del portal de datos abiertos es un gran inicio. Pero faltan otras acciones que tienen que ver con definir las políticas de evaluación que veníamos hablando. También tiene que ver con una zona de disputa. Es importante que el Estado dialogue con los científicos en este contexto. No tenemos un único punto de vista respecto de lo que hay que hacer y por dónde empezar a hacerlo.
Diego Torres menciona la participación de representantes de Cientópolis en distintos encuentros sobre Ciencia Abierta que tuvieron lugar tanto en el Centro Cultural de la Ciencia, en Buenos Aires, como en el 2do. Foro Nacional Argentina Abierta, en la provincia de Córdoba.
-Cuando desde LIFIA, en la Facultad de Informática, empezamos a indagar sobre Ciencia Ciudadana, en el camino apareció la Ciencia Abierta. Y desde allí empezamos a trabajar con Valeria Arza y Mariano Fressoli, ambos investigadores del CONICET, de CENIT (Centro de Investigaciones para la transformación). Su área de investigación es la ciencia abierta y el impacto que tiene este modo de hacer ciencia en el mundo. Es necesario ese trabajo conjunto porque la CC y la CA son complementarias. Sin embargo, es necesario trabajar para poder estudiar hasta dónde llega cada una, qué elementos comunes comparten, dónde están las diferencias. Lo que hemos visto hasta ahora tanto nosotros como desde CENIT es que la CC y la CA suponen la existencia de un entramado complejo de actores y situaciones entre los cuales el Estado tiene un rol relevante.
Por eso la importancia de encontrarnos, y allí surgió la idea de hacer un Workshop (el 3 de noviembre, en el Planetario Ciudad de La Plata). Será un espacio para vincularnos porque actualmente funcionamos como nodos de una red que aún resta articular. En ese sentido, está abierta la convocatoria para la presentación de posters y la integración en talleres y mesas de discusión (https://www.cientopolis.org/workshop/, fecha límite: 25 de agosto).
-Desde el periodismo científico o la comunicación pública de la ciencia, ¿qué intervenciones son posibles en relación con instalar el tema de la Ciencia Ciudadana en la agenda?
–En principio, darle visibilidad. La cuestión de los datos abiertos es algo muy presente en estos días. Yo creo que es interesante que se discuta desde el periodismo científico qué entendemos por apertura, qué significa. Porque, en la vorágine por lograr la apertura y la transparencia, se dice mucho pero se hace poco. Se necesita generar espíritu crítico. Que los datos sean abiertos y que una entidad del Estado solamente los exponga públicamente en una página web no es apertura de datos y transparencia. Comprender lo que esto significa realmente es importante porque empodera a la ciudadanía y le permite exigir lo que tiene que ser.
Hay terminologías y concepciones en disputa. Un ejemplo es la terminología “libre” y “abierto” en el software. Tiene un buen fin y si realmente es libre, es genial. Pero a veces son utilizadas de una forma poco clara. Por ejemplo, desde Android –el software que llevan muchos de los smartphones– se pregona que se pueden desarrollar aplicaciones móviles casi libremente. Sin embargo, Android está regulado por una megacorporación que es la decide qué es lo que entra en el mercado de consumo y qué es lo que no.
Volviendo al tema de la apertura, yo veo una necesidad de formación al respecto. Así como un paper lo entienden sólo aquellos que están en la materia, con los datos pasa lo mismo. Lo entiende el que sabe cómo fueron generados. Por lo tanto, hay que considerar estos diferentes niveles de comprensión y garantizar el acceso al dato primario.