Por Andrés Lobato
En su discurso, el oficialismo otorga un papel protagónico a la cadena de valor vinculada a la agroindustria. La idea de erigirse como “supermercado del mundo” implica empezar a diversificar la matriz exportadora argentina, con un mayor protagonismo de productos con valor agregado en origen. El biodiesel, elaborado en base a aceite de soja, cumple con esta premisa, y desde 2006 ha ganado un fuerte protagonismo. En la actualidad, Argentina es un destacado jugador a nivel mundial en su comercialización.
En las últimas semanas, el Gobierno nacional desplegó un operativo de seducción hacia Estados Unidos con el objetivo de introducir en ese mercado limones, carne bovina y sostener la exportación de biodiesel. No es un dato menor que el 90% de la producción argentina de este último producto se vende a ese destino.
¿Cuál fue el resultado? Los limones y la carne bovina no ingresaron, al biodiesel se le impondrá un fuerte arancel compensatorio –el Gobierno de Donald Trump considera que esta fuente de energía elaborada en Argentina está subsidiada– y es posible que en breve ingrese carne de cerdo norteamericana al país.
De un análisis de las cifras que se manejan en cada rubro se puede esbozar un panorama de situación. El Ministerio de Agroindustria nacional, encabezado por Ricardo Buryaile, anunció como un gran logro de gestión la venta de limones a Estados Unidos por una cifra cercana a los 50 millones de dólares. Por su parte, Argentina perdió el ingreso de carne bovina a Norteamérica en 2001 por un brote de fiebre aftosa, y si bien hay algunas señales tibias, nada indica que pueda materializarse en el corto y mediano plazo.
Como contrapartida, la exportación de biodiesel a ese mercado genera un ingreso de divisas de 1.250 millones de dólares. Con una producción anual cercana a los tres millones de toneladas, el 50% se destina al mercado interno para el corte obligatorio de naftas, que en este momento es del 10%. El resto se exporta en un 90% a Estados Unidos y otros destinos.
Con estos antecedentes, el fracaso de la política exterior comercial en el rubro agroindustrial es evidente. Después de publicitadas visitas a Estados Unidos por parte del presidente Mauricio Macri, spots de la Casa Rosada anunciando la inminente exportación de limones y la visita del vicepresidente norteamericano Mike Pence a nuestro país, el dato duro que queda es contundente: además de no colocar los productos prometidos, se perdió la mayor exportación argentina a ese mercado, y como corolario es inminente el ingreso de carne porcina norteamericana en Argentina.
El caso del biodiesel perfila un panorama complejo, tanto a nivel de mercados externos como en el rubro doméstico. Además de Estados Unidos, el otro destino capaz de absorber ese volumen es Europa, que se encuentra en litigio con Argentina desde 2013 en base a argumentos similares a los esgrimidos por los norteamericanos. Y el mercado doméstico tampoco es una opción, porque es prácticamente imposible subir en diez puntos el corte obligatorio de naftas. El otro punto a tener en cuenta son las plantas elaboradoras de biodiesel, que suman cerca de 40 y generan 6.000 puestos de trabajo entre empleos directos e indirectos.
Esta situación hay que ubicarla en el contexto de un incremento en las importaciones en perjuicio de la economía argentina, panorama al que la agroindustria no es ajena. Así, se ha registrado un marcado crecimiento en el ingreso de carne porcina brasileña, danesa y canadiense, a las que en breve se sumará la norteamericana, los productores de peras y manzanas del sur argentino deben competir con frutas extranjeras, y hasta rubros como las sembradoras y pulverizadoras terrestres –en donde nuestro país es un reconocido fabricante– deben competir con el ingreso lento pero sostenido de estos implementos.