Cuando, el 19 de abril, la fórmula de Alianza País Lenín Moreno-Jorge Glas se impuso en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Ecuador, los movimientos populares festejaron en toda la región. Todo parecía indicar que se le había puesto un freno a la oleada de gobiernos de derecha que había comenzado a imponerse en el continente.
En Brasil, mediante un golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, Michel Temer se había apoderado de la presidencia; en Argentina, Mauricio Macri, con el apoyo del Grupo Clarín y una campaña plagada de mentiras, había obtenido el triunfo en las urnas, y en Bolivia, Evo Morales había perdido un referéndum que le permitiese la reelección, tras una descomunal campaña mediática que llegó al extremo de inventarle «un hijo no reconocido».
El triunfo de Alianza País parecía garantizar la continuidad de la Revolución Ciudadana. Pasó poco tiempo hasta que se pudo entender que lo que brilla no siempre es oro.
Durante el discurso de Moreno en su asunción comenzaron a verse las primeras señales que indicaban que el rumbo empezaba a cambiar. Inmediatamente comenzaron los enfrentamientos con los principales referentes de Alianza País. En especial, con su vicepresidente, Jorge Glas, y con el exmandatario Rafael Correa.
Glas fue destituido y hoy se encuentra detenido acusado de hechos de corrupción que aún no han podido ser demostrados. Moreno impulsa un referéndum por el cual se puede llegar a proscribir a Correa inhabilitándolo para volver a ocupar la presidencia.
Alianza País expulsó a Moreno de la conducción del partido y el actual mandatario dio varias muestras de acercamiento a los sectores del poder económico concentrado y a la derecha política. El clima de traición al voto popular parece, una vez más, apoderarse de las calles de Ecuador.
En diálogo con Contexto, la socióloga Paula Klachko, coautora del libro Desde Abajo, desde Arriba, en el que analiza “los horizontes del cambio de época en América Latina”, remarcó: “La situación en Ecuador se da en un marco en el que en nuestra región parece establecerse ‘un empate catastrófico’, como lo denomina Álvaro García Linera. Ha cambiado la correlación de fuerzas que estuvo vigente hasta noviembre de 2015”.
“Ecuador, a pesar de ser uno de los tres países que marcaron el cambio de época en nuestra región, ahora se encuentra en un entredicho. Lenín Moreno, el sucesor de Rafael Correa en la presidencia, el candidato que llegó al gobierno por Alianza País y quien parecía ser el continuador de la Revolución Ciudadana, parece estar repitiendo la triste historia que ya vivió Ecuador antes del gobierno de Rafael Correa, con presidentes que una vez que llegan al gobierno traicionan su palabra”, señaló.
Klachko recordó que “aún está vigente la traición de Lucio Gutiérrez, quien llegó a la presidencia en alianza con los movimientos indígenas y prometiéndose como un ‘nuevo Chávez’, pero ni bien asumió dejó todas sus promesas de lado”.
“Si bien la dirección que tomará el gobierno de Lenín Moreno aún no queda del todo clara, el actual mandatario ecuatoriano ya ha dado signos preocupantes. Ha pactado con la derecha y ha convocado a un plebiscito para obturar la posibilidad de que Rafael Correa regrese a la presidencia. Con la excusa de la corrupción, está persiguiendo judicialmente a referentes de la Revolución Ciudadana. Ha cuestionado la Ley de herencia y plusvalía que generaba una progresividad en cuanto al sistema impositivo ecuatoriano. Si el gobierno de Ecuador traiciona el voto popular, las consecuencias serían muy graves para toda la región”, concluyó Klachko.