Por Carlos Barragán
Son días de ruido y furia en el ambiente periodístico argentino. Días en que el establishment periodístico parece crujir por sus propios vicios, vicios que el poder en el gobierno liberó como se liberan las drogas pesadas durante las guerras.
Los premios Martín Fierro operan sobre ciertos consensos sociales pero con diferentes criterios. Pueden premiar a alguien como aval y ratificación de una tendencia ya exitosa, o por el contrario pueden premiar a una contrafigura de esa tendencia. Como buscando alguna compensación misteriosa. Y para mantenerse en ese esquema pueden honrar muchas veces a personas de evidente mediocridad, mal desempeño y venalidad con la misma facilidad con que le entregan una estatuilla a Aliverti.
En esa balanza loca que manejan, este año el premio como mejor analista político de la radio argentina fue para el hijo de Leuco. Lo premiaron como mejor programa de algo a Novaresio, como mejor programa de otra cosa a Leuco papá, y como mejor programa de otra cosa más a Sietecase. Después vino el insulto que todos sabemos, lo que destapó un nuevo cisma periodístico. Majul querellando a Tenembaum por ser “Corea del Centro”, o sea de hacer un periodismo equilibrado (“vos compensás”, fue la acusación) que puede sonar delirante por donde se lo mire, pero tiene la lógica implacable que el esquema mediático de este implacable gobierno viene promoviendo.
Tenembaum es descartado de la centralidad periodística, lo mismo que María O´Donnell, Zlotogwiajda, y Sietecase. Todos ellos que buscaron con mayor o menor éxito mantenerse al margen de la anterior batalla por el sentido son hoy defenestrados por los vencedores y por el público que los acusa hasta de comunistas, aunque parezca un chiste. Nada menos que Longobardi recibió la reprimenda de su violento público cuando se le ocurrió quejarse de sus “queridos amigos” Majul, Leuco, y el pobre Andahazy, porque según dijo se convirtieron en macartistas y salen a cazar brujas. Brujas que ya no son los malditos periodistas militantes, sino periodistas que no se juegan enteros por el gobierno macartista sino que lo critican como indica el manual del buen periodismo.
Mientras pensaba hacia dónde irán estas cosas, y hasta dónde llegarán, me encontré en Anfibia con un adelanto de Argenpapers, libro de Santiago O´Donnell y Tomás Lukin. El extracto es sobre la publicación de los Panamá Papers y por decirlo sencillo: cuánto sufrió Alconada Mon por eso. Lo más interesante es que en la crónica de lo que leemos como un backstage de la labor periodística y del manejo que hacen de ella los medios, se puede vislumbrar el criterio político tanto de los periodistas autores del libro como del periodista tomado como sujeto de esa historia, Alconada Mon que dice: “En un momento me dio como una suerte de estresazo (…) Y por otro lado frustración por esto de que, cuando debió ser un día de alegría o de satisfacción profesional, fue por el contrario de frustración, por esta cuestión de la tergiversación de lo que uno hace, porque el diario tiene su posición editorial, y si el diario considera, supongamos, que no es merecedor de la tapa, no me corresponde a mí definirla. Lo que a mí sí me molesta es la tergiversación cuando me involucra a mí.” La grieta había funcionado a full. Por el revuelo mundial, Clarín no había podido evitar el tema en su título principal ni tampoco el nombre del Presidente, pero para suavizar el impacto había apelado a un verbo amigable: “Mencionan a Macri en papeles secretos de paraísos fiscales”. (…)
Mientras tanto, Página/12 aprovechó la oportunidad de pegarle al Presidente. “Argentina volvió al mundo”, ironizó en su título principal de tapa con una gran foto.
Veamos, “la tergiversación me molesta cuando me involucra a mí”, podemos dejarla y suponer que no sería justo sacarla del contexto. Pero es revelador cuando dice que si el diario no considera que una noticia no merece la tapa no es problema del periodista porque “el diario tiene su posición editorial”. Los autores escriben: “la grieta había funcionado a full”, “Página/12 aprovechó para pegarle al presidente”… Entre Alconada Mon y los autores no hay grieta. Mientras La Nación tiene un “criterio editorial” que hay que respetar, Página/12 y la grieta “le pegan” al presidente. La Nación no pega ni defiende, tiene criterio.
Sigo con otro párrafo: “O sea, la edición recortada de La Nación no lo ayudaba, pero a Alconada Mon no le molestaba tanto que lo criticaran por quedar pegado con la línea editorial del diario. Lo que le dolía era la sospecha lanzada, sin pruebas ni fundamentos, de que él ocultaba información. Justo él, que hacía rato que se había desentendido de la pelea por lo que privilegia o deja de privilegiar La Nación en su tapa. ‘La aproximación editorial del diario La Nación a investigaciones como Panama Papers es: ‘¿Y eso por qué es meritorio de una tapa? Si en definitiva una sociedad off shore, si la tenés declarada, no es problema’. Entonces, para mí ya implica un punto adicional de esfuerzo para llegar a la tapa’, dijo en la entrevista».
Es por lo menos inquietante que alguien con la preparación e inteligencia de Alconada Mon interprete con tan profunda ingenuidad que La Nación tenga una “aproximación editorial” basada en tal banalidad como tener o no tener declarada una offshore. Y que estire su ingenuidad hasta llegar a hablar de un ”esfuerzo adicional para llegar a la tapa” porque el diario considera que no hay mérito suficiente. Lo mismo para los autores que con una asepsia no merecida hablan de “lo que privilegia o deja de privilegiar La Nación en su tapa”. Y aquí mi última cita “Sobre los Panama Papers no supe leer el cambio del contexto político porque yo me imaginé que iba a ser distinta la repercusión, y lo que observé fue que se terminó politizando, (…)” Asombroso. Alconada Mon pensaba que la información de que el presidente de la república tuviera cuentas en un paraíso fiscal era una noticia por fuera de la política, y que alguien la politizó. O sea, la arruinó. Asombroso. Alconada Mon supone que las montañas de dólares escondidas en paraísos fiscales no tienen que ver con la política y lo político. Que no es un tema político las grandes fortunas escondidas para no pagar impuestos o porque no se pueden explicar. Que no es un tema político que la plata que sí se puede explicar y la que no se puede explicar esté allí empobreciendo a millones que no se lo pueden explicar.
En los últimos tiempos tengo la fuerte sospecha de que no hay cinismo en algunos periodistas. Sospecho que realmente creen que la política no tiene que ver con la plata que se guarda en los paraísos fiscales. Que realmente creen que La Nación no ataca y defiende intereses políticos y económicos, sino criterios. Que creen que La Nación es un diario más “serio” que Página/12 que está demasiado embarrado en ideología. Que creen que el poder económico es una cosa, el político otra, y el mediático otra. Que creen que tener el gobierno y tener el poder es lo mismo (aunque ahora sí los son). Que creen que los compromisos oscuros de las empresas dueñas de los medios son “criterios”.
Hoy, lo tenemos a mano, La Nación titula que “Cristina aparece en el registro de pago de coimas de Futbol Para Todos”. La información del título se revela como una absoluta falsedad apenas uno lee la nota. “Lo que a mí sí me molesta es la tergiversación cuando me involucra a mí”, dijo Alconada Mon para el libro. Un libro escrito por Santiago O´Donnell a quien conocí y me parece un tipo de lo más íntegro y honesto, un laburante, un tipo con principios, un tipo respetable y querible, un buen periodista. Lo digo porque deberíamos poder discutir sobre estas cosas con los pocos periodistas que quedan vivos en el país. Discutir sobre la tarea del periodismo con quienes todavía son capaces de hacer periodismo. Periodistas que no son pymes, ni lúmpenes, ni los psicópatas alquilados que estamos acostumbrados a criticar. Estas cosas, estos criterios sobre el poder y la legitimidad de los medios de comunicación, su capacidad para torcer el rumbo de las cosas, para esconder, para castigar y para incidir de manera espuria en la vida de todos nosotros.
En estos días cuando sin Víctor Hugo Morales sumamos otra ausencia de voces disidentes, cuando el gobierno parece no tener límites en su voracidad por el silencio, cuando los casos de venalidad periodística son expuestos sin consecuencias para los que facturan, cuando la extorsión es una nueva ley, cuando la persecución se transforma en “criterio”, cuando una pandilla de nuevos ricos con pantalla parece haberse adueñado del periodismo argentino, cuando los que no están locos son acusados por mantener cierta cordura me parece necesario revisar qué quieren hacer los periodistas con su profesión. Cómo piensan salvarla de una muerte segura.