Por Giuliana Pates y Candela Luquet
En la primera semana del mes de diciembre, en distintas agencias y medios de comunicación nacionales, trascendió la noticia acerca de la primera persona trans egresada del Colegio Carlos Pellegrini de la ciudad de Buenos Aires. La protagonista es Leandra Atenea Levine Hidalgo, una joven de diecinueve años que recibió su diploma de finalización de estudios secundarios de acuerdo con su identidad autopercibida.
Si bien la difusión de esta experiencia ayuda a deconstruir el imaginario social que hay sobre las personas trans –asociado al trabajo sexual–, no hay que desconocer que en el país existe un alto porcentaje de deserción escolar en este colectivo. Según el informe “Situación de los derechos humanos de las travestis y trans en la Argentina”, en una investigación realizada por la Asociación Travestis Transexuales Transgeneros (ATTTA) y Fundación Huésped en 2014, “en la población trans mayor de 18 años, 6 de cada 10 mujeres y 7 de cada 10 hombres habían abandonado la escuela en el nivel secundario a causa de la discriminación. Solo un 32,6% de las personas trans relevadas mayores de 18 años habían completado la escuela secundaria”.
Las violencias que se ejercen contra el colectivo trans en el ámbito educativo no sólo radican en el hecho de no llamarlxs por el nombre con el que se autoperciben o a las burlas que reciben de sus pares. Sino que incluyen los materiales educativos que se usan para las clases, los baños o las filas que se realizan para formar, que responden al binomio mujer- varón, dejando por fuera otras identidades de género.
Esto se debe, en primer lugar, a la expulsión que sufren las personas trans de las distintas instituciones sociales. Muchxs de ellxs son echadxs por sus familias y arrojadxs a la calle desde temprana edad, cuando comienzan a hacer visible su identidad, quedando en un estado de vulneración absoluta. Por otro lado, lxs que logran seguir su trayecto educativo experimentan distintas situaciones de discriminación en las escuelas, por parte de otrxs alumnxs, docentes y, muchas veces, por el mismo sistema que no lxs reconoce ni respeta sus identidades autopercibidas. En tercer lugar, la población trans es excluida también del ámbito laboral formal, razón por la cual 6 de cada 10 encuentran en el trabajo sexual su único modo de subsistencia.
En este contexto, la cobertura mediática en torno al egreso de Leandra fue diversa. El diario Clarín publicó la nota “El Carlos Pellegrini ya tiene su primera egresada trans”, en la que decidió focalizar en la historia de vida de la joven, sin problematizar la situación de acceso a la educación que atraviesa la mayoría del colectivo trans. Incluso, brindó detalles sobre el proceso de transición, como las operaciones y los tratamientos que se realizó para tener una imagen acorde con su identidad.
En este sentido, abordó la situación como un caso particular, descontextualizado de las luchas históricas de las organizaciones LGTBIQ por el acceso a derechos como la identidad, la educación, la salud y el trabajo. Si bien la joven, en el discurso que brindó en su escuela, hizo referencia a estos reclamos históricos, el medio eligió no citarlos. En relación con este tipo de construcción mediática, el escritor e investigador Aníbal Ford nos recuerda que “el caso pone en escena nociones como causalidad, azar, temporalidad, subjetividad, mismidad, discontinuidad, ruptura y construcción de series.” Así, Leandra se construye como una rareza que irrumpe el orden cisheteronormativo, como la excepción que confirma la regla: ¿se destaca el clivaje de género cuando se hace referencia a varones heterosexuales? ¿qué es lo que convierte a Leandra en un “caso” noticiable?
Por otra parte, el diario La Nación, en la nota “Las palabras de la primera egresada trans del Carlos Pellegrini”, utilizó como fuente a la Agencia Presentes, medio de comunicación especializado en temáticas LGTBIQ. Allí se recupera la voz y la reflexividad de Leandra, quien reconoce que su situación no es la misma que atraviesa la gran mayoría de personas del colectivo trans: “Mi historia en sí no es de importancia. Importan las historias de quienes han sufrido y siguen sufriendo. De quienes siguen viviendo bajo un régimen perjudicial, que solo segrega”.
El medio también seleccionó citas en las que se destaca la importancia de la contención en el ámbito escolar: “La escuela juega un rol fundamental en la construcción de la identidad, de la que el género y la sexualidad son unos de sus pilares. Que esté preparada para acompañar a sus alumnos cuando se plantean casos de diversidad sexual y de género resulta totalmente necesario. Porque fuera de esta institución el mundo no está listo, no es un lugar seguro”.
Esta nota, en parte, nos permite desestimar la creencia de que los medios de comunicación son homogéneos. Es decir, cada medio no puede pensarse sino como un entramado de tensiones y conflictos. ¿De qué modo, entonces, convive esta perspectiva de género que reconoce los derechos del colectivo LGTBIQ con una línea editorial más asociada con valores conservadores?
El diario Página/12, por su parte, publicó dos notas, íntegramente construidas a partir de la voz de Leandra. Inscribiéndose en una tradición de visibilización de las realidades, los reclamos y los deseos de la comunidad trans, que encuentra su epicentro en el suplemento semanal SOY, le realizó una entrevista a la joven, titulada “Es tu diosa”. En ella se realiza un uso del lenguaje que intenta deconstruir la división binaria de género, así como la representación de lo masculino en tanto lo universal, un uso extendido en los espacios militantes feministas y de diversidad de género, pero no en los medios de comunicación. Nos referimos al uso de la “e” en reemplazo de la “o” o la “a” para nominalizar a lxs sujetos. Así, entonces, para referenciarnos, se habla de “todes”.
A su vez, se destaca la actividad artística de Leandra –es drag queen– y se le pregunta por su proceso de construcción identitario transitando la escuela secundaria. Ella afirma haber vivido siempre con seguridad las búsquedas y decisiones que fue emprendiendo, y que la institución con sus actores –estudiantes, profesorxs, directivxs– permitió que fuese “libre”. Finalmente, concluye que “le parece un precedente importantísimo ser la primera egresada trans porque ya estoy habilitando una posibilidad para las nuevas generaciones, una seguridad de dejarse ser para cualquier persona que entre al colegio”. En esta línea, en la otra nota publicada al respecto, “Pionera en el Pellegrini”, también se pone el foco en su voz y, si bien no se construye la noticia en tanto “caso”, no aparece contextualizada su experiencia ni son problematizadas las desiguales condiciones que atraviesan al colectivo LGTBIQ.
Por todo esto, es necesario preguntarse qué sucedería si la misma situación se trasladara a otras escuelas que no tienen la trayectoria del Carlos Pellegrini, a escuelas del Conurbano o de las provincias de nuestro país. ¿O acaso lxs trans válidxs, lxs que merecen ser narradxs, son aquellxs que viven en Buenos Aires, son blancxs, se encuentran en una posición cómoda dentro de la estructura económica y construyen su identidad artísticamente? ¿No son también trans lxs negrxs, lxs que viven en La Matanza o Tucumán, lxs que sienten sudores y olores, lxs transpiradxs, mojadxs y nauseabundxs, como nos narró Susy Shock?
En esta línea, tenemos que seguir preguntándonos por los modos en que los medios de comunicación construyen imágenes y representaciones al respecto. Por un lado, estigmatizan y criminalizan a las personas trans que ejercen el trabajo sexual, y en especial a las migrantes; pero, por otro, retoman algunas historias particulares de este colectivo, descontextualizándolas y postulándolas en términos meritocráticos, cuando en realidad forman parte de luchas y conquistas colectivas. Los medios se polarizan entre las vidas ejemplares, las que merecen ser vividas y contadas, y las que no lo son. No sólo lo hacen con el colectivo trans, también reproducen estas prácticas estableciendo divisiones entre lxs jóvenes de los barrios vulnerados que pudieron “progresar” y lxs que comenten delitos; lxs estudiantes modelos y lxs que “fracasan”, no leen, no escriben.
Para finalizar, debemos empezar a pensar en las juventudes trans que, al igual que las infancias trans, fueron históricamente negadas e invisibilizadas. Cuando se habla de personas trans, se representan en el imaginario adultxs autosuficientes, pero sin tener en cuenta, como plantea el informe “Situación de los derechos humanos de las travestis y trans en la Argentina”, que “la edad promedio de la autopercepción de género en las personas trans suele ser entre los 8 y los 14 años, aunque hay ‘excepciones’ más tempranas”. Y que, a esa edad, muchx niñxs comienzan un difícil camino, ya que muchxs son reprimidxs por sus familias o expulsadxs de sus hogares, teniendo que enfrentarse con problemáticas propias del mundo adulto, como pensar en trabajar para poder cubrir sus necesidades básicas de vivienda y alimentación.
Como afirmó Leandra, “ojalá, algún día que una alumna trans egrese de un colegio no sea noticia y que simplemente sea una realidad común”. Para que esto suceda, entre otras cuestiones, es necesario reglamentar y efectuar el cumplimiento de la Ley de Cupo Laboral trans, garantizar la aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral en todos los establecimientos educativos, asegurar que el colectivo trans acceda al sistema de salud, de vivienda, y a todos aquellos derechos propios de la ciudadanía. Reconocer, visibilizar y respetar estas identidades disidentes es también habilitar la posibilidad de que ocupen espacios distintos a aquellos a los que han estado destinadas socialmente.