Mientras se produce la primera visita del papa Francisco a Chile -y luego a Perú-, se cumplen dos años de privación ilegal de la libertad de Milagro Sala. En principio, se trata de dos hechos que no tienen ninguna relación causa-efecto entre sí y seguramente ocurren al mismo tiempo solo como producto de la casualidad. Pero los dos son reveladores de rasgos profundos del momento histórico que atraviesan Suramérica en general y Argentina en particular, y esa condición es apropiada para observarlos detenidamente.
El argentino más importante de la historia universal, que no solo alcanzó el lugar de máximo poder en la Iglesia Católica Apostólica Romana, sino que es el primero que ocupa ese sitial sin haber nacido en Europa, se convirtió en una de las pocas personalidades mundiales que no responden a la constelación de poderes que respaldan al actual gobierno argentino. Por eso hay tanta bronca y odio hacia el papa en toda la derecha.
A su vez, el encarcelamiento de Milagro Sala el 16 de enero de 2016 fue el primer paso de una escalada de violaciones a las garantías constitucionales, las libertades públicas y el debido proceso, que desde entonces hasta hoy no solo afectaron en lo personal a la propia líder de la organización Tupac Amaru y a otras/os integrantes de la misma -en este momento, las víctimas de prisión son solo mujeres, pero también hubo varones encarcelados y entre ellos el esposo de Milagro, Raúl Noro-, sino que se agravaron continuamente por actos de violencia estatal dirigidos por el gobierno de Mauricio Macri, que han pulverizado la vigencia del Estado de derecho.
Desde aquel momento hasta hoy, el macrismo encabezó la formación paulatina de un régimen político sostenido desde el Estado por su gobierno, la fracción dominante del Poder Judicial y los aparatos de espionaje, y una mayoría de senadores/as y diputados/as alineados con la oficialismo nacional y/o con los gobernadores. Desde afuera de la estructura estatal, el régimen está sostenido por los grandes conglomerados empresariales locales y extranjeros, y por las cadenas mediáticas que modelan en gran medida la opinión pública.
Ese sistema de dominación sobre el conjunto de la sociedad -el bloque de poder dominante en este momento histórico-, basado en la legitimidad electoral del gobierno pero donde su sostén más determinante son las corporaciones intra y extraestatales (referidas en el párrafo anterior), tiene otras apoyaturas esenciales en el exterior.
Estas se encuentran particularmente en el gobierno de Estados Unidos y su complejo militar-industrial, así como los de Israel y los principales países de la Unión Europea, más las estructuras institucionales mundiales que representan los intereses del capitalismo trasnacionalizado, en primer lugar, el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En resumen, prácticamente todos los poderes de facto locales y extranjeros sustentan al régimen gobernante hoy en Argentina. Aunque los casos específicos mencionados son apenas a modo de ejemplo y la lista podría ser muy larga -y además discutible y controversial, como toda afirmación sobre realidades muy complejas-, esos factores de poder tanto del país como del exterior integran un mismo entramado de fuerzas con ideologías en lo sustancial convergentes, y por lo tanto con intereses en común y un similar modelo de sociedad al cual aspiran.
Sin embargo, el poderío del Vaticano no entra en ese esquema. La conducción liderada por el cardenal argentino Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco, ha optado por un posicionamiento a escala internacional que privilegia una nueva legitimación moral de la Iglesia católica como camino para recuperar influencia en las bases sociales de las diferentes naciones. Esa estrategia incluye un cierto grado de confrontación con los poderes dominantes del planeta y de distintos países.
Francisco en el mundo
En sus casi cinco años de papado (periodo que se inició el 13 de marzo de 2013), han sido infinitos los pronunciamientos y gestos del Pontífice que marcan una posición crítica hacia los poderes mundiales. Puede ser útil mencionar uno de proyección universal (sobre todo porque los análisis ordinarios y ridículos que hacen circular los medios de comunicación más poderosos en nuestro país le hacen creer a mucha gente de buena fe que la principal preocupación del papa es “la interna política argentina”, ya sea el posicionamiento entre macrismo y kirchnerismo o a cuál dirigente peronista respalda más que a otro).
Aquel gesto de alcance ecuménico, de valor humanitario pero también político, es la solidaridad hacia los/as refugiados/as que migran desesperadamente a Europa occidental, es decir, las multitudes humanas que una a una -una persona y otra y otra, mayoría de mujeres con niñas y niños- huyen diariamente de las hambrunas, las guerras y las invasiones extranjeras en Africa y Asia, particularmente en regiones de Medio Oriente y del mundo islámico.
Un hecho fundacional que quedará para la historia lo constituyó la primera salida oficial de Bergoglio fuera del Vaticano, tres meses después de asumir como papa. Viajó a la pequeña isla italiana de Lampedusa, lugar emblemático de llegada de refugiados/as a territorio europeo (algunos detalles y comentarios acerca de ese viaje pueden encontrarse en una nota del diario español El País del 11 de julio de 2013).
Por otra parte, sus reiteradas críticas al “sistema económico” mundial han sido expresadas en múltiples ocasiones mediante los documentos institucionales, como las encíclicas y las cartas apostólicas. Allí también están contenidas, por ejemplo, sus advertencias sobre la responsabilidad de “las naciones más industrializadas” en la emisión de gases contaminantes que provocan el calentamiento de la Tierra y los peligros para la humanidad si no se frena el “cambio climático”, o su prédica a favor de “tierra, techo y trabajo para una vida digna” (el sitio de noticias en español de Radio Vaticana refería este último tema en una nota de julio de 2017, y desde allí se accede asimismo a todos los pronunciamientos papales).
En América Latina o Suramérica, Francisco ha sido artífice y protagonista fundamental de procesos de negociación en conflictos de extremada complejidad y con hasta más de medio siglo de existencia.
En un caso, contribuyó decisivamente a normalizar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos (bajo la presidencia de Barack Obama se lograron significativos avances que ahora retroceden por decisión de Donald Trump). En otro, dio su total apoyo a la pacificación de Colombia (allí fue exitoso el trascendental acuerdo de paz entre el Estado y la guerrilla de las FARC). Un tercer ejemplo es el respaldo del Vaticano al diálogo entre el gobierno chavista de Venezuela y la oposición pronorteamericana.
Nada de eso favorece los planes de la derecha en los distintos países, ya fueren los gobiernos de ese signo y/o los poderes de facto empresariales, militares, mediáticos, judiciales, etc., representados en esa configuración ideológica. No los favorecen las acciones, gestos o discursos de Francisco de implicancia universal, como aquellos que denuncian la crueldad de los poderosos del mundo contra el ser humano y la naturaleza, ni menos todavía sus intervenciones en gravísimos antagonismos que ocurren en nuestro continente, como los reflejados en los casos cubano, colombiano o venezolano.
Dentro de ese contexto, el régimen gobernante en Argentina está rabioso contra el papa. El gobierno y sus figuras más importantes no pueden decirlo, y entonces lo hacen a través de sus voceros mediáticos y sus trolls en las redes sociales.
Solidaridades en Argentina
Además de las razones de encono político en su contra (mencionadas en los párrafos anteriores), el jefe de la Iglesia católica ha hecho elocuentes gestos hacia Milagro Sala desde que está prisionera del régimen gobernante: cuando llevaba menos de un mes presa (en febrero de 2015) le mandó un rosario bendecido por él, y casi un año y medio después (mayo de 2016) le envió una carta donde le decía, por ejemplo, “comprendo su dolor y sufrimiento”, y le expresaba sus “deseos de que todo se resuelva bien y pronto”.
El encarcelamiento de la referente jujeña hace dos años fue el inicio de un plan de persecución a luchadores/as populares y dirigentes opositores, que hacia finales de 2017 se agravó con la prisión para un exvicepresidente de la nación y para exministros y otros exfuncionarios y dirigentes kirchneristas, y que en los últimos días de diciembre escaló hasta una violencia represiva criminal contra protestas populares ante el Congreso Nacional.
Tiempo después de que Milagro fuera apresada comenzaría el hostigamiento armado del gobierno contra comunidades mapuches de la Patagonia, y producto de ello perdieron su vida Santiago Maldonado en Chubut -desaparecido durante un ataque de Gendarmería y cuyo cadáver apareció más de dos meses después en el río, por lo cual el relato oficialista dice que “se ahogó”-, y posteriormente Rafael Nahuel en Río Negro -asesinado por la espalda en un operativo de Prefectura Naval-.
También frente a estos crímenes Francisco tuvo muestras de solidaridad hacia las víctimas, especialmente al recibir en audiencia privada a familiares del joven Maldonado. Con la misma orientación, el obispo de Bariloche, Juan José Chaparro, intervino con acciones de mediación -facilitó una “mesa de diálogo”- y realizó declaraciones para detener las acciones violentas cuando el chico Nahuel fue asesinado.
Finalmente, el titular de la Iglesia católica decidió realizar en territorio chileno nuevos gestos de resonante trascendencia histórica: viajar para rezar misa y mantener encuentros con gente del lugar en Temuco, la zona donde se concentra la población mapuche que, de aquel lado de la Cordilllera, sostiene desde hace varios años un gravísimo conflicto con el Estado. Ese es otro de los motivos para que el Pontífice sea detestado por la derecha argentina, que considera a esa comunidad originaria como un enemigo interno.
El viaje papal a Chile, y luego a Perú, tiene lugar cuando se cumplen dos años del cautiverio y ensañamiento contra la líder de la organización Tupac Amaru. No existe entre las dos situaciones ninguna relación directa de causa y efecto, sino solo una coincidencia en el momento en que ocurren. Pero una observación detenida sugiere que sí hay razones éticas y políticas profundas que vinculan a ambos personajes públicos y los hechos que protagonizan.
El papa Francisco, además de haber realizado gestos directos ante el cautiverio de la dirigente jujeña, es un líder mundial que pregona una vida digna para todos los seres humanos, y dentro de ello reivindica los derechos de los pueblos originarios. Milagro Sala ha sido encarcelada y es humillada por ser negra, india, mujer, y una luchadora social y política que fue capaz de organizar a los pobres para pelear por su dignidad.