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El imperio contraataca

Por  Héctor Bernardo

La política exterior del presidente norteamericano Barack Obama ha desconcertado a gran parte de los analistas internacionales. Cuando, sorpresivamente, el 17 de diciembre de 2014 (hace apenas de 3 meses), Obama anunció el restablecimiento de las relaciones con Cuba (luego de un bloqueo criminal que duró más de medio siglo, y que aún sigue vigente), muchos pensaron que una nueva etapa en los vínculos con la región estaba en desarrollo. Parecía que el concepto que históricamente se había manejado en la Casa Blanca y el Pentágono, el que siempre señaló que América Latina era su “patio trasero”, comenzaba a revertirse. Pero la ilusión de una nueva relación en la que predominara el respeto mutuo duró poco.

La nueva estrategia parece ser una combinación entre la política del “Garrote” y la política del “Buen vecino”. Queda cada vez más en evidencia que dividir la región, para revertir la integración de sus pueblos, es el objetivo principal. El intento de tener a Cuba concentrada en las negociaciones para restablecer los vínculos, la desestabilización producida en Brasil contra el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) al impulsar movimientos que piden la destitución de la presidenta recientemente reelegida, Dilma Rousseff; el ataque contra el gobierno argentino con operaciones de la prensa internacional como mascaron de proa, al tratar de responsabilizar a la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, y al canciller, Héctor Timerman, por la muerte del Fiscal Alberto Nisman, y la amenaza directa contra Venezuela al declararla una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y política exterior” de Estados Unidos, son todos elementos complejos de un mismo rompecabezas.

El enemigo principal que han elegido los halcones de Washington en la región es Venezuela, pero ello es sólo la punta del lanza en un ataque global contra la región. Es por ello que, Atilio Boron, sociólogo e investigador, afirmó: “Las escala de violencia contra Venezuela es parte de una misma estrategia global que busca la recuperación el control de los gobiernos de América Latina e impulsar el realineamiento de estos con el Gobierno de Estados Unidos. Venezuela es el objetivo de máxima, pero no hay que confundirse, es el primer objetivo, no el único. Luego se vendrán por Brasil y Argentina”.

“Frente a la guerra que tiene en Medio Oriente y en Ucrania –continuó Boron–, Estados Unidos necesita el petróleo de Venezuela y el Gobierno Bolivariano es un obstáculo para ello. Por eso la Casa Blanca ha intentando fomentar distintos tipos de ataques, pero dado que ninguno de ellos ha funcionado y que la derecha venezolana no tiene la suficiente fuerza, el imperio ha decidido tomar las armas en sus propias manos”.

En la misma línea la periodista e investigadora Stella Calloni, señaló: “Este ataque contra Venezuela se enmarca dentro de una estrategia global de Estados Unidos hacia la región. Eso se ve claro en el anuncio que tiempo atrás hizo el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, al afirmar que debían recuperar su patio trasero. Para esa recolonización que intenta el imperio, Venezuela es estratégica por su petróleo y por el rol que ha jugado para la integración regional. Primeo van por Venezuela, luego irán por otros países clave como Brasil y Argentina”.

El primero de febrero el portal Telesur publicaba una denuncia del presidente Nicolás Maduro que presagiaba lo que ocurriría poco después. El mandatario venezolano asegura: “El poder imperial del norte ha entrado en una fase peligrosa de desesperación, han ido a hablar con los gobiernos del continente para anunciar el derrocamiento de mi gobierno”, luego afirmaba: “Acuso al vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, personalmente de haber hablado con presidentes y primeros ministros”.

Calloni también remarcó con preocupación que “esta orden ejecutiva anunciada por el gobierno de Estados Unidos le libera las manos al presidente Obama y le permite tomar decisiones de manera rápida y sin ningún control, como lo hizo en el caso de Libia”.

Tras las reunión de Cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur)  los gobiernos que la integran emitieron un comunicado en el que manifestaron su rechazo al decreto de Barack Obama por considerar que “constituye una amenaza injerencista a la soberanía y al principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados”

La reacción de los países de la región se comprenden en el marco de la solidaridad y también en el de la defensa de sus propios intereses porque, como bien señaló Boron: “Hay que tener en claro que Estados Unidos no tiene una política para cada país de Latinoamérica, tiene una política para toda la región, y para ellos esta región es la más importante. Por eso el restablecimiento de las relaciones con Cuba se inscribe dentro de la misma estrategia, ellos necesitan recuperar el vínculo con los países de Latinoamérica y reorganizar la piezas en su tablero”.

En esa línea las palabras de Stella Calloni obligan a la reflexión y al compromiso. La investigadora afirmó: “Se ha establecido un golpismo simultáneo contra Venezuela, Brasil y Argentina, todos países que son clave para la integración regional”.

La región se encuentra bajo una clara amenaza y, parafraseando al periodista Hernán Brienza, cabe remarcar que “Un golpe de Estado, puede ser una anomalía. Dos golpes de Estado, pueden ser una casualidad. Tres golpes de Estado, es la Embajada de Estados Unidos”.