Toto era un héroe a la hora de interpretar sus canciones. Nos enseñó que podíamos sentir todo lo que quisiéramos. Ser como quisiéramos ser. Sus canciones describen estados de ánimo. “Oh Mary”, “La voz Sintética” o “Condenado Anhelo” me volaban la cabeza, y eso que cuando conocí el disco de Increíbles Ciudadanos Vivientes (ICV) ya tenía varios años. Luego, los discos Shh y Miedo de Adicta, que son dos obras magistrales del synthpop argentino, marcaban la sutileza y el pulso de una banda genial.
Paralelamente iba conociendo sus canciones como solista. El disco Ciudadano Toto alimentó el imaginario de la escena independiente platense, con el tema “Francisco”, y para mí, una de sus mejores canciones: “Perderlo Todo”, que después reversionaron con Adicta. No hay forma de elegir un tema de Adicta, la mayoría de sus canciones son excelentes y lo digo sin ser condescendiente.
Estéticamente, el “glam” que caracterizó a Adicta y esa amplitud sexual aportaron mucho a la construcción de la identidad de una generación. Referencias ineludibles a Bowie, Phil Oakey (Human League) o más cerca en el espacio, Federico Moura.
Se paraba en escena con una actitud fuerte y visceral. Aún en su apariencia andrógina y su sensibilidad dark, Adicta era una locomotora. Un ego poderoso y una banda ajustada y fuerte. Inteligencia. Sensibilidad al límite de lo posible. Parecía que algo muy fuerte estaba por pasar con Adicta.
«Toto alimentó el mito del rock platense y su identidad como pocos»
La voz de Toto sonaba femenina, pero su lírica y su actitud tenían una fuerte masculinidad oscura. Recuerdo un recital en parque Lezama en Buenos Aires. Una multitud vio a Adicta esa tarde noche. La figura desgarbada, delgada y ágil de Toto, retirándose del lugar, escapándose de los fans (literalmente) corriendo, subiéndose a un taxi. Me acuerdo también el final de un show en un boliche de La Plata, con la familia de Toto ahí mismo, acompañándolo.
No conocí a Toto en persona ni en su cotidianeidad. Pero conocí todo un mundo a través de su música. Pienso que alimentó el mito del rock platense y su identidad como pocos. Un artista de los que se suelen llamar “de culto”, pero claramente, daba para mucho más que eso. ¿Llamarlos de “culto” porque el comercio musical no dejó que llegaran a más?
Toto fue y lo que fue, fue demasiado. Tal vez demasiado adelantado a su época. Tal vez demasiado a la “vanguardia”. O simplemente este mundo tiene algunos seres sensibles que no todos pueden interpretar. Tal vez la moraleja de la historia sea esa: el momento es hoy, no lo que pudo ser, y ahí es en donde debemos quedarnos. Ser abiertos al mensaje de un artista que nos dio mucho. Muchísimo.
Un final trágico, a tono con lo dramático de muchas de sus canciones. Pienso la respuestaa esas preguntas y ya no estoy tan triste: gracias Toto. Ya sos parte de la eternidad.
Por Chico Ninguno