Días después de que el gobierno de Mauricio Macri anunciara que nuevamente Argentina volvería a contraer deuda con el Fondo Monetario Internacional en medio de la crisis cambiaria y financiera que atravesó el país en las últimas semanas, el Vaticano dio a conocer un documento en el que opina sobre diversos aspectos económicos y financieros con fuertes críticas a los procesos de endeudamiento y los negociados offshore.
“El mundo de las finanzas offshore a través de los ampliamente difusos canales de elusión fiscal –la evasión y el lavado de dinero sucio– constituye otra razón de empobrecimiento del sistema normal de producción y distribución de bienes y servicios”, sostiene el trabajo realizado conjuntamente por la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
En este sentido, el Vaticano sostiene que “no es posible ignorar que esas sedes offshore se han convertido en lugares de lavado de dinero sucio, es decir, fruto de ganancias ilícitas”, y considera que “al disimular el hecho de que las operaciones offshore no se llevaban a cabo en sus plazas financieras oficiales, algunos Estados han permitido que se sacara provecho incluso de delitos, sintiéndose no responsables porque no se realizaban formalmente bajo su jurisdicción. Esto representa, desde un punto de vista moral, una forma obvia de hipocresía”.
“Especialmente en los países con economías menos desarrolladas, el sistema offshore ha empeorado la deuda pública. Se ha observado, en efecto, que la riqueza privada acumulada en los paraísos fiscales por algunas élites ha casi igualado la deuda pública de sus respectivos países. Esto evidencia asimismo que, de hecho, en el origen de esa deuda a menudo están los pasivos económicos generados por privados y luego descargados sobre los hombros del sistema público”, añade en otro pasaje el documento.
También analiza los procesos de endeudamiento de las Administraciones públicas y sostiene: “Numerosas economías nacionales se ven de hecho agobiadas por el pago de los intereses que provienen de esa deuda y, por lo tanto, se ven en la necesidad de hacer ajustes estructurales con ese fin”.
El documento llega a la Argentina en un momento muy particular, donde cada uno de los pasajes que según el Vaticano tienden a corroer la economía real y generar desigualdad entre las naciones y los individuos parecen encontrar un anclaje en la realidad que atraviesa el país.
En este sentido, el escándalo de los Panamá Papers y Paradise Papers permitió tomar dimensión de la red de evasión fiscal y negocios poco transparentes de numerosos empresarios y funcionarios públicos, muchos de los cuales se vieron favorecidos el año pasado con el enorme blanqueo de capitales que aprobó el Congreso, y luego el presidente, a través de un decreto, amplió los alcances de la medida para que pudieran ingresar en la amnistía fiscal los familiares de los funcionarios de la Administración pública.
El análisis sobre los procesos de deuda pública y la “socialización de las pérdidas” por parte del sector privado también tienen su anclaje en numerosos pasajes de nuestra historia reciente.
Cabe destacar que muchos medios de comunicación locales intentaron vincular la publicación con la fría relación que ha establecido el sumo pontífice con la gestión de Mauricio Macri. Sin embargo, a pesar de las notables similitudes entre aquellas políticas públicas y prácticas de mercado que desde Roma se condenan y que en nuestro país parecen ir en aumento, el documento no es una descripción de la situación argentina, sino un fenómeno que se reproduce a nivel global.
“La reciente crisis financiera era una oportunidad para desarrollar una nueva economía más atenta a los principios éticos y a la nueva regulación de la actividad financiera, neutralizando los aspectos depredadores y especulativos y dando valor al servicio de la economía real”, dice el texto en su introducción, y señala que no se han visto reacciones ante los criterios “obsoletos” que gobiernan el mundo. “Por el contrario, a veces parece volver a estar en auge un egoísmo miope y limitado a corto plazo, el cual, prescindiendo del bien común, excluye de su horizonte la preocupación, no sólo de crear, sino también de difundir riqueza y eliminar las desigualdades, hoy tan pronunciadas”, completa.