Por Pablo Pellegrino
Nicolás Dujovne se convirtió, pocos días después de la “turbulencia” por el dólar, en “súper ministro”, según los diarios especializados. El columnista de TN devenido en titular de la cartera de Hacienda será el que coordine de aquí en más al equipo económico de Cambiemos.
Los mismos medios que rebautizaron al ahora “hombre fuerte” de la economía delinearon algunos de los desafíos que afrontará. Uno de los principales es el más mencionado por el gobierno: el déficit fiscal. Esta preocupación es compartida también por el «renovado» Fondo Monetario Internacional, que, a pesar de sus diferencias con el “viejo FMI”, si es que eso existe, sigue con su política de achicar el gasto público como garantía para el pago de la deuda.
juan valerdi (economista): «hoy tenemos a los mellizos demoníacos, que son el déficit de cuentas con el exterior y el déficit del sector público simultáneamente, y todo eso lo estamos tapando con endeudamiento exterior».
“No podemos vivir de prestado para siempre. Nuestro llamado es a la responsabilidad”, había dicho Dujovne el 8 de mayo cuando el gobierno, luego de gastar más de 9 mil millones de dólares de reservas para mantener el precio de la divisa, anunció el regreso del financiamiento a través del Fondo.
Una frase similar se había escuchado en el lejano julio de 2001, cuando el ex “súper ministro” Domingo Felipe Cavallo anunciaba en el aniversario número 174 de la Bolsa de Comercio porteña: “Tenemos que reformular nuestro plan fiscal. Hay que ir al déficit cero y dejar de vivir de prestado”.
Con esos fines, Cavallo aplicó el fenomenal ajuste que significó una reducción del 13% a jubilaciones, pensiones y salarios, congelamiento de la inversión pública y todo lo que ya se vio. La ley del entonces ministro se aprobó y se logró bajar el déficit, pero cuando la canilla de la deuda se cerró y los dólares empezaron a escasear, “equilibrio” fue una palabra que dejó de usarse, más aún luego del 19 y 20 de diciembre.
El déficit fiscal es hoy, como en aquel entonces, el blanco del gobierno. Pero también hoy, como en aquel entonces, el endeudamiento externo es (o fue) el oxígeno que le permitió acomodar aunque sea un poco el desequilibrio fiscal, pero que redundó en un engrosamiento del agujero del déficit de cuenta corriente.
En diálogo con Contexto, el economista Juan Valerdi sostuvo que, a pesar de las diferencias que existen entre la situación actual y la de 2001, la reducción del déficit “a través de la baja del gasto público en un marco inflacionario y con recesión o poco crecimiento lo único que hace es alimentar una espiral que te lleva a empeorar las cuentas públicas y la actividad constantemente; la víbora se muerde la cola”.
“A diferencia de lo que pasó en 2006, cuando teníamos los superávits gemelos con Kirchner, hoy tenemos a los mellizos demoníacos que son el déficit de cuentas con el exterior y déficit del sector público simultáneamente, y todo eso lo estamos tapando con endeudamiento exterior: tapás el agujero del Estado cuando convierte los dólares a pesos desde el Central y tenés dólares para la fuga y para la cuenta corriente deficitaria porque, justamente, el gasto del Estado es en pesos”, explicó.
En este sentido, Valerdi analizó que “ahora se nos cortó el financiamiento externo, por lo cual, aunque vos cortes el problema del déficit público, tenés el agujero negro de la cuenta corriente”, y añadió que “si encima no estás trayendo dólares ni de la lluvia de inversiones ni del carry trade, tu cuenta corriente acrecienta los problemas”.
“Por este camino, la otra alternativa sería poner un dólar a treinta pesos, recién para empezar a charlar, y esperar a que la gente no viaje al exterior, que los fugadores esperen a ver qué pasa y no se vayan al dólar, y ponerte a rezar”, dijo.
“El gran problema que Argentina tiene no es el déficit fiscal, sino que está vinculado al sector externo”, coincidió Martín Pollera, economista y secretario de Industria y Desarrollo Productivo de Florencio Varela, para quien, “si el déficit fiscal fuera el problema, la primera manera de resolverlo sería retrotraer la situación al 11 de diciembre de 2015: volviendo a establecer las retenciones a los granos, a la minería, la soja en el 35%”.
Martín Pollera (economista): «si con la idea de reducir el déficit bajás el gasto destinado a los sectores populares, hacés caer el consumo y la producción».
Según Pollera, el ajuste no debería pasar por el gasto público porque “necesariamente siete de cada diez pesos que se gastan hoy están destinados a la mayoría de los argentinos, y si con la idea de reducir el déficit bajás el gasto destinado a los sectores populares, hacés caer el consumo y la producción y, como consecuencia, tu recaudación va a caer más que proporcionalmente de lo que redujiste el gasto, y el déficit va a ser más alto”.
“Hoy tenés 8.500 millones de dólares que se te fueron en 2017 por déficit comercial; tenés otros 10 mil millones que se te fueron en concepto de turismo; unos 17 mil millones se fueron en concepto de intereses. Todos los años estás necesitando entre 40 y 50 mil millones de dólares, pero ellos consideran que el problema no es ese, sino el déficit fiscal”, cuestionó el economista.