Cero dólar.
Cero.
Eso era lo que debía Argentina al FMI (Fondo Monetario Internacional) hasta ahora.
Pero en adelante, y aunque el desembolso de los fondos será paulatino y sujeto al cumplimiento de sus condicionalidades, las argentinas y argentinos de las actuales y futuras generaciones deberemos 50.000 millones de dólares.
Más que toda la deuda externa que dejó como herencia la dictadura terrorista, que fueron 45.000 millones acumulados en algo más de siete años y medio de dominio sobre el país (de marzo de 1976 a diciembre de 1983), luego de haber multiplicado por casi seis veces la deuda de 7.800 millones que existía cuando la corporación genocida asaltó el poder.
Faltan unas pocas semanas para que los almanaques marquen la exacta mitad del año, y en nuestro país tienen lugar acontecimientos de la economía y de la política que van a determinar cómo será la sociedad por varias décadas (además, el domingo 10 de junio se cumplieron exactamente dos años y medio desde que la derecha, a través del gobierno de Mauricio Macri como cabeza de un régimen corporativo, recuperó el control del Estado que había perdido durante la etapa kirchnerista).
Argentina llega a mediados de 2018 sufriendo la esperable consecuencia del plan aplicado por el macrismo. La primera causa es haberle quitado recursos al Estado mediante la rebaja de impuestos, aranceles de exportación y contribuciones a la seguridad social a los sectores económicos que forman parte del bloque de poder dominante.
A ello se suma la decisión político-ideológica de pagarles a los fondos buitre y a partir de allí retomar y perpetrar un nuevo ciclo de endeudamiento desembozado, y además la instauración de una timba financiera que fomenta la especulación y la fuga de capitales.
Advertido de ese escenario económico insolvente, el núcleo financiero del poder capitalista local y trasnacional se lanzó desde fines de abril al mecanismo más inmediato y rendidor para llevar al máximo su rentabilidad: atacar la moneda argentina, provocar una disparada del dólar, y así multiplicar fácilmente sus ganancias.
Miércoles histórico en Diputados
En medio de la crisis económica y social, de todas las demandas planteadas a los poderes públicos desde la sociedad civil, Mauricio Macri ha tomado una para darle impulso. Excepción a la regla. Un gobierno que encabeza un régimen político contrario a los derechos de la mayoría de la población hizo su evaluación acerca de los costos y beneficios respectivos y decidió habilitar el debate parlamentario sobre el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.
Tanto la decisión presidencial como las circunstancias que está viviendo el país al respecto son históricas. Las razones de fondo por las cuales Macri adoptó la determinación carecen de mayor importancia. Muchos/as de las/os opositores/as atribuyen la determinación a la pura especulación, por la necesidad de distraer a la opinión pública de problemas económicos y sociales que se agravan día a día.
Poco interesa saber si esa fue la razón principal o si hubo otras. El interés en develar la incógnita es legítimo, pero queda reducido casi a lo anecdótico si se tiene en cuenta la magnitud del avance social que podría representar una ley que autorizara la realización de abortos garantizando la seguridad y gratuidad para la mujer que desee realizárserlo, y aboliendo la clandestinidad, el costo económico y los riesgos penales.
La aprobación o no del proyecto para legalizar la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) tendrá consecuencias futuras en la calidad de vida, la salud y la integridad física y emocional de las mujeres en los tiempos por venir. En definitiva, determinará un aspecto fundamental de la sociedad en términos de calidad de vida.
La votación de este miércoles en la Cámara de Diputados tiene una dimensión histórica incomparable. Puede haber una mayoría de legisladoras/es a favor del aborto, o puede ocurrir lo contrario. Faltan sólo un par de días para que se devele el enigma.
Si el proyecto IVE es aprobado en esa Cámara, pasará luego a consideración del Senado, donde su tratamiento puede llevar meses y su resolución final es aún más incierta. Si, en cambio, la votación es contraria a la propuesta legislativa, la lucha continuará y con la próxima conformación del Congreso, pasadas las elecciones del año que viene, el proyecto podrá volver a presentarse.
Más allá de los resultados, haber llegado hasta aquí es una victoria de la movilización de las mujeres en general, pero en particular de los movimientos feministas. De sus militantes y referentes de todas las épocas. Empezando por las minorías intensas que impulsaron la lucha en nuestro país desde hace más de tres décadas, en total soledad y sometidas al hostigamiento de la corporación clerical católica, frente a la indiferencia o rechazo de la mayor parte de la población, y a pesar del desinterés de las dirigencias políticas y de todos los gobiernos de la etapa democrática.
Fútbol y geopolítica
Al mismo tiempo que en el Congreso se define el futuro del derecho al aborto legal, seguro y gratuito, y que el país se encamina a mayores sufrimientos para el conjunto de la población debido al pacto entre el gobierno y el FMI, la sociedad vivirá por varias semanas bajo el influjo del Mundial de Fútbol.
Así será, más allá de cómo lo viva cada uno/a individualmente o en los grupos familiares, de amistad, laborales, etcétera, donde se desenvuelve su existencia cotidiana. Esto quiere decir que, debido al interés, entusiasmo y pasión que despierta el fútbol en sociedades como la argentina y en muchas otras, la realización del más grande espectáculo –y a la vez el más grande negocio– deportivo universal se hará sentir aún para quienes son indiferentes, o no les gusta, o lo aborrecen.
Pero, por encima del Mundial como fenómeno de entretenimiento de masas a nivel planetario, los intereses geopolíticos y económicos que rodean a la selección donde juega Leonel Messi acaban de producir un hecho, o un no-hecho, de impacto histórico.
La suspensión del partido entre los equipos de fútbol de Argentina e Israel en Jerusalén evitó que nuestro país todo –no sólo su representación futbolística y su ídolo máximo– quedara asociado a una de las ignominias más grandes de la historia universal contemporánea, que es la ocupación israelí de territorios palestinos y las continuas masacres contra ese pueblo árabe.
El plan aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1947 dispuso que en esa parte del mundo convivieran un Estado judío y un Estado árabe-palestino. Este último nunca llegó a concretarse. También por resolución de Naciones Unidas aquel año, Jerusalén fue puesta bajo un régimen internacional debido a su importancia religiosa. Por eso la ciudad no es reconocida como capital de Israel, y sólo Donald Trump dispuso que así lo fuera, para lo cual ordenó trasladar hacia allí la embajada de Estados Unidos.
Un partido con Messi en Jerusalén –y, para peor, disputado en un barrio que fue una aldea palestina hasta su destrucción durante la guerra árabe-israelí de 1948– hubiera sido un terrible gesto propagandístico a favor de los gobiernos de Benjamin Netanyahu y Trump, y una imborrable afrenta vergonzante para los valores humanistas de la nación argentina.
Esa situación controversial, lejos de ser sólo deportiva –y de negocios con el deporte–, tiene implicancias de largo alcance para nuestro país y sus relaciones con el resto del mundo.
Protagonismo social
El próximo miércoles, un día antes de la fiesta inaugural y del partido inicial del campeonato de fútbol en Rusia por la Copa del Mundo, y mientras la selección argentina entrena para debutar el sábado, nuevamente habrá multitudes que en Buenos Aires se manifestarán para respaldar la ley de aborto cuando se vote en la Cámara de Diputados.
El jueves, los sindicatos que forman parte de las dos CTA realizarán una jornada de protesta y una manifestación en Buenos Aires y en ciudades de las diferentes provincias. También podrían participar gremios que integran la CFT (Corriente Federal de Trabajadores).
Y ese mismo día jueves se realizará una huelga nacional del Sindicato de Camioneros, cuya conducción al mando de Hugo y Pablo Moyano, luego de haber sido acérrimos opositores durante el segundo mandato presidencial de Cristina Kirchner, este año ha exhibido un discurso y una acción de enfrentamiento contra las políticas del macrismo.
Contando la Segunda Marcha Federal por la Educación que convergió en la Capital Federal el 23 de mayo; la imponente manifestación dos días después, en la jornada de efeméride nacional del 25, para repudiar la vuelta del FMI y advertir que “la Patria está en peligro”; la llegada a Buenos Aires el 1º de junio de los contingentes de todo el país que protagonizaron la “Marcha Federal por Pan y Trabajo”; la nueva y otra vez extraordinaria movilización del lunes 4 contra la violencia machista bajo la consigna “Ni Una Menos”, sumada en esta ocasión al reclamo por el derecho al aborto legal; las dos concentraciones masivas previstas para esta semana sumarán seis en poco más de veinte días.
Pocos –si es que alguno– países en el mundo, por fuera de situaciones excepcionalísimas, logran el nivel de protagonismo público que ejerce la sociedad civil argentina. Eso no garantiza por sí mismo ningún resultado favorable, pero constituye un dato de la realidad, y es indicativo de que frente al gobierno y a las corporaciones que componen el régimen gobernante hay fuerzas sociales que lo condicionan y que ejercen presión en sentido contrario. Existen los poderes, y también los contrapoderes.
La crisis económica y social que se agrava continuamente, la deuda externa infame a través de la cual el régimen de la derecha condena como deudoras a varias generaciones, la vuelta del FMI para manejar la economía y la sociedad y para agravar el endeudamiento feroz, la eventual sanción de la ley de aborto o una oportunidad frustrada que derivará en nuevas etapas de lucha para que algún día ese derecho está garantizado legalmente, todo transcurre al mismo tiempo a mediados de 2018.
También la movilización desde bases sociales cada vez más amplias, activas y organizadas que producen acciones de resistencia y acumulación de fuerza propia para defender derechos avasallados y para conquistar aquellos que nunca fueron reconocidos.