Por José Welschinger
Hambre, pobreza: cifras. En los últimos diez años, la cuestión del hambre en la sociedad, como principal promesa de campaña, cedió su posición al reclamo por la transparencia estadística. Desde que Cristina asumió la presidencia, la oposición política insiste en atacar la credibilidad de los números oficiales, específicamente en todo lo relativo al crecimiento económico o la inflación. La pobreza, cuya cuestión de fondo es la redistribución asimétrica de la riqueza, sin lugar a dudas es la problemática más importante en Latinoamérica: los organismos internacionales, tanto como los intelectuales, no se cansan de señalarlo.
Curiosamente, en el marco global de una crisis económica, Argentina recibió por parte de la ONU un reconocimiento en función del éxito alcanzado por sus políticas de Estado, políticas que disminuyeron los niveles de pobreza del país y que contribuyeron a elevar el nivel de vida de los ciudadanos. Sin embargo, la noticia para la prensa opositora era otra: que en su discurso, la Presidenta comentó que el país tiene un nivel de pobreza del 5%, y un 1% de indigencia.
Tanto los multimedios como algunos políticos adversos al gobierno desestimaron que esas cifras pudieran ser reales, aunque sin referirse tampoco a ninguna fuente que ratificara lo afirmado por la Presidenta. La nota de color la dió Gerónimo “el momo” Venegas, quien, en su visita al programa de TN “Los Leuco”, afirmó sin más que en la Argentina hay 13 millones de pobres y 6 millones de indigentes, luego de elogiar los resultados del paro de transportes del martes.
El tema tuvo una evolución por los medios gráficos y audiovisuales, que ya se ha vuelto habitual para el público argentino: luego de veinticuatro horas de circulación, la información difundida por los medios oligopólicos es desmentida o corregida por funcionarios del Gobierno. En este caso, fue el propio director del INDEC, Norberto Itzcovich, quien se encargó de aclarar la cuestión, en una columna publicada el miércoles en Ámbito Financiero: “Se afirma, sin más, que la pobreza en la Argentina es aproximadamente un 5% y en Islandia un 5,9%; para tratar de dejar en evidencia lo supuestamente erróneo de la cifra en la Argentina. No se menciona que las mediciones son hechas con metodologías absolutamente incomparables. Que en Europa, más específicamente en los países de la OCDE, la pobreza se mide por la distancia de los ingresos de los hogares respecto de un porcentaje de la mediana de esos ingresos, en tanto en buena parte de América Latina la medición se hace con una metodología obsoleta que mide ingresos y la evolución de una valorización de una canasta de bienes alimentarios (que en la Argentina se elaboró en 1985 y era de aproximadamente 17 dólares) a la que se convierte en una canasta total al multiplicarla por la inversa del coeficiente de la proporción de la evolución del precio de los alimentos sobre el total (inversa del coeficiente de Engels)”.
El director del INDEC retomó el eje de una discusión en la que no reparan los grandes medios opositores: “Más allá de discusiones metodológicas –afirmó Itzcovich–, la afirmación de la Presidenta en base a los números del INDEC tiene sólido respaldo, en una cantidad de políticas que desde el año 2003 viene desarrollando el Gobierno con incuestionables resultados».
“QUIENES SOSTIENEN LA DELIRANTE AFIRMACIÓN DE QUE una DE CADA tres PERSONAS ES POBRE EN LA ARGENTINA, SITUACIÓN SIMILAR A LA HIPERINFLACIÓN DE 1989 O A LA CRISIS DE 2001, SON LOS MISMOS QUE VATICINABAN UN DÓLAR A 20 pesos, UN DESEMPLEO DEL 18% O UNA INFLACIÓN DEL 40%.”
Retomando la importancia de la cuestión política de la pobreza, Itzcovich destacó: “Hace unos meses, publicábamos un artículo periodístico (obviamente luego tergiversado) en el que sosteníamos que el tema de la medición de la pobreza era delicado, y requería de discusiones técnicas serias; que se debía ser cuidadoso en los análisis –para no cometer los «errores» en los que incurrieron los artículos mencionados– y, principalmente, que el INDEC genera y publica profusa información estadística para realizar análisis minuciosos y abarcativos de las condiciones socioeconómicas de la población”. En su publicación del miércoles, el director del INDEC concluyó: “No muchos gobiernos pueden mostrar orgullosos una evolución de la situación social semejante. Esta abrumadora realidad pone en evidencia las intenciones de quienes sostienen la delirante afirmación de que una de cada tres personas es pobre en la Argentina de hoy, situación similar a la hiperinflación de 1989 o a la crisis de 2001. Son los mismos que vaticinaban para esta época un dólar a 20 pesos, un desempleo del 18% o una inflación del 40%”.
Con una claridad poco usual entre los economistas, el ministro Axel Kicillof resumió las intenciones de los medios oligopólicos: “Están tratando de desviar la discusión hacia otros temas menos importantes, y cubren a algunos candidatos que tienen la idea de volver a los años noventa; aunque no lo dicen”.
También Aníbal Fernández se pronunció en ese sentido: «Lo que hizo FAO [Oficina de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura] es haber reconocido a la Argentina el cumplimiento de las metas 1C, de los objetivos del milenio: reducir a más de la mitad las personas subalimentadas». Luego, prosiguió: “El INDEC mide más alto la pobreza de lo que lo miden los organismos internacionales, como el Banco Mundial. Entonces, digo esto, el número que indica la Presidenta de la Nación es un número comprobado, demostrado, y que ninguno en la FAO se animaría a decirle a la Presidenta que el dato que está dando no es correcto, porque todo el mundo sabe qué se mide, y sabe que la respuesta es esa».
«Hoy en el mundo se piensa de esta manera”, prosiguió el jefe de Gabinete: ”Nadie piensa en este tipo de raya o línea generada solamente por los ingresos. Hoy se piensa en cálculos multidimensionales, que piensan en la generación de riqueza, pero también piensan en si tienen acceso a servicios de agua, de cloacas, si tienen salud, si tienen educación».
Fernández, además, contextualizó el significado del reconocimiento obtenido por la Argentina: «La pobreza por la línea de los ingresos se abandonó hace bastante tiempo; ese método no existe más. ¿Por qué razón? Porque fue un método que nace en los noventa, a la luz de varios organismos internacionales; la CEPAL incentivó mucho este tema, que se utilizaba precisamente para curar los efectos colaterales que generaba el Consenso de Washington. La política de los conservadores lo que producía, en ese momento, eran dolores terribles cada vez que se retiraba la inversión pública, de la salud y de la educación, y por eso encontraron este sistema que no impactaba; le generaba números de bajada o de subida de la pobreza cuando se retiraba el Estado de sus actividades promotoras fundamentales».
Es la política…
La raíz del problema está en la política. Asignación Universal por Hijo (AUH), crecimiento del empleo, cambios en el sistema impositivo, recuperación y aumento de las pensiones y jubilaciones, entre un listado de medidas estructurales destinadas a la recuperación económica y social del pueblo Argentino, son las políticas de Estado a las que FAO otorga su reconocimiento.
Cristina Fernández lo dejó claro en su discurso, al momento de recibir el premio: “Las políticas públicas no solamente son incentivar la producción de alimentos, que está muy bueno. En nuestro país lo hacemos y con mucho éxito, tenemos una capacidad para alimentar a más de 400 millones de personas y somos apenas 41 millones, y calculamos que en cinco años esta capacidad va a aumentar a 600 millones; pero creemos que, además de esto, si no se distribuye la riqueza en el mundo, nuestra capacidad para mitigar el hambre de 600 millones de personas va a ser exitosa en cuanto políticas de Estado en Argentina para producir más: pero el éxito se corona con que realmente 600 millones de personas puedan acceder a esos alimentos”.
QUIZÁS LO MÁS IMPORTANTE HAYA SIDO LO QUE MENOS REBOTE MEDIÁTICO TUVO: LA FIRMA DE UN ACUERDO DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL MEDIANTE EL CUAL SE ESTABLECE LA POSICIÓN PERMANENTE DE ARGENTINA EN LA FAO.
Quizás lo más importante de la cumbre de FAO haya sido lo que menos rebote mediático tuvo durante estos días: la firma de un acuerdo de cooperación internacional mediante el cual se establece la posición permanente de Argentina en la FAO, con la instauración de una sede del organismo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El acuerdo, además de referirse a los derechos y obligaciones de ambas partes, subraya como principal objetivo de la Oficina de Representación de la FAO en la Argentina el desarrollo conjunto de políticas, programas y proyectos orientados a alcanzar la seguridad alimentaria y a reducir el hambre y la malnutrición; así como en el desarrollo de sectores económicos como la pesca, la acuicultura y la silvicultura, además de la utilización de los recursos naturales y medioambientales en forma sostenible. Durante la firma del acuerdo, el canciller Héctor Timerman hizo hincapié en que el problema del hambre no tiene que ver con los suelos y con la productividad; sino que es un problema político, y destacó que uno de los pilares de la política exterior de la Argentina es la cooperación Sur-Sur. Este acuerdo significa para el país un ascenso en su posición económica mundial, y es una noticia especialmente buena para los productores agropecuarios, ya que estrecha las tantas veces mentadas relaciones del país con el mundo.