A menos de un mes de las elecciones presidenciales, ante la arremetida mediático-judicial, Luiz Inácio “Lula” da Silva, quien encabezaba todas las encuestas con alrededor del 40% de intención de voto, declinó su candidatura y apoyó la postulación de quien hasta ahora había sido su compañero de fórmula, el exministro de Educación y exalcalde de São Paulo, Fernando Haddad.
En una multitudinaria marcha, el frente “El Pueblo Feliz de Nuevo”, liderado por el Partido de los Trabajadores (PT), presentó su nueva fórmula presidencial compuesta por Fernando Haddad y Manuela D’Avila. En el acto se leyó una carta enviada al pueblo brasileño por el líder del PT en la que llamó a votar por Haddad y aseguró que “a partir de hoy, Fernando Haddad será Lula”.
A continuación reproducimos el texto completo de la carta de Lula.
Mis amigos y mis amigas,
Ustedes deben saber ya que los tribunales han prohibido mi candidatura a presidente de la República. En verdad, han prohibido que el pueblo brasileño vote libremente para cambiar la triste realidad del país.
Nunca he aceptado la injusticia, ni la voy a aceptar. Desde hace más de 40 años camino junto al pueblo, defendiendo la igualdad y la transformación de Brasil en un país mejor y más justo. Y fue recorriendo nuestro país que vi de cerca el sufrimiento quemando en el alma y la esperanza brillando de nuevo en los ojos de nuestra gente. He visto la indignación ante las cosas tan equivocadas que están haciendo y las ganas de mejorar la vida otra vez.
Fue para corregir tantos errores y renovar la esperanza en el futuro que decidí ser candidato a presidente. Y pese a las mentiras y la persecución, el pueblo nos ha abrazado en las calles y nos ha llevado al liderazgo absoluto en todas las encuestas.
Desde hace más de cinco meses estoy preso injustamente. No he cometido ningún crimen y he sido condenado por la prensa mucho antes de ser juzgado. Sigo desafiando a los fiscales de la Lava Jato, al juez Sérgio Moro y al TRF-4 a que presenten una única prueba contra mí, pues no se puede condenar a alguien por crímenes que no ha practicado, por dinero que no ha desviado, por actos indeterminados.
Mi condena es una farsa judicial, una venganza política, siempre usando medidas de excepción contra mí. Ellos no quieren arrestar e impedir tan solo al candidato Luiz Inácio Lula da Silva. Quieren arrestar e impedir el proyecto de Brasil que la mayoría ha aprobado en cuatro elecciones consecutivas, y que solo fue interrumpido por un golpe contra una presidenta legítimamente electa, que no cometió ningún crimen de responsabilidad, golpe que lanzó al país al caos.
Ustedes me conocen y saben que yo jamás desistiría de luchar. He perdido a mi compañera Marisa, que se fue con la amargura de todo lo que le sucedió a nuestra familia, pero no he desistido, incluso en homenaje a su memoria. He enfrentado a las acusaciones con base en la ley y en el derecho. He denunciado las mentiras y los abusos de autoridad en todos los tribunales, entre ellos el Comité de Derechos Humanos de la ONU, que reconoció mi derecho de ser candidato.
La comunidad jurídica, dentro y fuera del país, se indignó con las aberraciones cometidas por Sérgio Moro y por el Tribunal de Porto Alegre. Líderes de todo el mundo han denunciado el atentado a la democracia en el que mi proceso se ha convertido. La prensa internacional mostró al mundo lo que la Globo intentó esconder.
Aun así los tribunales brasileños me han negado el derecho que garantiza la Constitución a cualquier ciudadano, siempre y cuando no se llame Luiz Inácio Lula da Silva. Han negado la decisión de la ONU, violando el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos que Brasil ha firmado soberanamente.
Por acción, omisión y protección, el Poder Judicial brasileño ha privado al país de un proceso electoral con la presencia de todas las fuerzas políticas. Han impedido la realización del derecho del pueblo de votar libremente. Ahora quieren prohibirme de hablarle al pueblo y hasta de aparecer en televisión. Me censuran, como en la época de la dictadura.
Tal vez nada de esto habría ocurrido si yo no liderara todas las encuestas de intención de voto. Quizá yo no estaría preso si aceptara renunciar a mi candidatura. Pero yo jamás cambiaría mi dignidad por mi libertad, a causa del compromiso que tengo con el pueblo brasileño.
Me incluyeron artificialmente en la Ley Ficha Limpia para arrancarme de forma arbitraria de la disputa electoral, pero no permitiré que se haga de esto un pretexto para aprisionar el futuro de Brasil.
Es frente a estas circunstancias que tengo que tomar una decisión, en el plazo que se me ha impuesto arbitrariamente. Estoy indicando al PT y a la Coligación “El Pueblo Feliz de Nuevo” la sustitución de mi candidatura por la del compañero Fernando Haddad, que hasta este momento ha desempeñado con extrema lealtad la posición de candidato a vicepresidente.
Fernando Haddad, ministro de Educación en mi gobierno, fue responsable de una de las transformaciones más importantes de nuestro país. Juntos, hemos abierto las puertas de la Universidad a casi cuatro millones de estudiantes que nunca antes habían tenido esta oportunidad. Juntos creamos el ProUni, el nuevo Fies, la política de cupos, el Fundeb, el Enem, el Plan Nacional de Educación, el Pronatec e hicimos cuatro veces más escuelas técnicas que lo que habían hecho en cien años. Hemos creado el futuro.
Haddad es el coordinador de nuestro Plan de Gobierno para sacar al país de la crisis, recibiendo contribuciones de miles de personas y discutiendo cada punto conmigo. Él será mi representante en esta batalla para que retomemos el rumbo del desarrollo y de la justicia social.
Si quieren acallar nuestra voz y derrotar nuestro proyecto para el País, están muy equivocados. Nosotros seguimos vivos, en el corazón y en la memoria del pueblo. Y nuestro nombre ahora es Haddad.
A su lado, como candidata a vicepresidenta, tendremos a la compañera Manuela D’Ávila, confirmando nuestra alianza histórica con el PCdoB, y que también cuenta con otras fuerzas, como el PROS, sectores del PSB, líderes de otros partidos y, sobre todo, con los movimientos sociales, trabajadores de la ciudad y del campo, exponentes de las fuerzas democráticas y populares.
Nuestra lealtad, la mía, de Haddad y Manuela, es con el pueblo en primer lugar. Es con los sueños de quienes quieren vivir otra vez en un país en el que todos tengan comida en la mesa; en el que haya empleo, salario digno y protección de la ley para los que trabajan; en el que los niños y niñas tengan escuelas y los jóvenes tengan futuro; en el que las familias puedan comprarse su coche, su casa y seguir soñando y realizando cada vez más. Un país en el que todos tengan oportunidades y nadie tenga privilegios.
Yo sé que un día la verdadera Justicia se hará y mi inocencia será reconocida. Ese día estaré junto a Haddad para hacer el gobierno del pueblo y de la esperanza. Todos nosotros estaremos allí, juntos, para hacer a Brasil feliz de nuevo.
Quiero agradecer la solidaridad de los que me envían mensajes y cartas, hacen oraciones y actos públicos por mi libertad, protestan en el mundo contra la persecución y luchan por la democracia, y especialmente a los que me acompañan a diario en la vigilia frente al sitio en el que estoy.
Pueden aprisionar injustamente a un hombre, pero no a sus ideas. Ningún opresor puede ser mayor que el pueblo. Por eso, nuestras ideas van a llegar a todo el mundo por la voz del pueblo, más alta y más fuerte que la Globo.
Por eso, quiero pedirles, de corazón, a todos los que me votarían a mí, que voten al compañero Fernando Haddad para presidente de la República. Y les pido que voten a nuestros candidatos a gobernador, diputado y senador para que construyamos un país más democrático, con soberanía, sin la privatización de las empresas públicas, con más justicia social, más educación, cultura, ciencia y tecnología, con más seguridad, vivienda y salud, con más empleo, salario digno y reforma agraria.
Nosotros ya somos millones de Lulas y, a partir de hoy, Fernando Haddad será Lula para millones de brasileños.
Hasta pronto, mis amigos y mis amigas. ¡Hasta la victoria!
Un abrazo del compañero de siempre,
Luiz Inácio Lula da Silva