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Macri en su resplandor

Por Juan Alonso

Pasaron cosas.

El presidente parece inmerso en un estado psíquico inquietante. Por momentos su rostro se transforma y adopta una máscara demoníaca como la del padre de Laura Palmer en la serie Twin Peaks de David Lynch.

Cuenta la colega Mariana Moyano que el día que asumió la presidencia en diciembre de 2015 y andaba con su bastón jugando al firulete con Federico Pinedo diciéndole con su gesto “hacete cargo”, ella vio demasiadas serpientes encima de los camalotes en el río. El agua se llevaba la ponzoña por Tigre con rumbo incierto. Para Mariana fue una sensación incómoda que aún persiste en su memoria.

La última cita pública a “Mi lucha” de Adolf Hitler lo ubica en un pantano parecido a un sin lugar. Su gabinete es una secta: Carolina Stanley podría cumplir el rol de villana benefactora de los indigentes en la serie Vikingos.

“Si yo me vuelvo loco les puedo hacer mucho daño”, soltó Macri en otras de sus intervenciones magistrales. Está en una fase descrita por Stephen King en su obra: mirada extraviada, discurso inconexo, voces de otros que invaden su voz. La última cita pública a Mi lucha de Adolf Hitler lo ubica en un pantano parecido a un sin lugar. Su gabinete es una secta: Carolina Stanley podría cumplir el rol de villana benefactora de los indigentes en la serie Vikingos. Claro que eso incluye decapitaciones y caídos del barco a remo. El caso de Dante Sica es notable. Su cabello negro azabache brilla como los seres de Bram Stoker en Transilvania.

Las apariciones públicas de Macri lo reflejan incómodo, dubitativo e inseguro. Ni siquiera su séquito de periodistas oficiales puede ocultar su forma cansina de farfullar. De hecho usó a dos presuntos pizzeros (empleados públicos de su gestión, la dama es periodista, tal como lo reveló el portal El Disenso) para dar otra muestra de cercanía impostada y estéril. Ni ese pequeño comercial clase Z logró elevarlo de su evidente perturbación con lo real.
La composición de los integrantes de su círculo íntimo habría inspirado al gran escritor sueco Henning Mankell: la ministra de Seguridad y su lógica de las tinieblas viaja al África como la sombra del detective en La leona blanca.

A todos los une una perversión infinita. Una perversión arraigada en el poder y la impunidad. Al reírse, la comisura de sus labios denotan el verdadero pensamiento latente. No les alcanza con el cuerpo puesto en la situación actoral, el verosímil de su esencia psicótica queda expuesto como una mosca en la lente.

Cada uno tiene un doble traumado en las redes que simulan cordura y transitan la desesperación alienada idéntica a los lunáticos de “El doble” de Fiódor Dostoyevski.

Los insectos ya no son como los de Franz Kafka en La metamorfosis. Ahora se han convertido en enanitos que susurran voces por debajo de la puerta e inspiran a los guionistas de la alianza Cambiemos. Cada uno tiene un doble traumado en las redes (esos trolls anónimos de lunes a viernes de 10 a 18 empleados de Marcos Peña Braun) que simulan cordura y transitan la desesperación alienada idéntica a los lunáticos de El doble de Fiódor Dostoyevski.

Hace muchos años hice una crónica sobre un congreso de la secta Moon en Buenos Aires. Macri tiene trazos maniáticos como aquellos fanáticos de camisa blanca planchadita y gemelos dorados. Baila fuera de tempo y su mirada se posa en el abismo. El espejo de una sociedad hambrienta y desesperada no le llega a su sarcófago. Porque duerme de día como el conde Drácula.


 

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