Por Ramiro García Morete
Foto: Martín Bonetto
«Si volviera nuestro amor/ no hagas lo que hiciste siempre/ llenale el tanque al camión y choquemos de frente”. Si bien a buen entendedor las palabras de “Huevos de serpiente” parecen más arengadoras que románticas, Boya no va al choque. El amor sigue intacto y el tanque, al parecer, lleno. Pero el vocalista de la banda que alguno reducirá a brit popular y nacional parece tomar un carril menos pesado. Al costado del camino, cantaría Fito Páez. Ese al que alguien de la banda insultó en un recordado, desprolijo y suntuoso 19 de noviembre y ese hecho tan somero le valió el singular reconocimiento de Coco Silly… la misma semana que sus amigos de NormA eran elogiados por Fito. Pero el Boya (o Gabriel Rulli) se ríe de eso como de la extraña suerte que genera gritar por Gimnasia desde el escenario. Algo que ya no hacen, como tampoco dejar que sus fuertes convicciones ideológicas se antepongan a la propuesta estética.
Boya, que hoy en día prefiere un recital de Silvio a uno de Oasis, no va al choque. Quizá se deba a esa lesión de clavícula jugando al fútbol que detuvo a la banda seis meses. O los discos de Charly y Serú que volvió a escuchar. Como cuando era el alumno “medio rebeldón” del Estada en séptimo grado y en los boliches de Carlos Paz, allí por el regreso de la democracia, sonaba eso que llaman rock nacional. Sí: “Clics Modernos”, “Nada Personal”, Virus y todos “esos locos”. Toda la música que Boya escuchaba inclusive cuando en quinto año formó Delirio Sexual. Hasta que a los veintiuno se fascinó de lleno con los Stone Roses, Kinks, Beatles y el rico linaje británico antes de armar bandas como Loco Mosquito o Venenosos.
Quizá fue “Algunos hombres sin corazón”, la más nuevita de las canciones que sin embargo indicó el camino. Esa pieza que por Whatsapp sonaba a grunge pero también tuvo su versión en pop italiano ayudaría a definir un sonido que emergía en la sala. Con discos notables como Espíritu de clase o Apostasía, Crema del Cielo se erigió como una banda combativa y elegante, guitarrera y filosa.
En Nock racional, disco que se publicará este viernes en todas las plataformas, el golpe no es al mentón sino a la mente. Y una memoria musical que sin perder la marca de estilo apunta a esa tradición argentina que tuvo su esplendor en los ochenta. Baladas mid tempo más algún rock rabioso, letras con doble sentido pero lenguaje simple, menos ornamentación y guitarras para dar paso a teclados y una voz que cuenta historias de otros para contar la suya. Casi lo que hicieron siempre, pero un poco diferente. Gabriel Rulli (voz y guitarra), Lautaro RamÍrez (bajo), Leandro Giordano (teclados), Daniel Rulli (percusión y coros), Jorge Leguizamón (guitarras) y Eduardo Carreras (batería) miran hacia atrás y siguen hacia delante.
“La historia era esa, que sonaba más a rock… o hasta pop nacional –introduce el cantante–. No tanto como los discos anteriores, que son más densos y con más arreglos. Este es más despojado. Al no estar Fer –que metía mucha viola–, nos decidimos a hacerlo lo más sencillo posible y con Mario Breuer. Entonces tenía que ver más con el rock nacional… o nos pareció a nosotros.” Y reconoce: “Bajamos un poco los decibeles. Más poperas. Buscar que las canciones sean más sencillas es más difícil que las barrocas. Y algunos temas te diría que suenan a Miguel Mateos”. En ese cambio de formación (actualmente Jorge Leguizamón es el otro guitarrista), los teclados cobraron protagonismo al haber más aire.
Lo mismo se respira en las letras. “Sí, hay un lenguaje más simple pero a la vez hay mucha encriptación –aclara Rulli–. Hasta mi hija me cuenta interpretaciones de los temas. Lo que me interesaba era contar cosas que la gente cree que es algo y en verdad es otra cosa. A mí me cierra eso. Y siempre intento busca palabras sencillas. No ser tan explícito en el pensamiento y dejar abierta la interpretación de los demás.”
Eso también refiere a las interpretaciones políticas de los autores de temas como «Negro de alma»: “En realidad tiene más que ver con las declaraciones que hemos hecho que con lo estrictamente artístico. Si vos contás entre todos los discos, debe haber cuarenta y cinco temas y sólo uno o dos son explícitamente políticos. Un poco salir de ese encasillamiento, porque en realidad la parte política de la banda tiene que ver con posturas y declaraciones que vienen antes o aparte de la banda. La banda en sí, canción por canción, no tiene tanto de eso”.
El músico recuerda su adolescencia y sus gustos musicales como una influencia que “no fue directa, pero tuvo que ver”. Y se explaya: “Es gracioso redescubrir que está bueno. Que tiene un sonido particular. Pensar que de ahí viene la ola de rock latinoamericano que siguió. Todos esos locos: Virus, Git, Zaz… fue una movida rara que empezamos a tomar en serio. Aparte lo que buscamos entre un disco y otro, un sonido diferente. Hacer cosas distintas. Sino es aburrido. Algunas canciones sonaban spinettianas y nos era raro. Pero le encontramos nuestra vuelta y la verdad que nos gustó”. Y define sin rodeos: “Cuando sos una banda independiente, qué te puede importar si vas a tener un impacto positivo o negativo. Si vos hacés lo que te sale”.
“Tienen todo lo que quieren aquellos que encuentran la ocasión de cantar…” entonan en «El Arroyo». “Siempre fue difícil y ahora es más difícil”. Dando por sentado el oscuro contexto político, Boya reflexiona sobre el rock en la actualidad. “Si te ponés a pensar, la música rock tiene cincuenta años y hace bastante que entró en una decadencia global. Si te ponés a pensar, La Plata tiene vivo el espíritu del rock. Muchas bandas como un folklore. Y desde ese punto de vista, esa música –transformada, porque no tiene un enfoque tradicional– creo que estás más viva acá que en cualquier otro lugar, te diría, del planeta.”
Con planes de presentarlo en Capita Federal, Nock Racional tendrá su show oficial platense el 10 de noviembre a las 21 hs en Live Club (39 e/ 6 y 7). El Boya y Crema no van al choque pero siguen firmes. ¿Para qué seguir con una banda de rock? “Para no pagar psicólogo. Es una necesidad fisiológica. Yo empecé en quinto año. Llevo veintiocho años tocando. No sabría qué hacer con el tiempo libre que me queda. Sentiría un vacío existencial muy grande… si bien tengo una banda de folklore. Y por la amistad con los chicos. Además de que me gusta tocar y componer, tengo miedo de dejar de ver a mis amigos. No sé… Mientras haya ganas, seguís”.